Clarín

La “Reina del Sur” y su implacable truco de hacer llover cocaína

Marisol Saavedra Chungara fue detenida cuando iba a recoger 134 kilos de droga que arrojó una avioneta.

- Virginia Messi vmessi@clarin.com

“Ahí le comunico con la señora del sur”, dice una voz femenina al teléfono. El diálogo que sigue se escucha clarito en la intervenci­ón telefónica tomada en diciembre del 2021 por orden del juez Federal de San Nicolás Carlos Villafuert­e Ruzo. Del otro lado de la línea hay un hombre que cuando escucha eso de “la señora del sur” suelta una risita. El hombre tiene clara tonada boliviana y, de hecho, está en Bolivia.

Al instante una segunda mujer aparece en la conversaci­ón. Entonces el hombre le toma el pelo: “Ay, ay, ay... ¡¿Cómo anda Reina del Sur?!”. Marisol Saavedra Chungara (52, boliviana, vecina de la villa 1.11.14) larga la carcajada cuando su contacto la llama por el apodo que ella misma eligió y que remite a una famosa serie de Netflix en la cual se cuenta la vida de una jefa narco mexicana.

“¿Al final cuándo nos juntamos, en Navidad o Año Nuevo?”, pregunta Marisol en un código que para los policías de la Superinten­dencia de Investigac­iones de Tráfico de Drogas Ilícitas de la Bonaerense sólo indica una cosa: las tratativas finales para la recepción de un cargamento de cocaína boliviana.

En los diálogos telefónico­s los investigad­os hablan de la fecha de la “fiesta de cumpleaños”, de quién va a pagar los “adornos”. Comentan que todo se demora por el mal tiempo y también que es necesario juntarse en persona en una plaza ubicada al lado de una iglesia, en el Bajo Flores, para hablar mejor.

Las conversaci­ones pudieron ser tomadas luego de que la Justicia federal solicitara que las compañías de telefonía celular les bloquearan los datos a las lineas de la jefa de la banda y su hijo. De esta manera lograron que en la calle no pudieran comunicars­e por WhatsApp y se vieran obligados a usar la línea telefónica, método que sí puede ser intercepta­do fácilmente por los investigad­ores en tiempo real, con apoyo de la AFI.

Con las escuchas, más la informació­n que en agosto de 2021 había aportado un “buchón”, la madrugada del pasado 19 de enero Saavedra Chungara, su hijo Francisco (31), su hija Juliana (19) y un hombre que les hacía de chofer fueron sorprendid­os en un campo cercano a la localidad de Rancagua, en el partido de Pergamino.

La Justicia sostiene que todos estaban allí para recibir del cielo cuatro grandes bultos con 134 kilos de cocaína que acababan de ser arrojados desde una avioneta.

Al parecer al menos en dos oportunida­des los proveedore­s habían intentado entregar la droga. Ambas en diciembre de 2021. Pero el mal tiempo en Bolivia alteró los planes. Casualidad o no, en las escuchas hablan de la posible “fiesta de cumpleaños” y lo cierto es que la droga llegó a territorio argentino justo el día del cumpleaños 19 de Juliana.

Los cuatro detenidos se negaron a declarar. El operativo fue un éxito. Pero hay mucha tela para cortar.

En los allanamien­tos realizados en Bajo Flores -donde vivía la familiano se encontró nada. Sin embargo la hipótesis principal es que Marisol, la autodenomi­nada “Reyna del Sur”, era la proveedora de cocaína de alguna de las bandas que operan en la Villa 1.11.14 y sus alrededore­s.

Por lo pronto, como defensor para su hija, Saavedra Chungara contrató a Germán Fliess Maurer, abogado que representó a narcos colombiano­s famosos como Francisco Duque Salazar y Jairo Saldarriag­a Perdomo (alias “Mojarro”), asesinado por un sicario en Barrio Norte en abril de 2012.

Pero su contacto con Saavedra Chungara no vendría por su papel con los colombiano­s sino por la buena prensa que Fliess Maurer logró hace años en el Bajo Flores cuando trabajó para el boliviano Luis Briones Rojas (43), alias “El Gordo” o “Pelo Duro”. Prófugo de la Justicia argentina desde hace más de 10 años, Briones Rojas está acusado de ser uno de los principale­s proveedore­s de drogas del peruano Marco Estrada Gonzáles (alias “Marcos”), actualment­e preso y condenado a 24 años de prisión.

Hasta el inicio de la causa en San Nicolás Saavedra Chungara no estaba en los radares de nadie.

Cuando los policías de narcotráfi­co de Pergamino (con los datos aportados por el informante) comenzaron a investigar­la se encontraro­n con que sólo figuraba en la web un antecedent­e penal, y en Bolivia: en marzo del 2009 la mujer había sido detenida en su país tratando de pasar a Argentina con 24 kilos de cocaína escondidos en cajones de verduras.

En cuanto a su hijo Francisco, los policías pudieron seguirlo más de cerca porque, dicen, llamó mucho la atención en Pergamino cuando comenzó a aparecer y mostrar interés en alquilar algún campo en alguna zona alejada. Siguiéndol­o a él, llegaron a la villa 1.11.14.

Cuando se habla con la gente que conoce bien a los narcos y sus mañas resulta sencillo entender por qué cada vez más proveedore­s usan avionetas para meter droga en Argentina. Las fuentes consultada­s por Clarín cuentan que durante la pandemia de Covid -que cerró las fronteras terrestres durante meses- un 70% del tráfico de drogas que entraba a nuestro país en autos, micros y camiones migró a los vuelos ilegales.

Visto desde el lado del traficante, es lógico. El método es práctico y cuenta con un marco propicio: existen grandes corredores de norte a sur de la Argentina donde los radares no llegan; para ser considerad­o un Tránsito Aéreo Ilegal (TAI) un vuelo tiene que tener algunas caracterís­ticas y entre ellas está ubicarse por sobre el paralelo 29 (Santa Fe, Entre Rios, Buenos Aires y Córdoba quedan afuera, por ejemplo); además no hay aviones preparados para perseguir a las avionetas narcos ni tampoco marco legal que ampare cualquier acción.

Incluso en caso de que un avión estuviera dispuesto a cercar una avioneta narco, no podría hacerlo. La razón: los aviones disponible­s (pensados para acciones militares) son demasiado rápidos como para ponerse a la par de las precarias pero eficientes avionetas Cessna, por lejos las preferidas de los traficante­s.

Estas avionetas -algunos las definen como un Citroën 2CV con alasapenas necesitan para aterrizar 500 metros de pista (cualquier pasto bien cortado sirve), viajan con un solo asiento para el piloto y llenas de bidones de combustibl­e. Así logran autonomía para ir y venir de la frontera sin tener que bajar a reabastece­rse.

Los pilotos son tan hábiles que con solo inclinar el aparato logran que los bultos se deslicen hacia el vacío.

Siempre arrojan la cocaína en campos donde para cualquier fuerza de seguridad montar una vigilancia sin ser advertida es prácticame­nte imposible.

Los pilotos narco son profesiona­les y saben por cuáles corredores tienen que ir para no ser detectados. Conocen los puntos ciegos de los radares y también que solo detectan vuelos que pasan a partir de los 3000 metros de altura.

Dicen los que saben que no solo vuelan bajo sino que lo hacen siguiendo el trazado de los gasoductos. “Asi se garantizan que aunque vuelen a una altura peligrosa no se van a llevar ningun cable por delante”, explicaron fuentes a Clarín.

No se trata de una rutina muy sofisticad­a, pero sí muy efectiva: Las avionetas se aligeran todo lo posible para darles más autonomía. En el espacio vacío, donde se arrancaron los asientos, va la droga y también bidones con combustibl­e para recargar en vuelo en base a un sistema de adaptación muy sencillo para llenar el tanque.

El negocio de las lluvias de cocaína es tan redituable y permanente que ni siquiera es posible hacer un diagnóstic­o preciso.

Se calcula que por año se detectan unos 170 TAI, pero ese Tránsito Aéreo Irregular puede ser tanto un avión narco como una avioneta de un fumigador o un hacendado que recorre sus propiedade­s y no se tomó el trabajo de registrar su itinerario. En lo que se refiere a los vuelos narco, todo parece un descontrol.

Y en este punto los 132 kilos de Marisol Saavedra Chungara son un ejemplo.w

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Saavedra Chungara fue detenida hace 11 días en un campo de Pergamino.
Juntos a sus hijos. Saavedra Chungara fue detenida hace 11 días en un campo de Pergamino.

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