De la final de Amsterdam a los oros de Atenas y Beijing y el dolor de 1964
Argentina suma cuatro medallas -dos de oro y dos de plata- en el deporte más popular del planeta.
Entre los orgullos olímpicos argentinos se cuentan sus cuatro medallas en fútbol: dos de oro y dos de plata.
La primera se remonta a 1928, casi un siglo atrás, cuando ni siquiera existían los Mundiales y aún el profesionalismo era un tema incipiente. Argentina perdió aquella final en Amsterdam ante Uruguay. La nueva medalla de plata llegó mucho después (Atlanta 1996) en un equipo que dirigió Daniel Passarella y que incluyó nombres como los de Zanetti, Crespo y Gallardo y que recién cedió en los minutos finales ante la potencia nigeriana por 3-2.
Pero Atenas 2004, bajo la conducción técnica de Marcelo Bielsa, no sólo marcó un hito -el primer oro olímpico en fútbol- sino también el despertar de un ciclo para el deporte argentino (al día siguiente triunfó el basquetbol): fue por 1-0 con un gol de Tevez en la final sobre Paraguay y, de ese modo, el deporte argentino volvió a disfrutar de un oro olímpico después de 52 años. Una Selección dirigida por Sergio Batista retuvo esa corona cuatro años más tarde en Beijing contando con Messi, Riquelme, Agüero y Di María, autor del gol en la final contra los nigerianos.
En ese historial olímpico-futbolístico también hubo un pasaje triste y sucedió en los Juegos de Tokio 1964. Pero hay que tener en cuenta que durante varias décadas el torneo de fútbol no fue una competencia con equivalencias. Concretamente: los países del por entonces área socialista podían presentar a sus selecciones mayores ya que –oficialmenteno aceptaban el profesionalismo, aunque sus deportistas eran virtuales empleados del Estado. Y concurrían a los Juegos Olímpicos con los mismos equipos que disputaban los Mundiales o Campeonatos europeos. En cambio, para los países occidentales, la participación en los Juegos se limitaba a
Durante varias décadas el torneo de fútbol no fue una competencia con equivalencias.
“los que no tuvieran contrato”, es decir, a sus juveniles.
Así, soviéticos, húngaros, checoslovacos, yugoslavos o alemanes orientales dominaron a voluntad el fútbol olímpico hasta que los Juegos se abrieron al profesionalismo.
Para los Juegos de Tokio el fútbol argentino ya arrastraba una pena profunda. Había logrado en una forma convincente su clasificación pero el último partido con Perú, en el estadio Nacional de Lima, terminó con la tragedia en las tribunas y las calles, más de 300 muertos y 800 heridos por las avalanchas y los enfrentamientos con la policía. Una catástrofe.
Ya en los Juegos de Roma 1960, Argentina había afrontado una situación despareja y se volvió en la primera vuelta. Algunos de sus jugadores triunfaron luego en el profesionalismo como Carlos Bilardo y Alberto Rendo, por ejemplo.
Ernesto Duchini, aquel entrañable formador de las generaciones de futbolistas juveniles y que tanto cooperó con Menotti para la gesta mundialista del 78, fue el técnico en el equipo olímpico del 60 y nuevamente para Tokio.
Argentina debutó el 12 de octubre contra Ghana en Yokohama y empató 1-1 en un resultado que ya empezó a complicar el panorama. Y la derrota ante Japón, dos días más tarde en la propia Tokio, tuvo una consecuencia: la eliminación. La Selección ganaba por 2-1, pero en los diez minutos finales los locales, con su wing izquierdo Ryuchi Sugiyama que se convirtió en una verdadera pesadilla, dieron vuelta el partido.
Los jugadores argentinos recién asomaban en Primera pero algunos de los integrantes de aquel equipo pudieron revertir esa frustración y convertirse poco después en verdaderos cracks. Fue el caso de Roberto Perfumo -para muchos, uno de los mejores centrales de la historia del fútbol nacional- y Agustín Mario Cejas, el gran arquero que brilló, al igual que aquel, en el Racing campeón de las Copas Libertadores e Intercontinental del 67. En la línea media estuvieron Miguel Mori, campeón de la Libertadores con Independiente y luego con el mismo Racing de Pizzuti, y otros jugadores que se lucieron en el plano local como Miguel Angel Tojo (Ferro, San Lorenzo) o Carlos Bulla (Central, Platense). Como arquero suplente estuvo Miguel Marín, luego baluarte del primer Vélez campeón.