Empieza en Japón la fiesta de los Juegos Olímpicos
Hoy, la ceremonia inaugural Argentina tiene 188 atletas.
La máxima expresión del deporte comenzará hoy. Después de una larga espera, el fuego encendido hace 16 meses en Olimpia, que conecta a los Juegos de la antigua Grecia con los Juegos modernos, iluminará el cielo de Tokio desde el pebetero. Y empetran zará oficialmente la máxima expresión de la “alta competencia” que convoca a equipos y atletas del “alto rendimiento”.
Salvo en un puñado de deportes como el fútbol, el boxeo y el beisbol (también podría incluirse el rugby porque muchas de sus estrellas no se especializan en el seven), todo lo demás significará una cita formidable con la elite. El que no estará en Tokio 2020 será, sencillamente, porque no quiso. En los Juegos Olímpicos, salvo esas contadas excepciones, están los mejores.
Y de esa punta de la pirámide participará Argentina. Sus 188 atletas que integran la misión buscarán cumplir su sueño olímpico primero y concretar sus metas después. Hay un espacio enorme entre ambos objetivos. Tan grande como el que separa a las potencias del deporte universal con un país como Argentina, que carece de dos factores macro: población y dinero. Haciendo una comparación con los mejores, nuestro país no tiene una alta cantidad de deportistas y hay poca inversión económica en el deporte. Ergo: sólo un milagro permitiría pelear codo a codo en lo más alto de un medallero olímpico. Pero los milagros, en este y otros rubros de la vida misma, no existen.
En una cita olímpica se miden más de 200 países representados por sus Comités Olímpicos Nacionales y, con la ausencia de Corea del Norte (oficialmente Rusia no podrá participar por el escándalo del doping aunque sus atletas actuarán con una bandera neutral), en Tokio 2020 habrá 204. En esta oportunidad competirán en 339 pruebas diferentes. Es decir que habrá 339 medallas de oro a repartir y aquí vale destacar dos puntos. En primer lugar, muy pocos países se destacan en (casi) todos los deportes y Estados Unidos podría ser el único de ellos. Y, además, hay otros que brillan en un sólo deporte y, más aún, en alguna especialidad, como ocurre con Jamaica en las pruebas de velocidad de atletismo por dar sólo un ejemplo.
En el recuento final los principales animadores de los Juegos Olímpicos son los países que integran el percentil 95 de la muestra (el cinco por ciento de los participantes). O sea, los que se ubican en el top 10 cuando se apaga el fuego olímpico. Ellos concenmás del 50 por ciento de las medallas y, previsiblemente, en Tokio serán Estados Unidos, China, Rusia (aún con todos sus problemas derivados por el escándalo del doping). Gran Bretaña, Japón, Alemania, Corea del Sur, Francia, Italia y algún otro país que pueda subirse a la cresta de la ola.
La pregunta, entonces, cae de madura. ¿A qué jugará Argentina? La máxima, razonable y desafiante aspiración a largo plazo sería llegar al percentil 90 de la muestra. Es decir, al top 20. Pero esto no sucederá en Tokio 2020. En Río de Janeiro 2016, cuando se alinearon los planetas y se consiguieron tres medallas de oro y una de plata, esos tres títulos de Santiago Lange-Cecilia Carranza, Paula Pareto y los Leones permitieron llegar al 27° puesto del medallero. Fue lo mejor en 68 años en cantidad de preseas y lo mejor en 64 años en la ubicación final... Para llegar al top 20 se hubieran necesitado, por ejemplo, los resultados de Canadá: cuatro oros y tres platas. Hoy es imposible pensar en ello por diferentes factores.
Argentina es un país de nivel panamericano. En los Juegos de Lima 2019 compitieron 41 y los animadores fueron sólo dos países (percentil 95): Estados Unidos -que siempre lidera el medallero en el continente y tiene un “retador” de turno como lo fue Cuba en los 90 o como resultó Canadá en Toronto 2015- y Brasil. En la capital peruana los deportistas argentinos brillaron y la misión quedó quinta dejando atrás a potencias
americanas como Cuba y Colombia, por ejemplo. Una década de inversión del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) permitió alcanzar el percentil 90 panamericano. A nivel olímpico, se insiste, eso es imposible. Se requiere al menos el doble de inversión, el doble de población de los deportistas de elite y el doble de años de un trabajo sistemático.
La realidad hoy indica que el deporte argentino está en un franco retroceso por un dólar cada vez más caro (el deporte de elite se mueve en esa moneda), la devaluación del peso y la crisis provocada por el menor apoyo a los atletas por la quita en el presupuesto del ENARD. Y lo que se viene no pinta para nada lindo. Incluso el anunciado retiro de Gerardo Werthein del ámbito de la política deportiva será un golpe muy difícil de asimilar.
Con ese panorama Argentina competirá con muy escasas esperanzas de medallas y con la seguridad íntima del espectador imparcial de que no se repetirá lo de cinco años atrás en Río de Janeiro.
En los deportes por equipos las máximas expectativas pasan por las Leonas. Ganadoras de cuatro medallas en los últimos cinco Juegos, Argentina está segunda en el ranking mundial y se presentará con un plantel que combina jugadoras experimentadas y ganadoras de preseas con jóvenes realidades de una generación que, por ejemplo, fue campeona mundial junior en 2016. Holanda será, otra vez, el gran adversario y es el más fuerte candidato para obtener el oro que nunca consiguieron las mujeres argentinas en el hockey sobre césped, ni siquiera en los años dorados de Luciana Aymar.
Más allá de las ausencias, el fútbol llegó a Tokio con ilusiones concretas de medalla aunque el mal paso dado en el debut ante Australia complicó el panorama y achicó ese sueño. Máxime que en el grupo clasificatorio aparece España, que si bien empató en su presentación ante Egipto, es el más firme aspirante al oro. Otro equipo que podría aspirar a un podio es el rugby siempre y cuando pase una zona tremendamente áspera en la que Los Pumas tendrán que enfrentar nada menos que a Nueva Zelanda y Australia, dos de los mejores seleccionados del mundo. ¿Y el basquetbol subcampeón mundial? Es una utopía considerar subirse al podio y máxime con rivales como Estados Unidos, España y Australia, por ejemplo. ¿Y los Leones campeones olímpicos? Seguramente ese equipo haya sido el seleccionado nacional más perjudicado por la pandemia porque llegará con una competencia muy escasa de apenas cuatro partidos oficiales de la Liga Pro (tres partidos perdidos y un empate con otra derrota en los penales) en los últimos 16 meses. Con ese panorama, pasar a los cuartos de final será un gran logro.
La chance más sólida de una medalla surge desde el agua y -otra vezcon el yachting, deporte que desde Atlanta 1996 hasta Río de Janeiro 2016 le dio a Argentina nada menos que ocho de los 27 podios conseguidos en esos 20 años. De nuevo Lange y Carranza, en la clase Nacra 17, están a la cabeza de las posibilidades. Las duplas de Italia y Gran Bretaña y, en menor medida, de Australia serán los adversarios más duros y todo podría complicarse mucho con vientos fuertes. También habrá que poner el ojo muy detenidamente en Facundo Olezza (clase Finn), quien se convirtió en el primer argentino en clasificarse a los Juegos y desde agosto de 2018 está solamente enfocado en Tokio. Lo avalan, además, un par de resultados importantes: fue bronce en el Mundial Sub 23 de 2016, séptimo en el Mundial 2018 y estuvo a un paso de lograr el diploma olímpico en Río de Janeiro. La posibilidad de subir al podio, en su caso, es concreta. También hay un par de chances más de diplomas y, en ese caso, Sol Branz y Victoria Travascio (49er FX), con la experiencia olímpica de 2016 y dos medallas en los últimos dos Panamericanos, mandan en esa ilusión.
Esta vez el rubro de los deportes de combate tendrá en lo más alto de las esperanzas al taekwondista Lucas Guzmán (categoría 58 kilos) y al luchador Agustín Destribats (65 kilos). El primero se trepó al podio mundialista en 2019, en el mismo año en el que obtuvo el oro de los Panamericanos. Y el segundo fue quinto en Lima 2019. Como siempre, mucho dependerá de la suerte que tengan en el sorteo. ¿Y Pareto? Más no se le puede pedir a una de las máximas atletas argentinas de la historia. Cerrará su extraordinaria carrera que rebalsa de trofeos y títulos en su cuarto Juego Olímpico. Con ella nunca se sabe pero no es lógico un tercer podio.
El tirador Federico Gil, en skeet, es un candidato casi seguro a un diploma y hasta es el dueño de una ilusión para una medalla. El doctor Gil (es abogado) ya se subió a un puñado de podios en Copas del Mundo y tiene experiencia olímpica. Son argumentos sólidos para sus aspiraciones.
Por último habrá que ver qué ocurre con Horacio Zeballos y Nadia Podoroska en el dobles mixto del tenis...
Del resto, sólo se aguarda que mejoren sus producciones individuales, como en el caso de los deportes de tiempo y marca. En atletismo y natación, por tomar los dos deportes máximos del programa olímpico, un triunfo será mejorar los registros. En el contexto de la más alta presión, eso es lo difícil. Para los que la tengan, será imposible la posibilidad de llegar a una final pero superarse también forma parte del crecimiento. Ese que busca el deporte argentino y que, por tantos factores externos (y no tanto) a él, lo obligan a estar en la más absoluta y peligrosa inmovilidad desde hace por lo menos tres años. O desde que mediante la ley 27.430 se reemplazó la fuente principal de financiamiento del deporte argentino con la quita del impuesto del 1 por ciento de la telefonía celular con la que se financiaba el alto rendimiento. Si, como será, no “llueven” las medallas, por ahí habría que empezar a buscar las razones de la sequía.●