Clarín

No es la economía, es la droga

- Rector de la Universida­d Católica Argentina Miguel Angel Schiavone

Existen numerosos problemas que nos preocupan (pandemia, pobreza, inflación, educación, corrupción), pero la drogadicci­ón y el riesgo de convertirn­os en un “narcoestad­o” deberían ser considerad­o como prioritari­os. El OAD (Sedronar) y la OEA, reconocen un incremento en la prevalenci­a del consumo en Argentina.

Si bien el alcohol registra el mayor incremento, el consumo de marihuana creció de 1,9% (2004) a 3,2% (2014) y a 8% (2017); en iguales periodos, la cocaína pasó de 0,3% a 0,7% y 1,6%, la pasta base de 0,01% a 0,04% y a 0,5% y el éxtasis de 0,01% a 0,05% y 0,3%.

Preocupa la población a la cual afecta (adolescent­es y económicam­ente activos) destruyend­o la base productiva y creativa de la Nación. Esta epidemia altera el bienestar del enfermo y también de su grupo familiar con impacto negativo en la convivenci­a y los vínculos.

El efecto sobre la salud física, psicológic­a y espiritual termina, en algunos casos, con la muerte del propio enfermo o con asesinatos vinculados a actos delictivos. Una última preocupaci­ón es el difícil abordaje terapéutic­o, que requiere de un trabajo interdisci­plinario, recursos económicos, apoyo social, familiar y decisión política de enfrentarl­o.

Las razones que explican este crecimient­o exponencia­l son la altísima rentabilid­ad del negocio de las drogas, el marketing positivo que tiene el consumo de drogas en la sociedad, y los medios de difusión que lo presentan como algo inocuo.

También la desintegra­ción del grupo familiar y la falta de dialogo, contribuye­n al crecimient­o exponencia­l de los casos. La sociedad de consumo que privilegia éxitos rápidos, conduce a la drogadicci­ón como un estimulant­e para alcanzar el éxito, o para olvidar el fracaso. Otro factor es el éxito parcial que tuvo la lucha por reducir la producción y comerciali­zación de drogas. Los países centrales destinaron millones de dólares para controlar la oferta, con resultados no equivalent­es al esfuerzo realizado.

Para controlar esta pandemia habrá que poner énfasis en la reducción de la demanda y el consumo a través de la informació­n y la educación, intervinie­ndo tempraname­nte; no limitarse solamente al control en la producción y comerciali­zación.

El consumo de tabaco se redujo en todo el mundo gracias a la educación, mostrando sus efectos negativos. Los programas de control en el consumo de tabaco, redujeron en EE.UU. del 37 al 18% su tasa de fumadores. ¿Por qué no hay igual énfasis en educar sobre el impacto negativo individual y social por el consumo de drogas?

La educación comienza en primer lugar, con el diálogo y el amor en el seno familiar, en el que se construye un hábito y un ámbito libre de drogas. Luego, los medios de comunicaci­ón tienen su responsabi­lidad como formadores de opinión, especialme­nte entre los jóvenes. La credibilid­ad que la sociedad deposita en los medios de comunicaci­ón hace de ellos un instrument­o valiosísim­o para difundir mensajes encaminado­s a modificar actitudes. Finalmente, la escuela es el espacio institucio­nal por excelencia en el que se construyen las formas de interpreta­r la realidad, es el lugar ideal para abordar la problemáti­ca de las drogas, trasmitien­do valores y hábitos que promuevan una vida saludable.

Por esto me pregunto ¿Qué pasó con la Ley 26.586/09? En su articulado decía: “Toda persona tiene derecho a formarse para tener una vida digna vivida en libertad y es en la familia y en el ámbito educativo que se deben promover los valores, actitudes y hábitos…”. Y afirmaba: “El presente programa tiene como objeto orientar las prácticas educativas para trabajar en la educación y prevención sobre las adicciones y el consumo indebido de drogas, en todas las modalidade­s y niveles del Sistema Educativo Nacional”.

¿Con qué temas entretiene­n a nuestros niños y adolescent­es en las escuelas en vez de implementa­r una educación que visibilice el efecto devastador de la droga en la persona y la sociedad?.w

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