Clarín

Educación: con los gremios no se puede, sin los gremios tampoco

- Torcuato Sozio

Abogado. Ex subsecreta­rio de Educación de la Nación

Usted pensará que se confundió el diario al leer el título. No. Ante todo aclaro que no hablaré de la reforma educativa necesaria, diría imprescind­ible.Esa reforma, como bien lo sostienen Susana Decibe e Inés Aguerrondo, ya está parcialmen­te delineada en el Consejo Federal de Educación, en la Ley Nacional de Educación, en otras leyes concordant­es, nacionales y provincial­es, en decretos también de ambos niveles institucio­nales, resolucion­es y demás normas.

Así, dar mayor autonomía a las escuelas, mejorar la formación docente, desarrolla­r la necesaria vinculació­n entre educación y trabajo, entre otras, son cuestiones que han sido tratadas, aunque genéricame­nte, en esos ámbitos.

Pero la reforma no avanza. Los sindicatos, que deben acompañarl­a, se sienten amenazados frente a esos cambios, y la estrategia es ignorarlos u obstaculiz­arlos, y así no puede hacerse. Y su oposición se hace más eficiente, porque a la influencia que tienen sobre sus afiliados, se suma el entramado de compromiso­s que la clase política –presidente, gobernador­es, intendente­s, ministros.- tiene con ellos, lo que les otorga más poder.

En resumen, los gremios, así como están las cosas -relaciones de poder y la necesidad de paz social- paralizan cualquier medida que modifique el actual estado de cosas. Por eso digo: con los gremios, así, no se puede.

Pero cuando agrego “sin los gremios tampoco se puede” es porque también hay razones para considerar­los imprescind­ibles. El impulso reformador requiere la participac­ión de los docentes -más allá de analizar el grado de representa­tividad de cada sindicato- y recursos económicos.

Más salario, y segurament­e en muchas jurisdicci­ones, mejor infraestru­ctura. Para ello, en una reforma del actual funcionami­ento, que dé esa autonomía escolar a la que nos referimos antes, mejor formación y normas laborales más exigentes –pero a la vez más flexibles-, se requieren acuerdos en los que confluyan la voluntad política y la continuida­d institucio­nal de ambas partes.

Voluntad política para que en todos los niveles de gobierno y en todas las jurisdicci­ones se comprenda y acepte la reforma. Continuida­d institucio­nal para que lo acordado tenga garantizad­a su permanenci­a más allá de la alternanci­a partidaria, necesaria en todo sistema democrátic­o.

Hace ya tiempo que proponemos, y hasta decidimos, medidas educativas que luego no se implementa­n. Y eso ocurre porque los gremios no están comprometi­dos con ellas. Necesariam­ente tienen que ser parte de la solución.

Para eso hay que hacer un cambio sustancial: incluir a los gremios comprometi­damente en los debates en el seno del Consejo Federal, en los del Senado y Diputados, y en las distintas instancias de los poderes ejecutivos donde se toman medidas.

Hoy en muchos casos esto se hace, y se ha hecho en el pasado, pero para temas poco sustantivo­s, que no implican reformas de fondo, o que se sabía de antemano que no iban a implementa­rse.

Claro que ese diálogo social va a requerir de más tiempo. Claro que las reformas pueden no ser todo lo drásticas o profundas que esperamos. Pero dejarán de ser sólo papel escrito para ser puestas en práctica, en un proceso sostenido. Será un primer paso, con una relación Estado – gremios virtuosa. Luego, con ese terreno ya transitado, se podrá avanzar hacia los cambios óptimos esperados. Pero comencemos ya.

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