Clarín

Yiyo El Zeneize: esquina que no cambió el nombre en 100 años

La abrió un inmigrante italiano y fue almacén, vinería y hasta fábrica de encurtidos. Tuvo como clientes a músicos, deportista­s y políticos.

- Karina Niebla kniebla@clarin.com

Pasó de almacén a punto de cerrar a bar de moda renacido en pandemia. Y, en breve, será también sitio histórico, café notable y patrimonio cultural de la Ciudad. La Legislatur­a porteña votó en primera lectura un proyecto para que Yiyo El Zeneize reciba esa triple declaració­n y la ley avale la fama ganada dentro y fuera del barrio de Parque Avellaneda.

En su siglo de vida, esa esquina de Eva Perón y Ameghino cambió varias veces de rubro pero siempre dio de comer y beber. Y para todos fue y sigue siendo Yiyo El Zeneize o, simplement­e, Lo de Yiyo. Porque, más importante que lo que se vende es su gente y su historia, que arrancó cuando el barrio aún era un pedazo de campo en la ciudad.

El proyecto, presentado por el legislador Javier Andrade (Frente de Todos), propone que el bar sea catalogado como café notable y denominado sitio histórico de la Ciudad. Un título que le calza como anillo al dedo cuando se ven sus paredes con textura, tapizadas de botellas y recuerdos; su construcci­ón apenas modificada; su sótano con bodega centenaria. Su teléfono, el primero del barrio.

Ese legado también será digno de reconocimi­ento, sobre todo si se saborea: el proyecto propone que las prácticas y saberes de este bar sean declarados patrimonio cultural porteño.

Esto abarca su carta, que incluye conservas hechas con los métodos aprendidos por sus herederos cuando en esa misma esquina funcionó una fábrica de encurtidos.

Sobran las credencial­es para que este bar reciba esta triple declaració­n en la Legislatur­a. Y, también, para que haya fila cada domingo al mediodía, por lo que conviene reservar. Falta aún la audiencia pública de este proyecto de doble lectura, que se celebrará el martes 29 de marzo a las 15. Después, el texto volverá al recinto para su aprobación definitiva.

Un siglo de barrio en una esquina

Entre el éxito actual y el declive pasado pasaron cosas. Todo arrancó un siglo atrás, tiempos de estancias dentro de los límites porteños, matadero con más cabezas que Chicago, transporte traccionad­o a sangre y arroyo Cildañez a la vista.

Egidio "Yiyo" Zoppi vio las carretas que pasaban por la avenida -llamada Campana, hoy Eva Perón- que desembocab­an directamen­te en el matadero y pensó: "Acá hace falta una herrería".

Pero la conclusión le duró poco: lo que los viajeros necesitaba­n era un lugar donde comer y beber. La misma demanda tenían quienes querían hacer un recreo mientras construían la casa de bombas elevadoras de líquidos cloacales que se levantaba a la vera de esa avenida. Y como a Yiyo y su esposa Magdalena se les daba bien la cocina, abrieron un almacén de ramos generales, vino patero y algunas mesas.

Para 1921 ya había parroquian­os sentados, como ilustran las fotos más antiguas del lugar. Después llegaron los famosos: Mariano Mores, Osvaldo Pugliese, Libertad Lamarque y otras figuras del tango.

Actores como Juan Carlos “Minguito” Altavista. Boxeadores como Justo Suárez, “El Torito de Mataderos”. Hasta “Horacio Guaraní, que era muy amigo de la familia y estuvo escondido en los piletones en los setenta”, cuenta Cristian Díaz (37), uno de los capitanes de la versión renovada del bar.

Entre los cuarenta y los noventa, la esquina mutó a fábrica de encurtidos y fraccionad­ora de vino, de la mano de Luis y Batista, los hijos de Yiyo, quien murió en 1966, a los 84 años. Con el escándalo de vino sanjuanino adulterado en 1993, ese año la esquina volvió al rubro de bar y almacén, con persianas a veces bajas y parroquian­os jugando a las cartas.

Los ya octogenari­os hijos de Yiyo llevaron el lugar como pudieron. Hasta que a mediados de 2020 murieron con apenas dos meses de diferencia. El lugar se vació de gente, y la crisis gestó oportunida­d.

Renacimien­to en pandemia

“Con la muerte de Luis y Batista, mi tía y yo no sabíamos qué hacer”, cuenta Danilo Wortolec (26), una de las cabezas al frente de la esquina de su bisabuelo, que ahora es bar y restorán de mediodía y noche.

El nuevo equipo es multigener­acional: además de Danilo, están su tío Omar Zoppi (62) y los socios gastronómi­cos Maximilian­o Luque (35) y su primo Cristian, fundadores de la empresa de catering Tips Not Included.

“Justo Maxi y Cristian, que eran clientes, nos propusiero­n juntarnos y hacer un evento especial, un pop up, en Yiyo. Fue un éxito. Por eso repetimos y arrancó todo otra vez”, cuenta Danilo mientras se prepara para cargar verduras para el local. Además de encargarse de cuestiones administra­tivas, hace las compras para el menú y las conservas.

Elabora las conservas usando viejas recetas junto a Omar, que de joven trabajó en la fábrica de encurtidos. Aceitunas schiacciat­e (aplastadas), tomates secos con albahaca, champiñone­s con canela y clavo de olor, y berenjenas en escabeche lactoferme­ntadas se lucen en pequeños frascos disponible­s para la venta.

De atender a 35 y 40 personas en un evento especial, pasaron a tener 95 cubiertos sólo en el salón, que en realidad son dos: uno que da a la esquina y otro trasero, que conserva siete piletas donde se almacenaro­n hasta 70.000 litros de vino. En el aniversari­o del primer pop up, que coincidió con el centenario de Yiyo, se organizó un festejo con corte de calle que reunió a 2.500 personas.

Además de dedicarse a la gastronomí­a, Cristian estudió la carrera de Restauraci­ón de Bienes Culturales en la Universida­d Nacional de las Artes (UNA). Por eso, cuando tomó el timón artístico del lugar, esperó un tiempo: descolgó todos los objetos y fue encontránd­oles un nuevo lugar, en el marco de una narrativa coherente. Durante cuatro meses, cosechó fotos, documentos y testimonio­s de los vecinos más antiguos del barrio.

Por eso el componente museístico está en todos lados. Y por eso el ambiente llama tanto la atención, al punto de convertirl­o en uno de los restaurant­es esenciales porteños por la publicació­n especializ­ada estadounid­ense Eater. "Pensé en que la gente iba a venir y recorrerlo como lo que es Yiyo hoy: una casa de abuela mezclada con un museo con un bar con una fonda. Un lugar donde no tengas que pedir permiso para meterte en cada recoveco".

Nacido de un piamontés pero apodado zeneize

El primer nombre del bar fue La Campana Piamontesa: Campana porque así se llamaba la avenida Eva Perón en ese tiempo. Piamontesa por la región en la que nació Egidio. Fue rebautizad­o como Yiyo El Zeneize recién en los cuarenta, cuando el timón pasó a manos de Luis y Batista.

¿Por qué zeneize y no piamontés? Así se dice “genovés” en el dialecto de Génova, de cuyo puerto partió Yiyo y la mayoría de los inmigrante­s italianos.

“Por eso, zeneize era el gentilicio que hacía referencia a todo el colectivo, independie­ntemente de la región italiana en la que hubieran nacido. Para Yiyo, era una forma de que lo asociaran con Italia y así atraer clientes”, dice Danilo. Un truco de marketing más de un siglo atrás. ■

En la Legislatur­a avanza un proyecto para declararlo café notable y sitio histórico porteño.

Le pusieron Zeneize para que lo asociaran con Italia y así atraer a más clientes.

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FOTOS: G. ADRASTI Ayer y hoy. En la intersecci­ón de Eva Perón y Ameghino siempre se dio de comer y beber.
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Un pedazo de historia porteña. Que aún hoy se puede visitar.

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