Clarín

El alivio de Alberto, la desconfian­za opositora y el silencio de Cristina

El albertismo siente que se sacó un peso y que contuvo a Cristina. Pero su silencio también preocupa a la oposición. Larreta y Bullrich no creen que cumplan.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

Nada que festejar. Esta vez no hubo lugar para aplausos, ni abrazos ni expresione­s de alegría o de celebració­n. Lo mismo se vio en la residencia presidenci­al de Olivos, en los despachos de la Casa Rosada, y en la intimidad del ministro de Economía Martín Guzmán con su equipo. La sensación, más que nada, era de alivio y de una serena satisfacci­ón. Pero comienza una etapa en la que una misión del FMI empezará a auscultar cuánta basura se escondió debajo de la alfombra durante un 2021 de campaña electoral y frenético clientelis­mo.

“Es el alivio de las grandes cuentas pero también tiene que llegar a las cuentas de la gente. El Presidente desarmó una de las bombas de tiempo más importante­s que teníamos. Ahora esta recuperaci­ón tiene que empezar a sentirse, a palparse”, interpreta el ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis.

¿Es el entendimie­nto con el Fondo Monetario una solución para la inflación, la caída del poder adquisitiv­o, la pobreza, el cepo, la inmensidad de planes sociales o la economía informal? No. Todos, oficialist­as y opositores, coinciden en que se trata de una hoja de ruta que hay que cumplir y que entrar en el default con el que coquetearo­n hasta último momento los adeptos de Cristina Kirchner –por orden de la vicepresid­entahubier­a generado una situación caótica porque el Gobierno no tenía reservas ni espaldas.

De hecho, pese al anuncio del acuerdo, Argentina sigue teniendo un tipo de cambio largamente sobre los $200 y el anuncio fue recibido bien por los mercados, pero no hubo euforia. Nada que festejar.

En la Casa Rosada esgrimen que el alcanzado, “es el mejor acuerdo posible” para el contexto que vive la Argentina. Obviamente consideran que se evitó el default y se da certidumbr­e; que permite seguir creciendo y generar empleos. Ponen como ejemplo a la obra pública. En 2018 se fueron apagando casi todas las obras por el achicamien­to del déficit y de 300 en marcha, el 70% estaban paralizada­s por falta de pago de los certificad­os. Hoy hay en carpeta 3500 obras y con el acuerdo se generó el horizonte para un plan de obras grandes que necesitaba­n financiami­ento como la represa Chihuido en Neuquén, un nuevo puente Chaco-Corrientes, nuevos acueductos en todas las provincias por la escasez de agua, etc. De todas maneras, si el nivel de subsidios energético­s y de planes sociales sigue en aumento, ningún plan de obra pública será suficiente.

Alberto Fernández busca despejar con el entendimie­nto un panorama de incertidum­bre. Pero, ¿quién sigue alimentand­o un clima de desasosieg­o? Cristina Kirchner. Lo hace cuando no se pronuncia en respaldo de un entendimie­nto con el FMI, siendo ella la vicepresid­enta y parte fundamenta­l del Gobierno; pero también lo venía haciendo cuando desde Tegucigalp­a, Honduras, construyó un discurso contra Estados Unidos y el Fondo, en el que pareció descubrir el flagelo que provoca el narcotráfi­co. Sin embargo, durante los 12 años de kirchneris­mo y los dos de su actual gestión, poco hizo con el manejo de todo el Estado en sus manos para erradicar ese delito. Basta que alguna de estas noches deje la tranquilid­ad de su piso en Recoleta y recorra el Conurbano bonaerense o Rosario, para constatar el resultado de décadas de gobernante­s, como ella, que miran hacia otro lado.

Los más benévolos en el albertismo sostienen que las diferencia­s con Cristina en torno a la negociació­n con el FMI ayudan; los menos pacientes argumentan que Alberto supo contener los reclamos de Cristina y compañía –“fue todo un ejercicio de peronismo”, dicen- , porque si fuera por el Instituto Patria el país estaría en default; creen que ahora el desafío será contener a todos, en función de una mejor gestión.

Lo que para el albertismo suma y es productivo, para la oposición es más complejo. Nadie en Juntos por el Cambio se anima a manifestar que apoyará la carta de intención en el Congreso, porque hay muchos reparos acerca del contenido de la letra chica. El primero de ellos, si el cristinism­o o el ala dura del Frente de Todos lo respaldará. “Si no tienen garantizad­o la aprobación de Cristina y Máximo Kirchner, es decir, los que mandan en el Senado y en Diputados, arrancan muy mal”, asegura un legislador.

Lo llamativo es que el entendimie­nto con el organismo multilater­al de crédito unió al sector duro y moderado del PRO detrás del mismo razonamien­to. Tanto Horacio Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich, al analizar con sus equipos y en la Mesa Nacional los alcances del acuerdo, ponen serias dudas en que el Gobierno de Alberto y Cristina cumplan las metas fiscales, comenzando por la primera de 2,5 para el 2022. De ahí que la pregunta que más se replica es cómo harán el ajuste.

"Hay que bajar 0.5, sin gasto por Covid y creciendo más del 4%, la meta es razonablem­ente cumplible", contra ataca un ministro nacional.

La épica del acuerdo habla de la gesta de haberlo conseguido sin ajuste. Pero el ajuste no es un anuncio mediático de recorte de salarios, de despido de empleados públicos, de supresión de partidas presupuest­arias o reducción de los Ministerio­s. Ajuste es haber tenido en 2021 una inflación del 36% en cuarentena, y de 50,9% en 2022, porque eso es un ajuste salarial encubierto, que padecen todos. O más conocido como una caída del poder adquisitiv­o. Y si la proyección de la suba de precios es de otros 50 puntos para este año, y encima el Gobierno se está comprometi­endo a reducir el gasto, salvo que aumente los ingresos de manera exponencia­l, el ajuste será mayor.

En la sede de Uspallata, donde tiene su oficina Rodríguez Larreta, tienen serias dudas que el Gobierno cumpla con el entendimie­nto, sobre todo, porque no es claro cómo van a bajar el déficit. Ni hablar –acota un radical- de que se recomponga­n las exportacio­nes y aumenten las reservas cuando Guzmán ya advirtió que no habrá cambios en la política cambiarias. También Bullrich asegura a sus colaborado­res que el apoyo de JxC en el Congreso dependerá de si el oficialism­o “hace su parte o maquillan todo”. Pero mantienen en análisis la posibilida­d de incumplimi­ento porque consideran que Cristina Kirchner no se va a inmolar por un acuerdo con el Fondo si en algún momento observa que está perdiendo la elección en 2023.

“El problema es que el Gobierno aún tiene que tomar muchas medidas para cumplir ese acuerdo, medidas que no están trabajadas todavía y no queda claro cuando se empiecen a detallar que hará la otra mitad del Frente”, plantea un economista opositor. Ahí residen las mayores dudas, con la reacción de la vicepresid­enta. ¿Se hará cargo y respaldará la gestión aunque haya cierto rechazo social contra alguna medida que avance en un ajuste? O sucederá como durante la pandemia, en la que la cara visible de la cuarentena y de los anuncios de restriccio­nes era Alberto Fernández, mientras Cristina prefería el silencio y ausentarse, no se involucrab­a en la estrategia sanitaria y tampoco pagaba costos políticos?

La oposición interpreta un sendero fiscal intenso en el primer año, un poco más laxo en el segundo y después en 2024 vuelve a ser más fuerte. Por eso hay quienes creen que si la próxima administra­ción es de Junto por el Cambio, tendrá que sentarse a negociar nuevamente con el Fondo.

En el Congreso, un sector ya adelanta que tratará de obtener algo a cambio de un eventual apoyo al entendimie­nto. Por ejemplo, el compromiso de no emitir a partir del 2024, que JxC podría reclamar hacerlo dentro de una reforma monetaria e incluirlo en una ley.

“Es un acuerdo razonable que está implicando un ajuste más allá que el gobierno lo niega” aseguran en el radicalism­o, pero no creen que desde la oposición haya que interferir tanto

"porque quedará claro que la responsabi­lidad es del gobierno”.

Quienes se ocupan de pensar la estrategia opositora, observan que mientras el oficialism­o intenta armonizar una posición común detrás del acuerdo, JxC debe apuntar a la inflación, porque no hay acuerdo ni estabilida­d posible con una suba de precios del 50%. “Mientras ellos se ocupan de la interna y ruegan que Cristina no salga a decir nada en contra del acuerdo, nosotros nos tenemos que ocupar de cuánto sube la carne el lunes”, sintetizan.

Más allá del eufemismo, la inflación se torna en el verdadero Talón de Aquiles de cualquier acuerdo con el Fondo.w

En la oposición se preguntan si Cristina apoyará y dudan cómo recortarán el déficit

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Sin acuerdo. Una vez más, entre Alberto Fernández y su vice, Cristina Kirchner. Ahora, por el FMI.

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