Dos años de pandemia: “La prioridad debe seguir siendo la educación”
El próximo 11 de marzo se cumplirán dos años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que la nueva enfermedad por el coronavirus 2019 (Covid-19) podía caracterizarse como una pandemia. Y pasados estos, surfeando la ola todavía, el mundo ha experimentado situaciones nunca antes vistas y pasado por distintos momentos epidemiológicos. En este sentido, el Ministerio de Educación anunció, hace pocos días, el protocolo de “Aula Segura”, que elimina el sistema de burbujas en las escuelas y recomienda el uso de barbijos, vacunación, ventilación de espacios y lavado de manos para el inicio del ciclo lectivo. Con el tema sanitario que parece encaminado a normalizarse en este 2022, la pandemia ha dejado secuelas que preocupan de cara al futuro. Y en este punto me gustaría reflexionar acerca de lo que es y será lo más importante a tener en cuenta para el resurgir de las próximas generaciones, que es la educación.
Según un reporte publicado a fines del año pasado por el Instituto de Estadísticas de la Unesco y el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo, la mayoría de los países no alcanzará los objetivos mundiales de educación para 2030. El informe establece que el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) de garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, además de garantizar oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para toda la población, quedará lejos para ese año. Para la Unesco, los cierres de escuelas por la pandemia y la perturbación mundial en la enseñanza causada por las derivaciones del Covid-19 es la peor crisis educativa registrada. Estamos, sin dudas, ante un desafío mayúsculo a nivel mundial, y en Argentina en particular. Siempre me gusta decirles a las generaciones futuras que en las crisis los capaces crecen. Entender esto nos hace enfrentar con una realidad que no siempre se quiere ver: no importa qué nos pase, sino qué hacemos con lo que nos pasa. Y la salida a toda crisis debe cimentarse en la creatividad y resiliencia. Debemos ser capaces, como sociedad, de cimentar una educación basada firmemente en pedagogías que -además de habilidades y competencias relacionadas a la comunicación, el arte, ciudadanía responsable, cuidado de sí mismo, aprendizaje autónomo y desarrollo, creatividad, pensamiento crítico, etc.- desarrollen, sobre todo, las habilidades para hacer frente a las situaciones imprevistas por medio de la previsión y prevención. La educación no debe ser sólo instrucción, sino formación. Debe preparar para la vida, lo que significa asumirla en su complejidad y diversidad, con la capacidad de mantener los rumbos esenciales, pero con la flexibilidad y apertura a las nuevas alternativas. Familia, escuela, sociedad y Estado conforman un todo, en donde cada se encadena y retroalimenta, construyendo el camino por donde pasa el presente, con la consecuencia del pasado y a la espera del futuro. Habrá que ponderar el bien común de todos, mejorar la solidez y credibilidad de nuestras instituciones a través la profesionalización de la política, ya que es la ciencia más importante, desde la epistemología, por ser la encargada de calificar el destino de las sociedades democráticas y a los ciudadanos, hacia el éxito o el fracaso post-coronavirus. Darnos cuenta de que en estos años vimos cambios y adaptaciones impensadas, no solamente en educación, sino en otras esferas de la cotidianidad de las cuales nadie había escrito “tratados” acerca de cómo conducirse ante estos escenarios tan complejos e inciertos.
Hay que enriquecer a las futuras generaciones, pensar que una ciudadanía universal se hace de manera colectiva y se asume de manera personal. Sé que esta crisis está dejando y dejará huellas, y que sin dudas hay quienes la sufren más que otros. Pero pensemos que es una oportunidad.