Clarín

La familia obrera y los márgenes del arte

- Diana Baccaro dbaccaro@clarin.com

Cada tanto hay que volver al Malba. Aunque sea una tarde pegajosa que invita más a dormir la siesta que a pagar los $ 600 de entrada al museo. Pero sí, a veces hay que volver tan solo para recordar cómo era eso de la familia obrera argentina hace apenas 50 años. La obra está ahí nomás, en el primer salón del primer piso del edificio de la avenida Libertador. ¿Qué habrá sido de las tres personas de esa foto en blanco y negro? ¿Cuántos años tendrá hoy ese chico que hace su tarea muy concentrad­o entre sus dos padres? ¿Habrá seguido estudiando? Cuando en 1968 Oscar Bony presentó La familia obrera en el Instituto Di Tella revolucion­ó el mundo del arte. Es que había “alquilado” a esa familia para exhibirla arriba de una tarima durante ocho horas por día. Era un obrero metalúrgic­o de Valentín Alsina, su esposa y el nene con su cuaderno. En ese entonces llamó la atención del público (y sobre todo del gobierno de Onganía) el cartelito a un costado de la obra que explicaba que para hacer esa pieza le pagaba al hombre el doble de lo que ganaba durante sus jornadas comunes de trabajo. La obra era una denuncia. Hoy, frente a esa foto, lo que más llama la atención es otra cosa: los tres integrante­s tienen un libro. El obrero no está vestido con ropa de trabajo ni su esposa tiene un plumero. Hacen “algo más” que trabajar. Leen. Estudian. Eso era entonces sinónimo de movilidad social. Cada tanto -cuando el Gobierno por ejemplo confirma que medio millón de chicos dejaron la escuela en pandemia y nadie se ocupa de ir a buscarlosc­onviene revisitar la obra de Bony. O su idea. Porque él no necesitó pintar, dibujar o esculpir. Apenas señaló que una familia cualquiera puede servir para sacudir conciencia­s.

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