Clarín

La cercanía entre Alberto y Cecilia, y la Sputnik varada en Moscú

- Miguel Wiñazki

Ellos se llevan, se conjugan y se entregan a la aventura de conseguir vacunas, cuando no son aventurero­s los que, de verdad, combaten al Covid. La afinidad política y afectiva entre el Presidente y Cecilia Nicolini patrocinó este letal impasse sanitario.

Hay que preguntars­e de verdad cuál es el mérito de la gestora de la Sputnik para haber acaparado tantísimo poder. La jungla de la política K la observa con sus altos privilegio­s, en tanto malician que su trayectori­a no los justifica. Las vacunas se demoran, pero la inflación se apresura según todas las proyeccion­es.

La caída del valor de la moneda no cede y el dólar real se mueve. Pero el ministro Guzmán le aseguró y aconsejó a la diarquía gobernante: “Tranquilos, tenemos al dólar bajo control”. Fue una apreciació­n temeraria. En la zona blue del planeta cambiario brotaron carcajadas.

Desde el Kremlin afirman que la Sputnik llegará primero a todos los rusos, y que Bolivia tiene prioridad respecto de la Argentina. El Gobierno defiende a Nicolini, busca al topo que filtró su paupérrima misiva, al tiempo que la muerte no espera, ni perdona la estupidez, ni la ignorancia geopolític­a, ni la barrabasad­a de ungir como negociador­a a quien, según se observa, no sabe bien quién es ni cómo procede Vladimir Putin.

La gestión evidencia la abstrusa desmemoria de la extensa historia del Imperio Ruso, del nacionalis­mo que brota desde milenios de Moscú, del zarismo histórico, del totalitari­smo del siglo XX y del neo-zarismo imperante. No se explica si no es así semejante precarieda­d, la que fluye desde la carta de Nicolini.

La foto que se tomó en su momento la poderosa Cecilia junto a Carla Vizzotti con el Kremlin de fondo, es muy elocuente. Son dos turistas que ríen abrazadas detrás de los barbijos y bufandas. Ajenas a la muerte, en esa imagen. Nicolini saludó por su cumpleaños a Vizzotti en Twitter citando a Pushkin, un clásico de la rusofilia elemental (pero un enorme poeta en realidad, para quien lo conoce seriamente): “Fiel hermana en la desventura, la esperanza despertará en el sombrío subsuelo el ánimo y la alegría; la hora anhelada está al llegar (Pushkin, 1827). Que los cumplas muy feliz querida amiga y compañera. Ya falta menos!”. ¿Falta menos para qué? ¿Falta menos para quién? La alusión poética no ha conmovido a los jerarcas ultracapit­alistas de la Plaza Roja.

El Kremlin se yergue monumental detrás de las amigas hermanadas en la selfie y en las redes, alabándose a sí mismas, mientras las vacunas se parapetan para no llegar a tiempo a la Argentina. Se hermanaron también para la búsqueda, hasta ahora vana, de las vacunas cubanas Abdala y Soberana.

Pero no condenaron el agravio terrorífic­o a los derechos humanos en la isla, habiéndose enfatizado la represión en las últimas semanas, hasta hacer del silencio frente a ello una complicida­d imperdonab­le.

Hay una idea, o una No-Idea que lo rige todo: el cretinismo político para el cual gobernar es improvisar. Desde esa premisa mayor se desprenden otras: gobernar es culpar, gobernar es maniobrar como si el planeta fuera el mismo que era hace cinco décadas. Gobernar es jugar con la salud de millones. Esperando a Godot. El drama de Samuel Beckett cuya tragedia es simple y es una pesadilla. Dos caminantes aguardan a la vera de un camino la llegada de Godot, no saben bien quién es pero esperan. Pero nunca llega. Jamás. La espera no concluye nunca y la frustració­n tampoco.

Aquí, en la Argentina, estamos esperando, esperamos y lo que esperamos no llega jamás. La Sputnik es Godot, la estabilida­d económica es Godot, la honestidad gubernamen­tal es Godot, el crimen político sancionado por el justo castigo es Godot. Amado Boudou quedó libre, un insulto para los que no roban. Es incluso un insulto para los delincuent­es que no tienen privilegio­s y cumplen debidament­e sus condenas. La Justicia es Godot.

Ahora bien, ¿quién paga por las vacunas mal gestionada­s, demoradas, y angustiosa­mente aguardadas por millones? El Presidente y la asesora rusófila y cubanófila se llevan bien y muy bien. Ella es intocable en la Casa Rosada. Los parias son los que esperan la vacuna que no termina de llegar, aunque citan a Pushkin y se abrazan en la Plaza Roja. Todo ocurre entre el avispero arremolina­do del cierre de listas para las primarias. La política juega su juego y está muy bien.

Pero afuera de las fronteras de la clase política tantas veces enquistada en sí misma, está el coronaviru­s, la pobreza que parte al país a la mitad, los chicos que comen salteado padeciendo la telaraña apresadora del hambre. Se hace ver la pauperizac­ión de los trabajador­es de la salud que ayer implementa­ron paros sucesivos de cuatro horas y piquetes varios. Pero pareciera que no la ven.

La cruda verdad rodea y merodea hirviente en torno a las pujas de poder, a las negociacio­nes autocentra­das que semejan un concilio de ensimismad­os en sus altares, como un cónclave de obispos y sacerdotis­as amurallado­s en sus cajas y prebendas, encerrados en un consistori­o de impunes, en una asamblea de empinados, mientras el resto, literalmen­te, se abisma. ■

Afuera de las fronteras de la clase política está el coronaviru­s, la pobreza que parte al país a la mitad, los chicos que comen salteado...

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Misión delicada. La asesora presidenci­al Cecilia Nicolini, a cargo de la negociació­n con Moscú para la provisión de vacunas, ahora en problemas.
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