Clarín

El antipático que odia la perfección y quería que Federer perdiera

El ruso buscará mañana en la final de Australia asegurarse el N° 1 del tenis.

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20 de agosto de 2017. Hasta ese día hay que retroceder. En la cabeza de aquel joven ruso de 21 años posiblemen­te no haya sido significan­te que, mientras ganaba en Winston Salem, la cima del ranking cambiaba de dueño.

Aquel 20 de agosto de 2017, Rafael Nadal recuperó el trono. Atrás quedaban 41 semanas de liderazgo del británico Andy Murray. Fue sólo un paréntesis.

Es que el repaso general es abrumador: desde febrero de 2004 hasta hoy sólo en esas 41 semanas del salto de Murray el mando del tenis no circuló entre los tres nombres que salen de memoria: Djokovic, Nadal y Federer. Nadie más fue el dueño en casi 20 años.

Mañana, frente a Rafael Nadal, Medvedev irá por ese objetivo.

“Es divertido enfrentars­e contra algún miembro del Big three. Cuando era joven y peloteaba contra la pared me imaginaba que ésta era Nadal”, dijo en la víspera de la final.

Djokovic estará presente. No físicament­e, claro, por la novela que protagoniz­ó y lo dejó afuera de Australia. Pero su impronta aparecerá en Melbourne Park ya que algún cuadro inevitable­mente deberá bajar el serbio. Si el campeón es Medvedev le robará el número 1 del mundo y si se consagra Nadal se desmarcará de los otros dos integrante­s de ese trío de gigantes para quedar como el máximo ganador de torneos de Grand Slam de la historia, con 21 conquistas.

“Voy a decir algo que no le dije nunca a nadie”, enunció Medvedev, micrófono en mano, y miró hacia el costado donde Djokovic acababa de perder la chance que tendrá Nadal y, además, ganar los cuatro Grand Slams en la misma temporada. “Para mí sos el mejor jugador de la historia”, lo elogió el ruso minutos después de vencerlo en la final de Flushing Meadows.

Medvedev pareció haber hecho un click tras el largo parate por la pandemia. El cambio se vio en su tenis y también en su mentalidad. Sigue sin cerrar la boca pero a la hora de cerrar los partidos se enfoca en lo que debe.

“Cuando tenía 10 años odiaba a Roger”, sentenció a su estilo Medvedev. “No soportaba verlo ganar una y otra vez. Desde la primera ronda hinchaba por sus rivales”, aseguró.

Hace un tiempo sumó a su equipo de trabajo a la psicóloga deportiva Francisca Dauz. Y sus desvaríos son menos frecuentes.

Ahora, además, cuando termina una de esas conquistas grandes usa su propio joystick y cae rendido contra el piso. Queda tumbado, de costado. “Sólo las leyendas entenderán que lo que hice al final del partido del Abierto de Estados Unidos fue L2+izquierda”, explicó. Es uno de los festejos especiales del FIFA cuando se hace un gol en el mundialmen­te conocido video juego.

Un rostro frío que pareciera ser un ícono de sus raíces moscovitas. Un temperamen­to caliente

Hace un tiempo sumó a su equipo de trabajo a la psicóloga deportiva Francisca Dauz.

que elige no pasar por la vereda de lo políticame­nte correcto. Por algo confesó que odiaba a Federer, su imagen contrapues­ta.

En su impronta hay algo que busca romper con las grandes hegemonías. No sólo odiaba la increíble perfección de Federer; ya admitió que “cuando el Barcelona ganaba todos los torneos quería que perdiese”.

En la final de Australia irá por el trono. Sueña con tocar L2+izquierda, quedar tumbado de costado y dar vuelto el juego.w

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AP Revés. Medvedev venció al griego Tsitsipas en cuatro sets con polémica incluida.

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