La felicidad es muy tramposa

La felicidad es muy tramposa, es esquiva, es apenas una niña fantasmal que corre por un bosque, levanta algunas hojas, se escabulle en un arroyo fresco y nosotros apenas escuchamos su risa pícara y lejana. La felicidad es una niña que no sabemos si es niña o es tan sólo viento que se pasea y se desliza entre las ramas y también se mezcla con un trino, y a eso se le suma el ruido lejano de las aguas. La felicidad es el mejor mito que conozco, y es un mito perfecto porque yo mismo la experimenté y la tuve entre mis manos; lo sé porque recuerdo aquellos momentos felices de mi infancia, de mis primeros amigos, de una abuela que me daba gustos a escondidas; y también más tarde, adolescente, cuando mi primera novia me miraba, o me rosaba con su mano, o me dejaba una nota inesperada. Pero hay una pregunta que transforma esos reales momentos ocurridos en el mito de una felicidad nunca probada: ¿Acaso era yo feliz en aquellas circunstancias, o sólo creo haber sido feliz al recordarlas? ¿Era ciertamente feliz con mis amigos o había una disputa bajo cuerda por quién era quién en esa barra? ¿No era acaso mi abuela una especie de cómplice al darme aquellos gustos solapados donde un traguito de anís tenía gusto a transgresión y trampa? ¿No estaba acaso yo esperando con ansias tumultuosas aquel roce de la mano suave para calmar mis dudas y aquietar mi alma? No lo sé y nunca lo sabré porque ésa es la felicidad, que es niña, viento, bosque, arroyo, hojas, risas, trinos …y sobre todo, sobre todas las cosas, es esperanza.