“El arte al servicio de la política termina en un panfleto”
De la obra del pintor vanguardista Rafael Barradas, que presenta el Malba, al lugar de la cultura.
Se ríe el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti cuando en medio del diálogo con Clarín vía Zoom, la cronista le dice que es “una rara avis entre los políticos latinoamericanos”. Es un hombre culto, agradable conversador, de escritura lúcida y reflexiones profundas, generoso para compartir sus saberes e interesado en la cultura, la educación y el arte, materias que varios presidentes actualmente en ejercicio eluden o ignoran literalmente.
Con motivo del 20° aniversario de existencia que el Malba celebra con la inauguración de una exposición antológica del gran artista uruguayo Rafael Barradas (1890-1929), Sanguinetti dará hoy una charla magistral en el museo soñado y creado por Eduardo Costantini.
Curada por Enrique Aguerre -director del Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay- la muestra es también una forma de abrazo entre dos países hermanos, Argentina y Uruguay.
A través de más de 130 obras, que proceden de Uruguay y también de colecciones privadas, el público conocerá a un hombre que fue, según expresa Sanguinetti, “la vanguardia de las vanguardias”. Creador del “vibracionismo”, una concepción estética que procuró dar forma y color a la ciudad que se avizoraba en los años 20, con sus avances, su dinamismo, siguiendo la huella del cubismo y del futurismo. -¿Cómo fue su relación personal con la obra de Barradas?
-De los temas de arte me ocupo desde hace muchos años, primero como periodista, luego como dirigente, y fui presidente de nuestra Comisión de Bellas Artes en 1967, lo que me vinculó con muchos movimientos contemporáneos y con figuras muy relevantes que, de algún modo, requerían de un esfuerzo mayor por valorizarlas. Este es el caso de Rafael Barradas. Tenía una enorme trascendencia pero recién en los últimos 30 o 40 años la crítica española lo ha reconocido como introductor de la vanguardia. Con su llegada a Barcelona se convirtió en el gran removedor del quehacer artístico. De modo que no solo tengo
una gran relación con Barradas, sino con Barradas y Buenos Aires. En 1987 hice una visita de Estado a la Argentina, cuando gobernaba nuestro recordado amigo Raúl Alfonsín, y en esa ocasión llevamos una muestra de arte uruguayo con seis maestros: Juan Manuel Blanes, Carlos Federico Sáez, Pedro Figari, Joaquín Torres García, Rafael Barradas y José Cúneo. -¿Cómo siguió?
-En 1995, durante la presidencia del doctor Menem, también con ocasión de otra visita oficial, hubo una exposición sobre Barradas y Torres García. Ahora en este magnífico museo que es el Malba la exhibición es muy particular, monográfica y está organizada junto con el Museo Nacional de Montevideo. Se circunscribe a diez años, entre 1913 y 1923, en que Barradas es considerado vanguardia de las vanguardias. Sin formación académica, hijo de un pintor decoraConvive tivo, que pintaba guirnaldas y flores para celebraciones patrias y casamientos, ya en 1912 empieza a exponer esos cuadros removedores. En 1913 se va a Milán y allí se acerca a Marinetti, un nacionalista delirante pero con un genio incuestionable, y absorbe su manifiesto de que había que terminar con todo lo que quedaba del viejo tiempo y expresar el torbellino de la velocidad de lo nuevo, de la ciudad del futuro. Llega la Primera Guerra Mundial y se va a España, donde comienza a desarrollar su propia personalidad y crea la corriente del “vibracionismo”, que expresa la vibración de la vida, de la calle, de la nueva ciudad, del automóvil, los ruidos, las luces. Esa es la vibración que refleja en su pintura. Es el mundo que quiere mostrar. Y así pinta los cafés de Barcelona. Era un hombre de muchas amistades y tertulias y compartió grandes cenáculos. Con Luis Buñuel, con Federico García Lorca, que incluso le encarga escenografías. Barradas en realidad malvivía de sus dibujos y caricaturas para los diarios, porque su arte no era para su tiempo. -¿Esa fuerza de la vanguardia de aquellos años 20 que este “hombre flecha”, expresión que da título a la exposición del Malba, encaró podría tener equivalente en estos años 20 del siglo XXI? -En aquel momento había un fuerte cambio porque era el impacto de la sociedad industrial. Hoy estamos en otro cambio de tiempo histórico. Vivimos en la sociedad digital, la sociedad del conocimiento. Podríamos pensar en algún arte que exprese, de algún modo, este nuevo tiempo. Sin dudas que hay ensayos. Hay un arte digital que se ha celebrado con algunas ventas extrañas. Pero ¿eso se consolidará? No lo sé. Lo que veo en el mundo actual es una gran dispersión, en la que conviven todas las tendencias.
La especialidad del político es la generalidad, mirar a la sociedad en sentido amplio. Y el arte siempre es vanguardia y está en los umbrales de lo nuevo. Es un modo de entender mejor a la sociedad”.
lo que había con lo que viene. -¿Qué sucede hoy?
-En nuestro mundo actual tenemos una superposición de tendencias, y a veces un poco de desconcierto. Hay búsquedas, incluso hay expresiones cuestionadas porque expresan nuestra sociedad de consumo. Por ejemplo, ¿Jeff Koons es vanguardia? Yo no sé. Mucha gente piensa que es obra de utilería. Sin embargo esa es nuestra sociedad de consumo, nuestra dialéctica entre los viejos objetos y las nuevas visiones. Si todo esto desembocará en una corriente unívoca, no se ve por ahora. Hoy estamos en un mundo de búsquedas con superposición de muchas tendencias. Tal vez en aquella época fue así también. Pero lo que hubo entonces fue una creación muy fuerte, una aceleración histórica impresionante. El impresionismo, el post impresionismo, el cubismo, el arte abstracto, etc. Fueron años de una enorme creatividad que se consolidaron rápidamente. Y hoy no vemos una consolidación tan clara. El tiempo dirá. -¿Le ha servido esta disposición a la cultura y al arte a la hora de resolver cuestiones políticas? -En el mundo político me ha generado más críticas que aplausos. Hay quienes han dicho por qué este buen señor no se ocupa de otros temas en lugar de hablar de arte. Pero me ha servido en la medida en que el político es básicamente un generalista. La especialidad del político es la generalidad, mirar a la sociedad en sentido amplio. Y el arte siempre es vanguardia y está en los umbrales de lo nuevo. Es un modo de entender mejor a la sociedad. -Leí una reflexión suya muy interesante: si no hay puentes, la grieta se hace fractura y la fractura se hace abismo. ¿Piensa que la cultura puede crear esos puentes donde la política no consigue construirlos?
–El arte y las expresiones de la creación humana son las que elevan el espíritu. Felizmente nuestra América latina no es solo problemas. Lo mejor de lo nuestro es lo que nos redime. Le aconsejo a mis amigos argentinos que vayan a la exposición de Barradas en el Malba porque entenderán que la creación es lo mejor de lo nuestro, no solo la intemperancia y los problemas. Sin dudas el arte exalta, eleva, remansa. Pero también a veces puede usarse y cuando es usado se degrada. Fue el caso del arte en la ex URSS que se convirtió en panfleto. La pintura rusa tuvo en 1910 unas vanguardias espectaculares. Había artistas mujeres increíbles. Pero los que se quedaron recién salieron a la luz 80 años después. El arte al servicio de la política termina en un panfleto. Eso no quiere decir que desde un punto de vista histórico el arte no sea importante para trazar una iconografía. ■