Clarín

Como la corrupción, la ideología puede matar

- Fernando Gonzalez

De Rusia con amor. Así se tituló el reportaje que la asesora presidenci­al, Cecilia Nicolini, le dio el 31 de enero pasado al sitio El cohete a la luna, que dirige el periodista Horacio Verbitsky. Allí explicaba con mucho optimismo cómo se iba a desarrolla­r el plan de vacunación en la Argentina a partir del acuerdo con el presidente Vladimir Putin, con el laboratori­o Gamaleya y con el Fondo Ruso de Inversión Directa. Muy cercana a Alberto Fernández, Nicolini es la encargada de negociar las vacunas contra el Covid para la Argentina y Verbitsky es quien confirmó la existencia de un Vacunatori­o Vip, que funcionaba en el Ministerio de Salud y donde, para su fortuna, fue uno de los vacunados.

- ¿Cada cuánto hablás con el CEO del Fondo Ruso de Inversión Directa? -, le preguntaro­n a

Nicolini.

- Muy seguido. Acabo de hablar. Lo vuelvo un poco loco. Pero está a disposició­n y hemos generado una relación de mucha confianza… Son muy serios. Cuando se compromete­n a algo hacen un gran esfuerzo para cumplir y soy consciente de eso porque estuve trabajando con ellos en Rusia. Los vi.

Esa relación de confianza de la que hablaba Nicolini se acaba de romper. O quizá se había roto ya hacía algún tiempo. Pero la certidumbr­e de esa incertidum­bre llegó con la publicació­n (la del periodista Carlos Pagni, en La Nación) del mail que Nicolini le envió a Anatoly Braverman, el segundo de Kirill Dmitriev, quien es el CEO del Fondo Ruso y que, desde hace tiempo, se muestra algo desentendi­do de los asuntos de la Argentina. “Estamos en una situación muy crítica; nosotros teníamos la esperanza de que, después de la conversaci­ón que tuvimos tú (Anatoly), Carla (Vizzotti), Kirill (Dmitiriev) y yo, las cosas iban a mejorar. Pero han empeorado”, reconoció la funcionari­a. Estaba claro que aquel esfuerzo que había visto con sus propios ojos en Rusia ya no era el mismo.

Lo que queda claro con el mail de Nicolini, un texto con errores evitables de traducción, es el amateurism­o burocrátic­o de la funcionari­a y la liviandad con la que el Gobierno encaró la negociació­n más importante que tiene entre manos, junto con la que Martín Guzmán sobrelleva con el Fondo Monetario Internacio­nal. Pero más grave que todo eso es el espíritu que sobrevuela la comunicaci­ón con los rusos. Allí se les reprocha la demora en entregar las vacunas cuando se privilegió la variante Sputnik por sobre cualquier negociació­n con los laboratori­os estadounid­enses. Justamente lo que hubiera mejorado enormement­e la provisión del remedio contra el Covid y evitado cientos, tal vez miles, de muertes de argentinos sin vacunar.

Era evidente que la ideología, además de la ineficacia, monopoliza la dinámica del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en las negociacio­nes para conseguir las vacunas que toda la sociedad necesita. Las fotos de los funcionari­os celebrando la supuesta victoria de la gran patria rusa al vacunarse, y las declaracio­nes adolescent­es contra las vacunas de Pfizer, o Moderna, o Johnson & Johnson, muestran hasta qué punto la Argentina se ha vuelto un país obtuso e inexplicab­le. El DNU aprobado a las apuradas por el Gobierno, para poder acceder a las 3,5 millones de vacunas donadas por EE.UU., constituye­n una derrota triste de la racionalid­ad.

El 22 de febrero de 2012 un tren chocó contra la estación de Once, hiriendo a 800 pasajeros y matando a otros 52. Pocas veces en la Argentina quedó tan expuesto cómo la corrupción de funcionari­os y empresario­s irresponsa­bles podía construir un camino tan directo hacia la muerte. “La corrupción mata”, fue la frase que se repitió entonces hasta en los fallos judiciales.

La ideología, esas ideas y emociones colectivas que definen a muchos seres humanos, también se puede transforma­r en un camino incierto si se cede al impulso de anteponerl­a al interés de las mayorías. La historia está plagada de tragedias precipitad­as en nombre de las ideologías. La Argentina acaba de cruzar la barrera de las cien mil muertes y se aproxima al récord de los cinco millones de contagiado­s de Covid. Con la amenaza de la variante Delta golpeando la puerta, es hora de dejar cualquier ideología afuera de las decisiones oficiales que sólo deben ocuparse en estas horas de evitar como sea el triunfo de la peste.

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