Clarín

Guzmán resiste en su pelea con Cristina y La Cámpora

- Marcelo Bonelli mbonelli@clarin.com

Martín Guzmán defiende su permanenci­a con uñas y dientes y está dispuesto a enfrentar los ataques de La Cámpora. Máximo Kirchner es su enemigo íntimo: fogonea la salida del jefe del Palacio de Hacienda. La Cámpora hace las operacione­s contra Guzmán y es Máximo el que insiste en instalar un plazo fijo a su gestión: noviembre. Pero el ministro dice que decidió resistir y está dispuesto a contragolp­ear: marcar las contradicc­iones de los “gurkas” y las falacias del relato económico de La Cámpora.

Guzmán ya mostró los dientes: salió al cruce de los diagnóstic­os y replicó a Cristina. Fue educado y doctoral, pero se atrevió a decir que la vice confunde conceptos básicos de la contabilid­ad del Tesoro.

Ocurrió cuando dijo que el déficit bajó, pero el gasto era expansivo. En otras palabras,

que Cristina había mezclado peras, con manzanas. Guzmán se siente con fuerza para dar batalla . Alberto le confió que su cabeza no rodó la semana pasada porque se decidió no aumentar la incertidum­bre en el mercado de cambios. En forma muy precaria, Guzmán contiene la corrida. Lo ayuda la fabulosa bicicleta con el dólar financiero y los títulos link: el negocio es sideral para los especulado­res. El supercepo – ademásno frena la salida de billetes: US$ 700 millones en septiembre.

Máximo reclamó su renuncia 72 horas seguidas. Pero su insistenci­a chocó contra la posición de Cristina y Alberto. El dúo coincidió en una cosa: que la salida de Guzmán era echarle nafta al fuego a la pelea frontal entre el Presidente y la vice. Hubo – también- importante­s hombres de negocios que apoyaron a Guzmán. No los unió el amor, sino el espanto: temen que quien lo reemplace sea mucho peor que el jefe de Hacienda.

El ministro tiene poco éxito para mostrar: la negociació­n de la deuda pateó vencimient­os, pero aún hizo inviable el acceso al crédito internacio­nal.

Guzmán tiene todas asignatura­s pendientes: inflación y crecimient­o. Pero los hombres de negocios saben que es una de las pocas figuras racionales del Gabinete.

Máximo prepara una embestida: cambiar el Presupuest­o. Pero Guzmán negocia un armisticio: una fórmula que lo exponga lo menos posible en el Congreso. Hoy habrá una reunión de caciques legislativ­os. La semana próxima Guzmán recibe – en privado - a los jefes de Bloques. Pero recién iría al recinto a exponerse en público a fin de noviembre.

Guzmán cuenta con el apoyo del FMI.

Kristalina Georgieva lo considera un interlocut­or confiable de la Casa Rosada. Un emisario de Kristalina envió un mensaje a Alberto y a Cristina: si Argentina quiere un acuerdo, que no lo toquen a Guzmán. Clarín confirmó que el apoyo puede ser efímero: en el FMI afirman que en breve van a destituir a Georgina, y Guzmán quedaría colgando de un pincel.

En cambio, el papa Francisco no habló a Buenos Aires. Un vocero del Vaticano aclaró que el Papa no pidió por Guzmán y precisó

que está defraudado con Alberto y hace años que no tiene diálogo con Cristina.

Ahora, Guzmán busca un cara a cara con Cristina. Pactaron un encuentro – el miércoles pasado – en el diálogo telefónico que detuvo la sentencia del ministro. Hasta ese llamado de Cristina, Guzmán era una suerte de talibán anti-K. Le propuso al gabinete de Alberto patear el tablero, desembaraz­arse de los gurkas y formar un gobierno sin el cristinism­o. Todo quedó en la nada. Guzmán cambió de planes: cuando logró el apoyo de Cristina, se volvió conciliado­r. También hizo lo suyo: prometió aumentar el gasto para intentar ampliar los votos. Ocurrió en el peor momento de la crisis. Horas después de la renuncia de Wado de Pedro. En la misma reunión donde trataban de traidor al ministro de La Cámpora. Wado – una hora antes de su renuncia – había expuesto en el Council of the Americas.

No tenía idea de lo que iba a pasar.

El ministro, ahí mismo y delante de todos, acordó reuniones para la semana siguiente con dos importante­s figuras del Council. Ni habló de su dimisión, porque nunca pensaba irse del Ministerio del Interior. Los gurkas dicen que se vieron obligados a atacar al Presidente. “No reacciona, no reacciona”, gritaba

Un emisario de la titular del FMI envió un mensaje a Alberto y a Cristina: “Si quieren un acuerdo, que no toquen al ministro”.

Cristina a sus íntimos. Wado contó a varios empresario­s que la vice se sentía “boludeada” por Alberto. Que la sobrerreac­ción de la misiva fue para que el Presidente se pegara un “cagazo” y comenzara a tomar decisiones.

Cristina objeta al círculo íntimo del Presidente. Dice –en privado –que haciendo análisis político se parecen a los “buenos muchachos de Polémica en el Bar”.

Lo marcó en la agresiva carta. El incisivo ataque al vocero tuvo como objetivo intimidar: advertirle -y asustarlo- a Alberto de que tenía informació­n confidenci­al sobre las actividade­s de Juan Pablo Biondi.

Existe, ahora, una insólita interna en el nuevo gabinete: Juan Manzur quiere imponer horarios de trabajo matutinos, y muchos ministros no quieren aceptarlo.

En la UIA afirman que Cristina habilitó el nombramien­to del jefe de Gabinete también como una forma de que La Cámpora avance en Tucumán. Aprovechar tierra libre. Manzur es enemigo político de Cristina. La vice no lo soporta, pero su objetivo era voltear a Cafiero.

El Presidente – hace dos años – le ofreció a Manzur integrar su primer gabinete: iba a ser el primer ministro de Salud. Cristina– en el 2019 – lo vetó y le sacó bolilla negra también a otros dos candidatos ministeria­les que pretendía Alberto: Florencio Randazzo y Diego Bossio.

En la UIA, AEA y los banqueros sostienen que esa puja, hace que el nuevo gabinete de Alberto no sea tan cristinist­a, como se evaluó el viernes que se dieron los cambios. Apuestan a que Manzur se va a cortar solo.

La vice también intervino a Axel Kicillof. Evitó el ataque público, pero humilló al gobernador: lo hizo viajar a El Calafate para enterarse de los cambios que le obligaron a realizar a su Gabinete. Kicillof acató sin protestar: quedo más pintado que Alberto. No pensaba hacer modificaci­ones.

El retroceso de Axel implica un avance de Máximo en Buenos Aires. Ambos disputan el cariño de la vice y viven con celos sus decisiones. Los gurkas kirchneris­tas acusan a Axel de sectario y de sentarse arriba del dinero. Dicen que Cristina decidió torcerle el brazo con una frase: “gobierna solo con los que entran en el Clio”. Ayer, Martín Insaurrald­e mantuvo un encuentro secreto con intendente­s. Hubo críticas a Axel.

Pero la cuestión abrió otro frente en el Frente de Todos: a La Cámpora le fue muy mal en las elecciones. Perdió en todos lados. Máximo utilizó a YPF para hacer campaña en las provincias del Sur: perdió en Santa Cruz y en toda la Patagonia. En Neuquén – donde está Vaca Muerta – no hizo pie y en Mendoza fue paliza. Pablo González – el titular de la petrolera –aspira a ser gobernador de Santa Cruz. La compañía gasta mucho en marketing, pero no invierte como habían prometido en producción.

Ayer, Julián Domínguez tomó contacto con la Mesa de Enlace. El lunes será la reunión oficial. Hay mucho tráfico telefónico. Asumió un compromiso fuerte: abrir el cepo, a cambio de acuerdos de abastecimi­ento local. Trasmitió que ya lo habló con Cristina: tratan de revertir la paliza electoral que le dio el campo.

Horacio Rodríguez Larreta observa el aquelarre de la Casa Rosada. Ayer viajó a Washington. El lunes irá al Council of the Americas: enfrentará en Manhanttan a inversores descreídos y a los “lobos” de Wall Street.w

En la UIA, AEA y los banqueros sostienen que el nuevo Gabinete no es tan cristinist­a. Apuestan a que Manzur se va a cortar solo.

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