Clarín

La rodilla versus el glúteo: el VAR de los tontos

- Héctor Gambini

Boca va. Tiro libre recto al área del Atlético Mineiro, el arquero se adelanta para tomar la pelota pero ésta le pega en el pecho y da rebote. Un jugador de Boca patea al arco y gol. Gol de Boca. El VAR revisa la jugada para asegurarse de que no haya habido falta sobre el arquero. Esa duda parece razonable.

Se mira, se chequea, se revisa y no, no hay falta sobre el arquero. Gol de Boca, entonces. No, tampoco. ¿Y por qué?

Porque ahora el VAR va a revisar si el jugador que al final no le cometió falta al arquero estaba habilitado cuando partió el pase.

“Le disputa el balón al golero”, dice uno de los del VAR según el audio que la Conmebol subió a YouTube. Lo dice como una revelación. Habría que explicarle al señor que de eso se trata el fútbol, justamente. De disputarle­s el balón a los rivales, siempre dentro de las reglas, como acabamos de ver en este caso.

Pero el VAR vuelve sobre la posición de ese jugador de Boca y se nota un esfuerzo denodado de los revisores -¿deberíamos llamarlos “varistas”?- por buscarle el pelo al huevo. Como lo buscan con tanta dedicación, finalmente lo encuentran. O eso les parece a ellos.

“Dame la rodilla, dame la rodilla”, dice el varista que revisa las imágenes con la minuciosid­ad de un cirujano. Lo pide con el tono con que pediría un vaso de agua en el desierto. Quiere decir que le muestren la imagen de la rodilla del jugador de Boca, congelada en el momento en que va a buscar la pelota.

A simple vista, la rodilla del delantero de Boca aparece, sin embargo, por detrás del glúteo derecho del defensor del Mineiro. Pero el varista insiste tanto que trazan una línea de puntos desde el glúteo hasta el piso, y otra desde la rodilla hasta el piso, para que las coordenada­s robóticas determinen que, finalel mente, la rodilla se adelanta al glúteo.

El sistema no lo determina pero, ¿serán dos centímetro­s; cuatro? Siempre desde ese ángulo, donde está puesta la cámara. Sin embargo, si el ángulo de visión varía un grado, la distancia real de los hechos analizados se verá distorsion­ada en unos pocos centímetro­s que pueden hacer la diferencia entre que una posición sea objetivame­nte válida o no.

Entonces el VAR ya no es la herramient­a de una justicia objetiva e inapelable, como se pretende, sino una combinació­n de subjetivid­ades técnicas más interpreta­ción humana.

“Dame la beauty, la beauty por favor”, ruega varista, refiriéndo­se a una cámara. Belleza.

Con tanta disputa de rodilla versus glúteo, esa aplicación del VAR olvida el espíritu de la ley. Ignora al juego. Y consigue algo insólito: no sólo no salva errores sino que, además, los agrega donde no los había. Es un VAR tonto.

La ley del off side -orsái, gritamos en la canchabusc­a proteger de la inferiorid­ad numérica para evitar la ventaja deportiva de alguien que va a convertir un gol sin al menos dos oponentes entre la línea de su posición y la del arco. Pero una vez determinad­o que estar en una misma línea que el rival no es off side, ¿cuál es el sentido de buscar el adelantami­ento de un menisco, un meñique del pie derecho o una nariz aguileña por sobre la última frontera dorsal del adversario?

No hay ventaja deportiva para quien adelanta dos centímetro­s una rodilla sobre un glúteo rival. El off side no se inventó para eso.

La revisación de esos criterios evitarían que el VAR y sus beneficios se vuelvan un instrument­o maléfico de burócratas sin sentido común, que se atrevan a parar el vértigo del juego únicamente para agregarle injusticia­s.

La búsqueda insólita del milímetro anula un gol legítimo y cambia el espíritu del juego y la ley.

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