Si va a tener una urgencia, avise con tiempo
De un tiempo a esta parte, muchas cosas se fueron devaluando. Y no hablamos del peso, ni de la palabra empeñada, el respeto por el prójimo, el interés por el bien común... No, no, no, no. Se trata en este caso de algo bastante más pragmático. Alguna vez, el diccionario de la Real Academia y la realidad fueron de la mano en algunas definiciones. Por caso, la de “guardia”. La RAE la definía como “en algunas profesiones o establecimientos, servicio que asegura la continuidad de prestaciones básicas fuera de su horario habitual”. También solía haber coincidencia cuando se trataba de definir una “emergencia”. Con todo sentido común, los académicos hablaban de un “asunto o situación imprevistos que requieren una especial atención y deben solucionarse lo antes posible”. Pues bien: aquí y ahora, en esta Argentina cada vez más kafkiana, una guardia pierde su condición de tal para parecerse a un despacho burocrático, y una emergencia deja de ser una urgencia, y debe ser cuidadosamente planificada en horario de oficina pública, preferentemente, para poder ser resuelta. De lo contrario, alpiste... Con un dolor de rodilla que amenazaba intensificarse, y ante un fin de semana largo, una mujer llama al centro de traumatología en el que suele atenderse para chequear por el servicio de guardia. Le confirman que sigue funcionado, pero que no estará habilitado en los tres días feriados. “¿Para qué es entonces una guardia?”, pregunta la paciente con lógica irrefutable. Mutis y clic del otro lado de la línea. Con un dolor de muelas implacable, una turista averigua en Mar del Plata por la guardia correspondiente a su cobertura privada: “De lunes a viernes de 9 a 13.30 y de 14.30 a 16”, recibe por amable respuesta. Así que ya saben: si van a tener una emergencia, programen bien el momento.