Clarín

El tirador que disparó 60.000 veces en un año y quiere subirse al podio

- Hernán Sartori hsartori@clarin.com

Federico Gil aprendió a caminar en el Tiro Federal Argentino. Cada fin de semana acompañaba a papá Horacio, tirador de Selección, junto a mamá Mónica y a Melisa, su hermana mayor. Se sabe: tanto va al cántaro a la fuente que al final se rompe. “Papá, dejanos tirar”, dijo un día. Y no paró más. Aquel niño de 8 años que levantó por primera vez una escopeta con la ayuda de su padre, competirá hoy en sus segundos Juegos Olímpicos, desde las 22 de la Argentina. Tiene 33. Pasó apenas un cuarto de siglo.

“Mi papá me sostenía la escopeta y los platillos estaban fijos, obvio. Así empecé. Y como a los 12 era gordito, me servía para soportar el retroceso del arma. Igual mi hermana era un fideo y tiraba como loca, je”, recuerda este ex abogado penalista devenido en especialis­ta en derecho económico y de sociedades. Menos visitas a la cárcel por suerte.

Desde que debutó internacio­nalmente en el Sudamerica­no junior de Lima, a los 12 años, no dejó de vestir la celeste y blanca en la disciplina skeet. Es que el tiro es una cuestión de familia para Federico.

Pedro, su abuelo paterno, tenía una armería en Avellaneda y su abuelo materno fabricaba platillos de manera artesanal. Han cantado bingo. De adolescent­e comenzó a trabajar en la armería y fue el encargado mientras estudiaba Derecho. Hasta que el local devino en el estudio jurídico familiar, donde ejerce junto a mamá Mónica Pérez y a Melisa, también olímpica en Río 2016 y en Tokio 2020.

Treinta tiradores se clasificar­on a la cita japonesa en skeet y fueron divididos en cinco sextetos. Hoy habrá tres rondas de 25 tiros cada una. Mañana, desde las 22, dos rondas más. Los seis mejores se clasificar­án a la final de las 3.50 del lunes argentino. Y sesenta platos definirán las medallas. Los números no mienten: si llega a la final, Federico disparará 185 tiros en dos días. -¿Cuántos tiros de entrenamie­nto hiciste en el último año para ser olímpico? -60.000.

Verlo en acción en la cancha de tiro genera incredulid­ad. Pide el plato con un sonido indescifra­ble y la computador­a puede tomarse hasta tres segundos en lanzar uno o dos platos, según la estación en la que se encuentre. Porque en una ronda tira desde distintas posiciones de un semicírcul­o.

“El plato puede salir enseguida o a los tres segundos. Y en esos tres segundos se te sale el corazón del pecho y te parecen tres minutos. Y si encima errás, se te cae el mundo a pedazos y te sentís el peor del planeta”, explica.

Calcula que el primer tiro lo dispara no más de 75 centésimas después de la salida del plato, que vuela a 90 kilómetros por hora en un tramo de 40 metros. Y en algunos puestos salen dos platos, uno de cada lado. Por eso el entrenamie­nto es tan feroz. Y la escopeta se convierte en una extensión de su cuerpo.

“Las escopetas se hacen como un traje a medida. Se diseñan para tu cuerpo. Por eso yo uso la misma hace 8 años. Voy a la fábrica Krieghoff en Ulm, Alemania, a 150 kilómetros de Munich, y me quedo diez días viviendo ahí hasta que el bloque de madera se va transforma­ndo en el arma. Probamos caños y balanceo. La mía no la cambio ni loco”, cuenta.

Federico permanece en el top ten del ranking mundial desde 2015. Hoy comparte el segundo puesto con el sueco Stefan Nilsson, lejos del danés Jesper Hansen, el número uno. Todos se conocen demasiado. “El tiro es un deporte que requiere de muchos años de entrenamie­nto y competenci­a para llegar a la elite. Se empieza de muy chico, como todos los deportes olímpicos, y requiere de una determinad­a maduración, porque ves que entre los 30 y los 37 o 38 años logran su mejor puntuación. Por eso los conozco hace 20 años”, señala.

“Es un deporte que requiere las mismas caracterís­ticas que el golf:

muchísimo nivel de coordinaci­ón física y mental. Y la templanza y la madurez vienen con los años”, argumenta.

Su trayectori­a y su presente le permitiero­n tener de sponsors a las mejores marcas especializ­adas en escopetas, municiones, platillos y equipamien­to. Pero en Argentina, más allá de las becas bien ganadas del ENARD y de la Secretaría de Deportes, cero al as. Como si le pifiara a todos los platillos.

“No tengo a ninguna empresa argentina como sponsor. A los de bebidas y ropa les escribí y ni te contestan el mail. Lo asumí cuando me clasifiqué a Río 2016 y ya no le escribo más a nadie. Si quiero ropa, tengo que ahorrar y comprármel­a. Me encantaría poder tener más sponsors, pero en redes sociales me sigue mi vieja”, dice entre risas. Habla de este fenómeno de que las marcas no valoren procesos, proyección ni resultados sino cantidad de seguidores en Instagram. La posverdad.

“Yo me tomo muy en serio el apoyo de las becas. Es un peso enorme representa­r al país, porque lo hago con la plata de todos los que pagan impuestos: desde uno que paga el agua a la superempre­sa que paga Ganancias”, sintetiza. Y compara su situación con el Primer Mundo: “El número uno tiene la cantidad de escopetas que quiere. En Italia, por ejemplo, los tiradores son policías, guardias forestales o carabinier­i. No por carrera sino que los emplea alguna fuerza de seguridad para tener un sueldo”. -¿Por qué seguís entonces?

-Estoy totalmente loco de la cabeza. Soy un apasionado del tiro.

Y en el cierre sintetiza el fuego que lo atrae de este deporte con una anécdota que lo marcó. “Un día Vincent Hancock, oro olímpico en Beijing 2008 y en Londres 2012, me confirmó que siente lo que me pasa a mí. ‘En el primer plato me tiembla el piso. Pero si no tuviera esa adrenalina, no lo haría más’, me dijo. Y yo vivo lo mismo. El miedo trae adrenalina y, con eso, mejores condicione­s. Si no estuviera ese miedo, no tendría sentido. A más cerca del precipicio, mejor tiramos”.w

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@FEDERICOGI­L125 Dupla. “Sigo porque estoy totalmente loco”, dice Federico, que desde los 8 años va tras los pasos de Horacio, padre y entrenador.

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