Piden 50 años de prisión para un empresario que abusaba de 4 hijas
Les decía que estaba enamorado y las violó durante más de dos décadas. Mañana darán el veredicto.
La audiencia comenzará a las 12 en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Morón, integrado por los jueces Mariana Maldonado, Claudio Chaminade y Juan Carlos Uboldi. La investigación estuvo a cargo de la fiscal Marcela D’Ascencao, de la Unidad Funcional de Investigación y Juicio (UFIJ) N° 11, especializada en violencia familiar y de género. El fiscal de juicio, Pablo Masferrer, requirió una pena de 50 años de cárcel para el empresario Alejandro Rosario Manuel Leguizamón, de 55 años.
“Me costó mucho tiempo tomar la decisión de denunciarlo, me decidí tras hablar con mis hermanas”, explicó Romina, hoy de 32 años de edad y trabajadora de la salud. Fue violada sistemáticamente por su padre desde que iba al jardín de infantes, cuando tenía 4 o 5 años. También atravesaron la misma situación tres hermanas: Soledad (de 30 años), Carolina (29) y Evangelina (27).
Leguizamón vivía en su casa de Castelar Sur -en el partido de Moróncon su esposa y sus once hijos. “Lo mío con vos no es abuso, es incesto. Yo estoy enamorado de vos y juntos tenemos que hablar con tu mamá para que haga una terapia y lo acepte”, le escribió en una carta a Romina. La firmó, escribió su número de DNI, le puso la fecha y agregó: “Si querés denunciame”. Pero días después le quitó el papel y lo hizo pedazos.
La joven trabajaba con él en la fábrica, ubicada en la zona norte del Gran Buenos Aires. Allí también la violó. Y cuando regresaban juntos, en auto, pasaba por hoteles alojamiento para proseguir con los abusos.
“No digas nada, si vos hablás me pego un tiro y le va a pasar algo a mamá”, le advertía. Romina narró parte de las aberrantes situaciones que le tocó atravesar. “Camino a mi casa me quiso obligar a entrar a un hotel, me quise tirar del auto y eso hizo que se arrepintiera. Se puso a llorar, me pidió disculpas”, afirmó la víctima al medio Primer Plano.
En la casa familiar, los abusos por parte del padre eran cometidos cuando las chicas se encontraban solas o
cuando su esposa, hoy de 56 años de edad, se iba. “Ella también fue víctima de violencia, no se esperaba estas cosas, la pasó mal. La mandaba a hacer compras, que tardara dos o tres horas, que fuera y volviera caminando, y cuando salía para cuidar a mi abuela, que era discapacitada”, aseguró Evangelina a Clarín.
El hombre acostumbraba a golpear a su esposa “por no cocinarle lo que quería”. En una oportunidad la obligó a desnudarse, apuntándole con un arma, y la forzó a salir así a la vereda. “A ver cómo cogen adelante mío”, la desafió junto al padrino de una de sus hijas, al sospechar que mantenían una relación.
Leguizamón “no dejaba que sus hijas tuvieran novio, debían esconderse de él todo el tiempo”. No las dejaba salir de la casa y “tenían que turnarse para rascarlo en el cuerpo y los genitales”. Les ordenaba: “que venga a rascarme una de las chinitas”.
Si las chicas se negaban a obedecer a su padre, Leguizamón “les pegaba con un cinto o con un fierro enrollado con cinta aisladora de color azul”, según indicaron las fuentes de la investigación ante una consulta de Clarín. O también amenazaba con violar “a la más chica” de sus hijas.
Además, uno de los hermanos, también abusado, pero que decidió no promover la investigación, ya que decidió “perdonarlo” al ingresar al culto evangelista, relató que el empresario “quería ver sangre y les tiraba con un cuchillo para que se pelearan entre ellos”.
En el juicio, que se in ició el lunes 6 de septiembre pasado, el acusado negó todo y denunció “un plan” orquestado por su familia para quedarse con su fábrica de membranas, que sigue a su nombre. Por esa razón, su abogada defensora pidió que absuelvan a Leguizamón.
Para apuntalar las acusaciones fueron claves dos testimonios. Por un lado, el de uno de sus socios en la empresa, a quien, tras un allanamiento, Leguizamón le dijo: “Esto es porque estoy enamorado de mi hija”. Por otra parte, de acuerdo al relato realizado por una vecina del negocio, Romina le contó, llorando, que era abusada por parte de su padre. Cuando fue a increparlo, Leguizamón se defendió diciendo que lo de ellos era “una relación sentimental”.
El empresario estuvo tres años prófugo. Cayó en 2019, tras haberse refugiado con una identidad falsa en una casa que había alquilado en Rafael Castillo (en el partido de La Matanza).
Le secuestraron un revólver 38 largo marca Destroyer, por lo cual también lo imputaron por “tenencia ilegal de arma de guerra”.
Antes de que lo detuvieran, Leguizamón seguía hostigando a sus hijas, sobre todo a Romina. “Estoy en la esquina de tu casa”, le escribía a su teléfono. “Te voy a matar a vos y a tu marido”, advertía. A Evangelina también. “¿Cómo estás vestida?”, “Ya sé que tomaste el colectivo de 7 y 20”, le decía mientras se dirigía a su trabajo en la línea de trenes Sarmiento.
El empresario, que se encuentra detenido en la Unidad 39 de Ituzaingó, es acusado de abuso sexual con acceso carnal reiterado (nueve hechos), abuso sexual gravemente ultrajante para la víctima reiterados (tres hechos), agravados por haber sido cometidos por su ascendiente y por la situación de convivencia preexistente, como también por corrupción de menores (cuatro hechos).
“Espero que la sentencia sea lo que corresponde, que sea ejemplar”, pide Evangelina. Lo mismo que sus hermanas, con quienes planearon cambiarse el apellido. Pero, finalmente, desistieron de esa idea a causa de la burocracia que implica el trámite y por un consejo familiar: “el abuelo no tiene la culpa”.w
Leguizamón violó varias veces a una de sus hijas en su fábrica de membranas y en hoteles.