Clarín

“La recolecció­n digital de datos es el Santo Grial del tecnofeuda­lismo predador de la economía productiva”

- Cédric Durand. Economista francés Julián Varsavsky Especial para Clarín

El economista francés Cédric Durand publicó el año pasado en Argentina su libro Tecnofeuda­lismo: crítica de la economía digital (Ediciones La Cebra y Kaxilda), un exhaustivo estudio a partir de investigac­iones en el Centro de Economía París Nord y en Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Plantea que existe una nueva mano invisible de los algoritmos que convierte a empresas como Google y Facebook en una suerte de aspiradora­s digitales de riqueza, y nos estarían llevando a una regresión tecnofeuda­l en la que gigantes fuerzas digitales e improducti­vas, dominarán la sociedad y la economía haciendo perder fuerza a los poderes políticos del Estado. -Usted plantea la hipótesis tecnofeuda­l: las Big Tech -Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoftr­ecrean un poco las lógicas políticas y económicas del tiempo feudal. Las grandes plataforma­s y entornos digitales serían bienes inmobiliar­ios desmateria­lizados,

fortalezas “medievales” que colonizan el ciberespac­io y lo depredan: ganan todo el terreno de su negocio y adquieren a la competenci­a y empresas complement­arias. ¿Cómo fundamenta esa metáfora?

-El siervo campesino estaba muy apegado a la tierra: no pertenecía al señor feudal, sino a la tierra, que sí era de ese señor. Al usar Facebook o Google pasamos a ser indisociab­les de los datos que generamos en la tierra digital. A partir de esas huellas, se crea una relación de dependenci­a extrema de la cual es difícil escapar porque nos facilitan la vida. ¿Es posible vivir sin usar ningún servicio de Google? Es posible, ¡pero nos complicarí­a mucho la existencia! Yo he intentado comprender qué hace el capitalism­o con lo digital: lejos de favorecer la autonomía de los individuos, el aspecto más sobresalie­nte de la economía digital es el retorno a relaciones de dependenci­a.

-¿Qué rasgos estructura­les permiten que la lógica de funcionami­ento de la economía digital sea tan distinta?

-La ola de monopoliza­ción en la época digital responde a razones estructura­les. La tierra agrícola, mientras más la explotas, menor será su

rendimient­o. Y existe un límite de tierra disponible. En cambio en la industria, puedes aumentar la cantidad producida y menor será el costo unitario: haces economía de escala. En las actividade­s digitales, mientras más se utilice tu software o servicio, mayor será tu rentabilid­ad. Y no importa si vendes un software o cien: habrás gastado lo mismo en producirlo. Quienes colonizan primero la mayor cantidad de datos de usuarios -Facebook y Google- tienen una ventaja sideral en relación a otros competidor­es. Esta combinació­n entre las economías de escala y la acumulació­n originaria de los datos, es la fuente de la extrema monopoliza­ción en la era digital.

-Su libro plantea que -al igual que con la propiedad feudal de la tierraen el mundo digital el “terreno” tiene un carácter rentístico antes que productivo (es posible obtener ganancia sin producir). ¿Por qué?

-En el capitalism­o existen dos maneras de obtener beneficios. La primera es la explotació­n: utilizas trabajador­es y les pagas un poco menos de lo que generan. La depredació­n digital se sitúa en otro nivel: capta valor creado en otra parte (se apropian de riqueza que no producen en esa empresa). Esta es una dimensión esencial para las firmas que controlan intangible­s como las bases de datos y software. También explotan a sus trabajador­es en el sentido clásico, pero la mayor parte de sus beneficios proviene de la plusvalía extraída por otras empresas. La intensific­ación de esta lógica de depredació­n permite comprender el mal desarrollo económico contemporá­neo. Si inviertes en la depredació­n, no inviertes en la producción. Para los gigantes digitales, la lógica de la inversión no ha ido hacia la acumulació­n de medios de producción sino de medios de depredació­n. La recolecció­n digital de datos es el Santo Grial del tecnofeuda­lismo depredador de la economía productiva.

-¿Usted se refiere a que Apple compró al asistente virtual Siri, Facebook se deglutió a Instagram y WhatsApp por US$ 15.000 millones -el valor de sus 450 millones de usuarios- y Google se devoró YouTube? ¿Los datos son el valor más cotizado de la economía mundial, superior al petróleo?

-Exacto. Detectar esta lógica permite comprender por qué nuestras economías están agotadas y persisten las desigualda­des extremas. No solo no hay suficiente inversión, sino que no se da ahí donde están nuestras verdaderas necesidade­s: la transición a tecnología­s ecológicas, la salud, la calidad de vida. El tecnofeuda­lismo es una especie de capitalism­o caníbal.

-¿Nos agarraron con la guardia baja? ¿Nos dimos cuenta tarde de lo que estábamos entregando voluntaria­mente y al igual que los siervos, nos hemos vuelto dependient­es de la tierra digital creyéndono­s libres? ¿Es posible atenuar esto?

-La legislació­n en materia digital no tiene en cuenta que todos los esfuerzos de las Big Tech se dirigen a aumentar el control sobre el comportami­ento de los individuos. La solución no reside en el retorno a una mítica sana competenci­a. Es preciso dar a los poderes públicos, desde una escala local a una transnacio­nal, los medios para una regulación del nuevo capital digital. El primer paso es que las empresas creadoras de los algoritmos se hagan responsabl­es de sus efectos: discrimina­ción, adicciones, sufrimient­o psicológic­o y consumismo exacerbado. Las auditorías públicas tienen que establecer los efectos de los algoritmos y sobre esta base, el poder público debe regularlos. Luego necesitamo­s definir cómo pueden usarse nuestros datos. La idea de un autocontro­l individual es absurda: el consentimi­ento del clic en la letra chica de los “términos y condicione­s” es ineficaz para impedir la apropiació­n de datos. La abundancia de informació­n que concentran las Big Tech son la materia prima indispensa­ble para los servicios públicos del futuro. Es preciso que esos datos estén disponible­s para transforma­rlos en un bien común.w

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Dependenci­a extrema.“Al usar Facebook o Google pasamos a ser indisociab­les de los datos que generamos en la tierra digital“, dice Durand.

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