Clarín

Migas de pan para volver al aula

- Diana Baccaro dbaccaro@clarin.com

Si preguntan por Lucas Cesio en la escuela Número 1 de la Paternal, todo el mundo lo conoce. No hace falta seguir las huellas de pan de Hansel y Gretel para encontrarl­o. Si preguntan por él en ese edificio de la avenida Chorroarín al 300, hasta el más distraído sabe quién es. Ah, el chico que vivió cinco años en un auto abandonado en la calle. Ah, el que pudo terminar la primaria haciendo la tarea debajo de un árbol. Ah, el que hace unos años fue tapa de Clarín y emocionó a todos. Si ahora preguntan por él le dirán también que su historia con final feliz y colorín colorado quedó suspendida hasta el próximo capítulo: acaba de abandonar la secundaria. ¿Qué hizo saltar las costuras de este cuento perfecto? Parte del argumento: durante la primaria, el aula había sido su casa. Y el Peugeot 505 color champán donde dormía, apenas un refugio para las noches de tormenta. Las puertas de la escuela Número 5 de Villa Urquiza que le había dado su primer diploma siempre estuvieron abiertas. “Prefiero mil veces la presencial­idad que la virtualida­d”, dijo a comienzos de año, tal vez como un último grito de ayuda. Contó que necesitaba a los profesores cerca, que en su casa se desconcent­raba, que le pedían tareas a cualquier hora y que precisaba tiempo para seguir trabajando de plomero con su tío. Y, al final, cuando volvieron las clases con “cierta normalidad”, la novela de su historia empezaba a quedarse sin páginas. Se había roto el hilo que lo unía al aula. El nuevo ministro de Educación dijo que irá a buscar a los que dejaron la escuela “uno por uno”. Lucas comenzó hace rato a desparrama­r sus migas de pan, por si acaso alguien quiera recogerlas.

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