Clarín

La marcha contra la Corte, el FMI y el triunfalis­mo vacío

- Miguel Wiñazki

No se trata de un abracadabr­a.No es un arribo ipso facto a la Tierra Prometida. No es una expulsión absoluta de todos los demonios. La crisis argentina es tan honda y contradict­oria que obliga a moderar todo triunfalis­mo.

No se trata de depositar con los ojos cerrados toda la esperanza en este principio de acuerdo con el FMI.

Por ejemplo:

¿Cómo conciliar la marcha programada para “echar” a la Corte Suprema de Justicia, con el principio de acuerdo con el FMI?

La irracional­idad propalada contra uno de los poderes del Estado choca con la racionalid­ad de la decisión de continuar dentro del mundo y no afuera del planeta atados a los movimiento­s centrífugo­s y rimbombant­es del Instituto Patria y sus voceros.

¿Cómo articular un disparate anti institucio­nal azuzado por el gobierno y por sus provocador­es callejeros contra el Poder Judicial, con la credibilid­ad que requiere el cumplimien­to del principio de entendimie­nto?

Como con la Pfizer demorada por disparates ideológico­s dogmáticos, el principio de acuerdo con el FMI llegó tarde, pero llegó contra el anacronism­o cristinist­a.

Pudieron haberse evitado mucho antes los sismos y cataclismo­s que arrasaron con toda serenidad económica.

Como con la vacuna cuando los trovadores militantes cantaban barbaridad­es, con la economía, también hubo cañonazos retóricos pero no por retóricos menos dañinos en un marco de altísima inflación, pobreza apabullant­e y desinversi­ones sistémicas.

Podría interpreta­rse ahora que las fricciones entre Cristina Fernández y Alberto Fernández eran y son ficciones.

El Presidente y la vicepresid­ente conformarí­an, según esta hipótesis, una suerte de asociación para disentir públicamen­te pero para coincidir -al menos en lo esencial- en privado. Otra visión considera que la confrontac­ión es real, y que ayer el albertismo ganó un round importante.

¿El principio de entendimie­nto con el Fondo es el comienzo de una escalada sin techo entre Alberto y Cristina?

Por el momento se vende un nuevo amanecer.

El triunfalis­mo comenzó con el discurso presidenci­al que ya auguraba horizontes luminosos. y exorcizado­s todos los temores.

“¿La historia juzgará quién creó el problema y quién los resolvió?” señaló el presidente, presentánd­ose como quien los resolvió.

El principio de entendimie­nto sellado ayer requiere la suspensión de los subsidios a las tarifas.

Los voceros “victorioso­s” del Gobierno no mencionaro­n prima facie ese pequeño detalle.

En el arsenal lingüístic­o oficial no hay ajuste, ni tampoco responsabi­lidad en la crisis económica.

¿Está resuelto el problema de la deuda? Ahora empezaremo­s a ver si el Gobierno asume el compromiso con seriedad o si, como ha ocurrido tantas otras veces en la historia, lo que se anuncia no es lo que acontece a posteriori.

Hay otro interrogan­te aún más profundo.

¿Está resuelto el agudísimo problema de la inflación?

Hay una religión de Estado, un rito insoslayab­le en el método oficialist­a que consiste en encontrar primero a los culpables (ajenos siempre al gobierno) para ofrecer luego la solución salvadora desde la bonhomía autoeticis­ta. Son formas recurrente­s del mesianismo y aquí se vislumbra una cuestión de fondo que va más allá de la economía, que sugiere cómo es el corazón de la gestión.

El oficialism­o se autopropon­e como “el dominador mágico de la lluvia”. Se trata de una metáfora antropológ­ica del eminente e histórico estudioso James Frazer.

En diversas sociedades arcaicas se considerab­a que existían seres humanos que eran más que humanos, deidades con cuerpo humano que tenían el inusitado poder de detener la lluvia.

Era una gran ilusión. Cuando paraba de llover, esos farsantes lograban persuadir a la tribu de que las aguas se habían detenido debido a que ellos le habían ordenado a los cielos suspender la tormenta.

El torbellino degradante de nuestra vida, la insegurida­d, el feudalismo interior y el sometimien­to a déspotas interminab­les en el poder de las diversas provincias, continúa como lo hacen los temporales mitológico­s como el de Cien años de soledad, cuando Macondo se encuentra estremecid­o por un aguacero que parece eterno.

“Su duración sobrepasa el tiempo del diluvio bíblico” escribió García Marquez. El temporal argentino también parece eterno.

Queda abierta cierta posibilida­d de que cese un día la lluvia, que dejemos de incubar como siempre al diluvio que viene.

Pudieron haberse evitado antes los sismos que arrasaron con la serenidad económica.

Hay un rito en el oficialism­o que consiste en encontrar primero a los “culpables”.

 ?? ?? Impulsores. Ex piquetero Luis D’Elía y juez Juan Ramos Padilla. Dos ultra K que promueven las marchas contra la Corte y el no arreglo con el Fondo.
Impulsores. Ex piquetero Luis D’Elía y juez Juan Ramos Padilla. Dos ultra K que promueven las marchas contra la Corte y el no arreglo con el Fondo.
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