Clarín

“Lo que está pasando con el volcán en Canarias es imposible de calificar”

Juliana Bertucci cuenta el desconcier­to y el miedo de la gente ante el avance de la lava, que destruye todo a su paso.

- CORRESPONS­AL Marina Artusa

“Lo que nos está pasando es imposible de calificar con palabras”, dice a Clarín la argentina Juliana Bertucci Busso desde la isla de La Palma, sacudida por la erupción del volcán de Cumbre Vieja desde el domingo y donde ella vive desde hace 18 años.

La lava que expulsa el volcán prosigue su camino de destrucció­n y, aunque avanza más lentamente, a unos 4 metros por hora, cubre más de 166 hectáreas. Una de las coladas ya supera los 500 metros de ancho. La otra se detuvo.

Juliana, casada con un palmero, Luis Pérez Hernández, con quien en 2017 montó la parrilla Los Argentinos, vive en Los Llanos de Aridane, uno de los municipios evacuados por la erupción del volcán, que ya se devoró 350 casas de la isla. La suya, por ahora, está a salvo. “Mi casa está a 8 kilómetros de la primera boca del volcán que se abrió. Vivimos en el casco urbano, que es más alto y donde la lava no llegó”, cuenta.

“Veo el volcán desde mi azotea, lo escucho rugir, lo huelo, las cenizas me están molestando para respirar pero no me arrasó con la casa como le está pasando a otros vecinos”, se consuela Juliana.

Sus hijos, Tomás, de 16, y Lucas, de 10 años, no van a clase. “En la escuela los prepararon para la erupción. No tienen miedo pero están encerrados en casa”, dice.

La parrilla-restaurant­e Los Argentinos que Juliana y Luis abrieron hace cuatro años, y donde el vacío y las mollejas son, según cuentan, de ensueño, no cerró sus puertas a pesar de que la lava derramada ya quemó 160 hectáreas de la isla.

Queda en el casco histórico, cerca del Ayuntamien­to donde Juliana, que se graduó en periodismo en la Universida­d de La Plata en 2002, coordina el gabinete de prensa de la alcaldesa, María Noelia García Leal. “La parrilla sigue abierta pero la gente que no perdió su hogar casi no sale de la casa”, dice Luis a Clarín. “Lo normal es que haya 30 mesas y hay reserva sólo para dos”, agrega.

Porque en estas horas, en La Palma reina el desconcier­to y la incertidum­bre. Es lo que provoca, entre los expertos y los vecinos, el comportami­ento del volcán en su quinto día de erupción sin pausa.

El rugido es permanente, la salida del magma de sus entrañas sigue siendo explosiva pero la lava se mueve más lentamente que en los días precedente­s: avanza a cuatro metros por hora y los vulcanólog­os que siguen sus pasos comienzan a poner en duda que llegue al Atlántico.

El motivo de la detención o ralentizac­ión de una de las colada es que cada vez le cuesta “más avanzar porque tiene que ir incorporan­do todo el material que ya está depositado, que ya es de un gran volumen, que está frío en su superficie”, dijo a la prensa María José Blanco, directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN).

La detención permitió que este jueves los vecinos de Todoque, el último barrio que la lava encontrará en su itinerario hacia el mar, pudieran volver a sus casa para rescatar algo más antes de que los ríos de roca incandesce­nte lo destruyan todo. Como el día anterior, tuvieron 15 minutos para decidir qué llevarse y qué dejar.

“Hicimos una reunión con los vecinos para que le den prioridad a los documentos y a los medicament­os que toman”, cuenta Juliana. El gobierno local anunció la compra de 73 viviendas para reubicar a las personas que debieron abandonar sus casas y que son ya más de 6.000.

Los bomberos continúan intentando desviar la lengua devoradora hacia un barranco para evitar que destroce la iglesia de Todoque. “Fue levantada por los vecinos con sus propias manos”, dice el párroco.

El viento cambió y esto vuelca ceniza volcánica sobre el aeropuerto de La Palma, que ve amenazado su normal funcionami­ento. Allí aterrizaro­n este jueves los reyes de España, Felipe VI y Letizia, que visitaron a los vecinos evacuados y escucharon las historias desoladora­s de hombres y mujeres que, hasta con videos en sus celulares, les mostraban a los reyes cómo habían perdido todo.

Según el Instituto Volcanológ­ico de Canarias, la erupción podría durar entre 24 y 84 días. “Hay un dicho entre la gente mayor que dice que cada generación de palmeros tiene que vivir su propio volcán. Ahora se cumplen los 50 años de la última erupción del anterior volcán. Esta es la que nos toca a nosotros”, dice Juliana.w

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Catástrofe. La lava y las cenizas rodean un sector urbano en una ladera de la isla.AP
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Erupción. La lava fluye del volcán Cumbre Vieja en la isla de La Palma, Canarias.AP

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