“Por la causa AMIA tengo dolor, bronca e impotencia”
profeta Isaías proclamaba: “Una voz clama en el desierto”, (capítulo 40-3), y estas palabras encastran a la perfección con la situación de la causa AMIA, luego de más de un cuarto de siglo sin ningún responsable detenido. Sea que pensemos en los ideólogos o sus perpetradores o ejecutores extranjeros y su colaboración local. Resulta una mácula para el país que muy probablemente seamos los únicos en el mundo donde no se haya podido esclarecer crímenes de semejante magnitud. En otras latitudes, incluso en países de África e India, con gobiernos que antes pensamos eran más atrasados que nosotros, sufriendo terribles atentados, sea con explosivos o masacres llevadas a cabo por terroristas suicidas, ellos han logrado neutralizar a los autores o castigarlos con cárcel o pena capital.
No me cabe duda que Argentina es un vehículo que marcha en reversa. Los delincuentes y criminales gozan de múltiples derechos y privilegios, mientras sus víctimas deben contentarse con resignación o consuelo, o vivir bajo la sombra de la inseguridad y del miedo, tanto los delitos domésticos como los de alto voltaje o ideológicos, de odio, o cometidos por terroristas o sicarios, con víctimas que suman más de un centenar entre muertos y heridos.
Los muertos de la AMIA son esa voz que clama en el desierto, ellos no pueden levantarse de sus eternas moradas, pero su voz hace estallar el silencio cada 18 de julio, exigiendo que la Memoria nos conduzca a la deseada Justicia.
Un estado crónico de impunidad siempre invita a estos asesinos a tentarse en cometer nuevos atentados y embarcarse en acciones que terminan en un río de sangre, acompañado de una mezcla de gritos y lágrimas, donde se funden dolor, bronca, e impotencia.
Natalio Daitch nataliodsalud@hotmail.com