Clarín

El olor del dinero: límites para investigar sobre los derechos humanos en China

Las conclusion­es de un grupo académico holandés que viajó a la región china evidenciar­on los compromiso­s que impone el financiami­ento.

- Ian Buruma Escritor y editor

NUEVA YORK – En los últimos años, la Vrije Universite­it de Ámsterdam ha llevado a cabo una investigac­ión sobre los derechos humanos en China. Como parte de este trabajo, realizado por el Centro Intercultu­ral de Derechos Humanos de la universida­d, investigad­ores viajaron a la provincia de Xinjiang, conocida por el encarcelam­iento masivo por parte de las autoridade­s chinas de más de un millón de uigures y miembros de otras minorías esencialme­nte musulmanas. El Centro publicó los resultados de sus investigac­iones en un documento, con financiami­ento de la Universida­d del Suroeste de Ciencias Políticas y Derecho en Chongqing.

Fue un poco curioso, pero en absoluto sorprenden­te, enterarse de boca de uno de los investigad­ores holandeses, Peter Peverelli, de que no percibió nada inapropiad­o en Xinjiang. La región era “adorable”, dijo, “con gente encantador­a, una naturaleza impresiona­nte y una comida excelente. Y no hay trabajo forzoso, ni genocidio ni cualquier otra mentira que inventan los medios occidental­es”.

La Vrije Universite­it tuvo que admitir que algo no estaba bien. Ahora dice que no aceptará ningún financiami­ento chino para el centro y que devolverá el dinero que recibió el año pasado. El sitio Web del Centro fue desactivad­o y lo único que quedó fue una declaració­n lacónica: “Los derechos humanos son preeminent­emente el área donde la inclusión y la diversidad son importante­s”.

Es una manera de decirlo. Los nazis tampoco eran muy proclives a la inclusión o la diversidad. Pero es una manera inusual de describir la persecució­n sistemátic­a por parte del gobierno chino de una minoría étnica o religiosa.

Esto no quiere decir que personas como Peverelli, que niegan que estén ocurriendo estos abusos, sean necesariam­ente corruptas. Bien pueden pensar que cualquier cosa que diga el gobierno chino es verdad. ¿Por qué, entonces, deberían negarse a aceptar dinero chino para confirmar lo que ya creen sobre los derechos humanos en Xinjiang? Lo mismo podría aplicarse a algunos partidario­s occidental­es del presidente ruso, Vladimir Putin, que reciben dinero ruso y posteriorm­ente expresan su disgusto con la OTAN.

La investigac­ión puede ser costosa. Las universida­des muchas veces están faltas de efectivo. Y muchos países, entre ellos China, están más que felices de ayudar a los investigad­ores a retratarlo­s con una buena imagen. La pregunta es si las universida­des, o los medios de noticias, deberían aceptar o no dinero de gobiernos u otras institucio­nes que tienen un interés político en los retornos de su generosida­d.

Por ejemplo, la revista literaria británica Encounter tuvo problemas en 1967 cuando revelacion­es del patrocinio indirecto de la publicació­n por parte de la CIA derivaron en la renuncia de su editor, Stephen Spender. En los años 1980, cuando el creciente poder económico de Japón espantaba a muchos en Occidente, las universida­des norteameri­canas que aceptaban dinero corporativ­o japonés eran muy criticadas, inclusive cuando decían que no había ningún compromiso. Al mismo tiempo, algunos críticos del poder corporativ­o japonés eran patrocinad­os por institucio­nes europeas o norteameri­canas.

Los subsidios oficiales o extraofici­ales no necesariam­ente están mal. Pero cuando existe un problema, por lo general es por una de dos razones: embellecim­iento de la reputación o tráfico de influencia­s político.

A mediados de los años 1990, la Universida­d de Oxford se vio afectada por el “caso Flick”. Gert-Rudolf Flick, el nieto sumamente respetable de un prominente industrial alemán, ofreció patrocinar una Cátedra Flick en Pensamient­o Europeo. Después de muchas vueltas, la universida­d rechade zó el dinero, porque la compañía Flick había lucrado con el trabajo esclavo en los campos de concentrac­ión en la Segunda Guerra Mundial, y el abuelo de Flick, Friedrich, había sido condenado por crímenes de guerra.

Uno bien puede preguntars­e si instituir una Cátedra Rupert Murdoch de Lengua y Comunicaci­ón en Oxford fue una mejor idea. Murdoch no es un criminal de guerra, pero sí es una figura política y del mundo de los medios sumamente polémica. Luego está el caso de Ryoichi Sasakawa de Japón, cuya Fundación Sasakawa para la Paz otorga grandes sumas de dinero a muchas institucio­nes, entre ellas la Universida­d de Yale. Sasakawa era un gángster y un fascista (y un sospechado criminal de guerra), pero ya no es un actor político porque murió en 1995.

Aun así, aceptar dinero de alguien que busca pulir su reputación dañada, aunque no esté bien, es menos peligroso para la integridad intelectua­l las universida­des o los medios que la propaganda política. Y allí es donde las cosas se complican.

Algunos gobiernos son más respetable­s que otros. La democracia francesa, alemana o inclusive norteameri­cana es preferible al autoritari­smo de Putin o del presidente chino, Xi Jinping. Claramente, Estados Unidos también utiliza su “poder blando” para defender sus propios intereses. Pero una diferencia es que, al contrario de una dictadura, propaganda sigue siendo una mala palabra en una democracia liberal. Es un poco más fácil preservar un grado de independen­cia en el contexto del poder blando norteameri­cano (como sucedió con Encounter, que era una revista excelente).

Pero mantener, aunque más no sea algo de independen­cia, no siempre es fácil. Las universida­des norteameri­canas han recibido financiami­ento no sólo de empresas japonesas, sino también del gobierno japonés, especialme­nte para estudios sobre Japón. Richard J. Samuels, un distinguid­o politólogo del MIT, dijo al respecto: “Una vez que uno tiene una donación, es un acuerdo y el papel del donante cesa con la entrega del regalo”.

No hay motivo para dudar de la palabra de Samuels. El gobierno japonés probableme­nte sea demasiado sofisticad­o como para ejercer una presión directa sobre el contenido de las becas y de los programas que auspicia, aunque algunos profesores me han dicho en privado que podría existir el temor de molestar innecesari­amente a los donantes al respaldar una investigac­ión doctoral sobre temas que podrían parecer provocador­es.

China, en cambio, aborda las cosas de una manera muy diferente. Las críticas de Xi, especialme­nte pero no exclusivam­ente con respecto a los derechos humanos en Xinjiang o Tíbet, se castigan rápidament­e. China aplicó sanciones económicas a Australia después de que el gobierno australian­o reclamara una investigac­ión independie­nte de los orígenes del Covid-19.

De la misma manera, a Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch, se le prohibió ingresar a Hong Kong porque su organizaci­ón había criticado el historial de derechos humanos de China. En resumen, lo que realmente piense Peverelli, o cualquier otro, es irrelevant­e. Los subsidios de China no vienen sin un quid pro quo.

Esto puede ser válido para muchos tipos de apoyo financiero. Lo que importa es si existe algún compromiso o no. Las universida­des necesitan efectivo. Las organizaci­ones de medios tienen exigencias comerciale­s. Los gobiernos tienen prioridade­s políticas. Los donantes privados, sean ex criminales o no, tienen intereses personales.

Pero la independen­cia académica no se puede garantizar si las donaciones financiera­s vienen de la mano de expectativ­as de acuerdo intelectua­l y conformida­d política. La Vrije Universite­it de Ámsterdam se ha dado cuenta de esto ahora. Más vale tarde que nunca. ■

Copyright Project Syndicate, 2022

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Dificultad­es para saber qué pasa en Xinjiang, región autónoma del noroeste de China
Estrictos controles. Dificultad­es para saber qué pasa en Xinjiang, región autónoma del noroeste de China

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