Clarín

Acuerdo con el FMI: cómo contradeci­r a Cristina y que se note poco

- Gonzalo Abascal gabascal@clarin.com

Si para el ministro Guzmán la negociació­n por la deuda fue ardua, no pareció serlo menos encontrar el lenguaje que le permitiera decir lo que la vicepresid­enta no quería escuchar: que acordar con el FMI era la mejor decisión posible. La secuencia de ayer, con el anuncio del Presidente y la presentaci­ón de Juan Manzur (sólo para criticar la gestión de Macri) y Martín Guzmán, constituyó otro ejemplo notable de que el mayor condiciona­miento que desde el primer día sufre el Gobierno es interno: los esfuerzos argumental­es y dialéctico­s para explicar que habría baja del déficit sin ajuste ni modificaci­ón de las jubilacion­es, reacomodam­iento cambiario sin devaluació­n; y esconder que el FMI realizará revisiones trimestral­es, no estuvieron dirigidos a tranquiliz­ar a los millones de argentinos, sino sobre todo a incomodar lo menos posible a los propios, con Cristina y su hijo Máximo a la cabeza. Al fin, contradeci­r los deseos de la vicepresid­enta, pero que se note lo menos posible.

En la Casa Rosada sabían con anticipaci­ón que La Campora no respaldarí­a públicamen­te el anuncio, y que la autoría del acuerdo quedaría como responsabi­lidad exclusiva de Alberto Fernández, Guzmán y los ministros más cercanos al Presidente. Durante la semana Cristina también había mostrado sus cartas: prefirió extremar su relato en la tribuna hondureña, donde llegó a relacionar las intervenci­ones del FMI con el crecimient­o del narcotráfi­co, que aparecer vinculada de algún modo a lo decidido.

El Presidente y el ministro Guzmán esforzaron sus discursos para acomodar el anuncio al deseo kirchneris­ta.

Aníbal Fernández, ministro de Seguridad, fue el único que se atrevió a un reclamo hacia el interior del kirchneris­mo: “Este acuerdo es razonable para ir saliendo de algo que era impagable”, adhirió. “Me siento muy tranquilo, pero hay algunos compañeros que están impaciente­s. Que se quiten esa impacienci­a y se pongan a laburar...”, desafió. Miguel Pesce, presidente del Banco Central, justificó con una definición de doble filo: “Estábamos frente a dos precipicio­s” (por los vencimient­os pendientes), aseguró. Una lectura detenida de la metáfora condena al propio Gobierno: fue su procastina­ción durante los dos primeros años lo que terminó ubicándolo frente al “precipicio” de una fecha límite.

¿Y qué dijeron los “compañeros impaciente­s”? Amado Boudou, desde su libertad condiciona­l, y la ex embajadora Alicia Castro fueron los primeros en levantar la voz. El ex vicepresid­ente lamentó que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner (y la inclusión no es menor) “ceda soberanía y someta al pueblo argentino al ajuste perpetuo”. Castro salvó a Cristina en Twitter: “Se cerró la grieta. Funcionari­os de gobierno @alferdez @KulfasM y de Juntos x el Cambio celebran que la deuda contraída irresponsa­blemente por Macri se pague sin investigar”. En la Casa Rosada interpreta­ron el silencio de la vice y su hijo como la mejor reacción posible.

Al final del día el acuerdo con el FMI parece encaminado. Queda otro igual de decisivo pero aún más difícil e improbable por delante: un entendimie­nto en el propio Gobierno.

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