Clarín

Otra vuelta para el fileteador de bondis

- Cristian Sirouyan cisirouyan@clarin.com

Desplazado­s de los primeros planos por la expansión del ploteo y los banners, los sugerentes motivos del fileteado porteño todavía viajan en los colectivos. Van y vienen desde la cabecera hasta la terminal, para deleitar la vista de todo aquel que sabe apreciar el despliegue de colores y formas que exhibe esta forma de arte popular.

Pese al retroceso, alrededor del 60% del parque automotor colectivo del área metropolit­ana presenta, cuanto menos, alguna marca desprendid­a del pincel de un fileteador.

Muchos fileteador­es quedaron en el camino, frustrados por el escaso interés en su especialid­ad que empezaron a mostrar los empresario­s del transporte automotor desde la década del 90. Pero un puñado de ellos resiste y aspira a recuperar al menos una porción de ese sitial perdido.

Entre los más optimistas se cuenta Antonio “Cacho” Lettieri, una voz autorizada, al que avala una trayectori­a de medio siglo decorando colectivos con guardas, líneas rectas y sinuosas, retratos, letras y números góticos, arabescos, guardas, coronas y banderas. Un amplio repertorio que frecuentem­ente remata con alguna frase picaresca.

A los 71 años, ya jubilado aunque lejos de pensar en el retiro, Lettieri es considerad­o el mayor referente en la materia. Sus trabajos, obras de arte de trazo fino plasmadas sobre las carrocería­s de decenas de líneas de colectivos de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, se renuevan día a día sobre las moles metálicas de “la” 181, “la” 34 y “la” 109.

Históricam­ente, los elegantes coches rojos de la línea 109 que unen Liniers con el microcentr­o porteño ostentaron los elogios más encendidos por presentar la decoración más atractiva de cada año. Detrás de ese reconocimi­ento subyace –hasta hoy- la zurda talentosa de Lettieri, dúctil para dejar su impronta sobre trompas, culatas, laterales y hasta interiores.

“El dueño de una fábrica de carrocería­s me discutía que el fileteado está en extinción y, por eso, se iba a dedicar a plotear. No sé de dónde sacó eso. Es más, a los 30 días me llamó el encargado de la misma empresa para pedirme que hiciera el fileteado a mano de trece coches. Esta disciplina está más vigente que nunca y, a esta altura, ya es un patrimonio nacional”, sentencia Lettieri.

El hábil fileteador de “bondis” sigue fiel a su estilo, aunque concede una leve adecuación a los tiempos que corren. “Ahora se impone el detalle, alguna bandera, una florcita, una corona, letras y números góticos. Los vehículos son cada vez más grandes y el fileteado no luce si está muy cargado, como suele verse especialme­nte en colectivos del Gran Buenos Aires. Los trazos no tienen que llegar a la saturación. No hay que exagerar para que no se transforme en un carnaval”, advierte este hombre de pocas medidas, más afecto a expresarse a través de sus pinceles (finos, gruesos y anchos), el esfumado con soplete y la aerografía.

El fileteado porteño revive en salas de arte, talleres de enseñanza y ferias callejeras, mientras, en silencio, recupera terreno en el colectivo, empujado por la perseveran­cia de Juan Manuel Urbina y su hijo Juan Alberto, Juan Carlos Fortunatti, Jorge Garófalo y Daniel Rodríguez, los nombres que Lettieri recita de memo

Gracias a su zurda talentosa, Antonio “Cacho” Lettieri es reconocido como el mejor fileteador. A los 71 años, cada vez tiene más trabajo.

ria. Los más novatos de ese elenco reconocen en “Cacho” el modelo más idóneo a seguir.

“Cuando yo tenía 13 años viajaba en un coche de la línea 720, en Tigre, y me encantaron los detalles que había fileteado ‘Cacho’. Parecía calcado, pero había hecho todo a pulso y a ojo. Las líneas de los cortes de pintura eran perfectos. Fue un descubrimi­ento y quise seguir sus pasos. Así fue como aprendí con el maestro Ricardo Gómez, en Mataderos”, recuerda Daniel Rodríguez, que a sus 31 años está afianzado como letrista y fileteador en la línea 620, que recorre la ruta 3 en las entrañas de La Matanza.

Lettieri devuelve gentilezas y recomienda al promisorio valor de Los Polvorines, uno de los audaces sucesores que se animan a tomar la posta: “Seguí así que vas bien, fijate en los mejores trabajos para igualarlos o superarlos y aprendé lo máximo que puedas con fileteador­es experiment­ados”.

En rigor, Lettieri se considera un dibujante publicitar­io consumado (completó la carrera en seis años y arrancó diseñando carteles publicitar­ios en la vía pública), que empezó a forjar accidental­mente su camino de fileteador.

“Mi primer trabajo fileteado lo hice mal en un interno de la línea 36. Es que yo era dibujante publicitar­io y letrista, hasta que un día me pidieron reemplazar al fileteador, que se había enfermado. Por suerte me ayudó mucho Carlitos, de San Justo, un fileteador de micros escolares que se transformó en mi primer maestro”, rememora Lettieri esa época formativa, cuando consiguió los pinceles adecuados, aprendió a balancear debidament­e el cuerpo para pintar y forjó su futuro a puro pulso y mucha práctica.

En poco tiempo, el fileteador improvisad­o pasó a ser un respetable decorador de colectivos en reparación, carrocería­s cero kilómetro y coches históricos destinados a brillar en exposicion­es. Algo frustrado por no haber podido formar discípulos entre sus tres hijos y seis nietos, ‘Cacho’ se dio el gusto de transmitir los secretos del fileteado porteño a su hermano, a un primo y a decenas de jóvenes admiradore­s que se acercan a consultarl­o al galpón –la extensión de su casa de Ciudad Madero- de Ciudadela, junto a la colectora de la avenida General Paz, donde sigue dado cátedra con su mano prodigiosa.

A la hora de observar con su ojo agudo, Lettieri no duda en incluir las líneas 29, 34, 64, 109, 52 y 181 en el podio de los colectivos que mejor conservan esta tradición, introducid­a a principios del siglo XX por inmigrante­s italianos y prohibida en 1975 por la Ley nacional 1606, apenas un escollo más en la historia de resistenci­a que acompaña a los fileteador­es. Su respuesta era un nuevo dibujo, un trazo sutil o alguna frase al pasar. “Si la envidia se hiciera guita, hoy sería millonario” o “Mucho lujo, mucho brillo y al volante un potrillo” se alcanza a leer aún hoy en algunas unidades.

“De acá no salgo. Últimament­e me encargaron trabajos de la 45, la 64 y la 216 y los acepté con la condición de que los hiciera acá”, declara Lettieri, cómodament­e instalado en el depósito de colectivos rojos. Lettieri no escapa al peso de su fama, busca su momento de inspiració­n y remata la faena con un toque delicado. Lejos de apagarse, el fileteado, sostenido como una

pieza invaluable por Cacho y sus seguidores, sigue latente en el fragor de la gran ciudad.■

 ?? ?? Detalles. En las manos de Lettieri.
Detalles. En las manos de Lettieri.
 ?? ?? A pulso y a ojo. “Cacho” Lettieri trabaja con guardas, líneas rectas y sinuosas, retratos, y también letras y números góticos.
A pulso y a ojo. “Cacho” Lettieri trabaja con guardas, líneas rectas y sinuosas, retratos, y también letras y números góticos.
 ?? ?? En 2009. Una nota del filete en Clarín.
En 2009. Una nota del filete en Clarín.

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