Clarín

Atrápame si puedes

- Alejandra Pataro apataro@clarin.com

La realidad vale a veces ser llevada al cine. Y a veces la ficción se hace realidad. Pensemos en “Atrápame si puedes” (Catch Me If You Can), la película en la que Leonardo Di Caprio salta de estafa en estafa, haciéndose pasar por piloto de una aerolínea, médico, abogado... mientras un policía exasperado, interpreta­do por Tom Hanks, le muerde los talones. No es ficción. El film está basado en la vida de Frank Abagnale Jr. Pensemos en Zelig, el film de Woody Allen, en el que el peculiar personaje Leonard Zelig empieza a llamar la atención por sus aparicione­s en diferentes lugares con diferentes aspectos, incluso junto a figuras históricas. Pensemos si pudiéramos juntar las personalid­ades de Abagnale, el estafador precoz que con apenas 19 años consiguió millones de dólares con sus engaños, con la de Zelig, el “hombre camaleón” que lograba colarse y mimetizars­e junto a figuras tan diversas como Hitler, el Papa o Al Capone. Si pudiéramos, terminaría­mos en un personaje real: Francisco Nicolás Gómez Iglesias o, para los españoles, el “Pequeño Nicolás”. Como Zelig y Abagnale, Gómez Iglesias se mimetizó, engañó y estafó a políticos y empresario­s españoles haciéndose pasar por “una y mil personalid­ades”. Con apenas 20 años, el Pequeño Nicolás dejó perplejos a los españoles cuando se enteraron de su descaro. En 2014 se supo que el farsante había estado en el besamanos durante la asunción de Felipe VI y Letizia, en reuniones de empresario­s de la Bolsa de Madrid, en el palco del Bernabéu y con líderes políticos como José María Aznar o Esperanza Aguirre. Falsificó informes del Centro Nacional de Inteligenc­ia y se hizo pasar como asesor del Gobierno español. Usurpó funciones públicas. Se armó comitivas ficticias con autos de alta gama para visitar empresario­s y venderles el cuento del tío. Le incautaron placas de la Guardia Civil y de la Policía Municipal de Madrid.Estafaba a diestra y siniestra. Prometía negocios jugosos y redondos por sus supuestos contactos en los niveles más altos del gobierno. Lo agarraron de las narices. Esta semana, a sus 26, le dieron tres años de cárcel por solo algunas de sus fechorías. Cuando le preguntaro­n por qué lo hizo, el Pequeño Nicolás contestó que para sentirse “poderoso”. “Me quería tirar el pisto (...) Me quería dar aires de grandeza (...) cuantos más coches mejor”, dijo. Otro curioso caso para la psiquiatra Eudora Nesbitt Fletcher.

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