Una negociación y un acuerdo para un porvenir necesario
Se gobierna el tiempo que te toca. Serrat decía que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Y Perón había dicho antes que “la única verdad es la realidad”. La deuda externa que el gobierno de Alberto Fernández encontró era el agujero negro del Estado argentino, y era cualquier cosa menos eludible. Se trata de nuestra realidad más cruda. Los gobiernos peronistas pueden tener mil errores (los tienen, los tenemos), pero se basan en el principio de realidad. Y esto es, sobre todo, no negar la tarea que se tiene en frente.
La responsabilidad política de esta deuda, de este auténtico yunque, es del macrismo y la Historia ajustará esas cuentas. Pero lo dijo Alberto en su discurso: mirar para adelante. Sin olvidar, pero con los ojos fijos en el horizonte.
Como dice Cristina Fernández de Kirchner, el Estado argentino viene sin beneficio de inventario. Además de la Pandemia, la inflación, la recesión, etc., nos tocó esta deuda. Y gobernar la Argentina es, por empezar, gobernar la deuda. Así que este acuerdo, que fue lento, trabajoso y profundo es el resultado de eso: de gobernar la deuda y no que la deuda nos gobierne a nosotros. Parece un juego de palabras, pero es decisivo.
Dije “lento”, “trabajoso” y “profundo”
porque nuestra negociación significó poner de nuestro lado los intereses del pueblo. El derecho a gozar el crecimiento económico, el derecho del Estado a tener obra pública, a no negociar la inversión en ciencia y tecnología. Ni negociar reformas que hagan todo más inviable.
Como dijo el ministro Guzmán nuestro Presidente mantuvo en todo el tiempo el rumbo, la tranquilidad y la capacidad de negociar con toda la fuerza y la lucidez defendiendo hasta el extremo los intereses de nuestra Nación. No hubiera sido posible sin su templanza. Nuestra vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, dueña de una fuerza única que también ha sido de mucho valor para lo que se ha logrado. Y al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, que ha estado muy activo, ayudando muchísimo sobre todo en esta recta final que son los momentos más críticos y delicados, tanto en el plano nacional como en el internacional.
Esto no es sin dolor o sacrificio, pero es con la posibilidad de asegurar presente y futuro. Nuestro Frente acaba de recibir un castigo electoral. Hubiera sido más fácil echarles la culpa a los otros. O negarnos a la negociación. Pero somos responsables, y tenemos con qué: con el aval de una Historia que nos puso siempre en las horas difíciles defendiendo el interés general.
Lo que sigue no va a ser fácil, pero logramos que no sea más difícil. Guzmán agradeció al movimiento obrero, a los empresarios, a los movimientos sociales. A su modo, quiso decir que esta negociación también contuvo e incluyó a buena parte de la sociedad. A muchos de los que trabajan, producen, invierten y se organizan frente a la pobreza.
El año que viene se cumplirán cuarenta años de democracia. Lo que empezó en 1983, tras años de oscuridad y horror, tenía bajo el brazo el problema de la deuda externa. Tuvimos soluciones provisorias malas e insuficientes (vender el patrimonio público para pagarla, como en los ‘90), tuvimos desendeudamientos promisorios (como logramos con Néstor Kirchner), pero estamos así hoy: con la foto de una deuda que parece perpetua. Alberto acaba de dar un paso fundamental. Cerró un ciclo de negociaciones que empezó en diciembre de 2019. Y cuyo telón de fondo es la reciente historia democrática con un Estado enajenado, comprometido en sus recursos, incapaz de brindar soluciones. Acá, en la Argentina de hoy, apareció una solución a un problema que no creamos. Es una solución posible y necesaria. Y es una solución que haremos efectiva. Vendrán chicanas, operaciones, el juego típico de la política. Negociamos con el Fondo, sí. Y preservamos la dignidad del pueblo… también. ■