Italia recuerda a Giovanni Falcone, el juez que acorraló a la mafia
Historia. Fue asesinado por Costa Nostra hace 30 años. Su trabajo puso de rodillas al crimen organizado. El homicidio alimentó una guerra judicial a los mafiosos.
Hace tres décadas, el 23 de mayo de 1992, una carga de 500 kilos de explosivos destruyó la autopista en dirección a la cercana Palermo, la capital de Sicilia, por la que circulaba una caravana de tres automóviles que transportaban al juez Giovanni Falcone, enemigo número uno de Cosa Nostra, su esposa también magistrada, y a tres policías de escolta. Ninguno sobrevivió.
Llegó así al cúlmine el poder de la mafia siciliana con este atentado y otro en julio que masacró al fiscal Paolo Borsellino y a los cinco policías que lo custodiaban. Cerebro visible de estas acciones terribles que nunca habían llegado a tanto en la historia secular de Cosa Nostra fue el jefe de la “comisión” que dirigía entonces a la mafia, Salvatore “Totó” Riina, convencido de que la única manera de contrarrestar la acción de los dos magistrados era acudir directamente a la acción terrorista.
Riina murió en noviembre de 2017 en un hospital de Parma, a los 86 años, tras haber pasado los últimos 24 de ellos encarcelado. Fue capturado en enero de 1993, cuando el panorama comenzaba a cambiar y el Estado respondía con el máximo de la fuerza a la acción mafiosa.
Falcone y Borsellino son hoy dos de los más grandes héroes de la democracia italiana. El aeropuerto de Palermo lleva sus nombres y miles de escuelas rindieron en todo el país homenaje a sus memorias. Se ha hecho carne entre los italianos que el martirio de ambos salvó a Italia del predominio criminal de Cosa Nostra.
Ambos eran sicilianos convencidos de que la lucha de la justicia podía contrarrestar el poder mafioso que se había hecho mucho más peligroso desde que la “familia” de Corleone, un pueblo de la Sicilia central que se convirtió en sinónimo de mafia, conquistó las cumbres del poder, al apoderarse de la “comisión” que reunía a los capos de los mandamientos de Cosa Nostra. Riina era el jefe del mandamiento de Corleone.
El gobierno implacable de Totó Riina implantó un estilo de lucha sin cuartel, en defensa de los espacios mafiosos en la realidad siciliana. Giovanni Falcone y otros magistrados, varios de ellos también asesinados, llevaron adelante una investigación a fondo que llevó al maxiproceso a cientos de afiliados a Cosa Nostra en el bunker de la cárcel principal de la capital siciliana.
Falcone y Borsellino afrontaron todos los peligros y, pese a las amenazas acompañadas de advertencias de políticos presionados por sus relaciones con la mafia, lograron que el maxiproceso concluyera enviando a la cárcel a cientos de “picciotti” (soldados), y jefes de la organización criminal.
En ese período agitado que hoy los italianos consideran histórico, Totó Riina y los otros miembros de la “comisión” de Cosa Nostra se convencieron de que la repuesta debía ser contundente. El peligro para los mafiosos era, y fue, que el Estado terminara aplicando medidas muy duras a la Cosa Nostra.
Totó Riina, también llamado “u curtu” por su baja estatura, decidió urdir un escarmiento. Utilizó las vastas redes de contactos mafiosos con el llamado “mundo legal” para detectar los movimientos del juez Falcone, que el gobierno y la magistratura decidieron proteger quitándolo de Palermo y promoviéndolo a un encargo en Roma.
Allí comienzan los misterios, que continúan hasta hoy sin aclararse, acerca de cuáles fueron las mentes que decidieron que Falcone era un tipo peligroso también para aquellos políticos considerados “cercanos” al poder mafioso. En medio de apretadas medidas de seguridad, Falcone y su esposa decidieron viajar a Palermo. Lo hicieron en un avión especial el 23 de mayo de 1992, hace 30 años. La Cosa Nostra había enviado algunos de sus miembros a controlarlo discretamente en Roma. Sabían todo.
Con tiempo prepararon el atentado infalible. Media tonelada de explosivos es irresistible y solo sabiendo cuándo y dónde había que hacerlos explotar el éxito estaba garantizado. Del aeropuerto a la capital siciliana existe una autopista. A la altura de una desviación al pueblo de Capaci, 48 horas antes algunos testigos dijeron haber visto a obreros que trabajaban en la ruta. Un caño de desagüe que la atravesaba fue rellenado con el TNT.
Giovanni Brusca, encargado de hacer estallar la carga, hizo varias pruebas hasta que logró una perfecta visión. Junto a otros dos se escondió y, cuando la caravana llegó al tramo fatal, apretó el botón.
Brusca fue arrestado meses después pero se sumó enseguida a los llamados “arrepentidos” que con sus confesiones han sido “colaboradores de justicia”, considerados fundamentales para las investigaciones contra la mafia. Hoy está en libertad, con otra identidad y no se sabe dónde.
La muerte de Falcone provocó un trauma nacional. El 19 de julio de 1992 se produjo el segundo atentado ordenado por Totó Riina, esta vez contra el fiscal Borsellino. En este caso hay señales más fuertes, aunque no han sido nunca aclaradas, de que en el estallido de un automóvil rellenado con TNT frente a la casa de su madre hubo complicidades que iban más allá de la mafia y pretendían proteger intereses y redes de muy alto nivel que las investigaciones del fiscal amigo de Falcone ponían en peligro.
Un ejemplo: dicen que Borsellino anotaba esas sospechas concretas en una agenda roja. Tras el estallido, se vio a un civil, que en realidad era un oficial de carabineros, que sacó del auto destruido una pequeña valija del fiscal. Las filmaciones del atentado registraron a este personaje nunca identificado, que se alejó unos 60 metros. Después se lo vio regresar y tirar la valija dentro del auto aún en llamas. La agenda no apareció nunca.
Tras el martirio de Falcone y Borselino se produjo en Italia una saludable revolución de las conciencias. La convicción de que la mafia no podía condicionar la vida nacional. El 1 de enero fue arrestado Totó Riina y en los meses siguientes siguieron las capturas de todos los grandes capos de Cosa Nostra.
Pero la guerra abierta no había terminado. Pese al arresto de Riina, la Cosa Nostra presentó batalla. El Papa Juan Pablo II había viajado a Sicilia y desde allí afrontó con coraje a la mafia, gritándole que se arrepintiera porque llegaría el día de la justicia. Llegó una nueva oleada de atentados terroristas firmados por Cosa Nostra. La respuesta al Papa fue el 27 de julio de 1993 con una bomba frente a la Basílica de San Juan en Letrán, sede del Papa obispo de Roma, que explotó en la madrugada y no causó ningún muerto o herido. La noche anterior un coche bomba explotó produciendo destrozos y veinte heridos en la vieja iglesia de San Jorge al Velabro, en el centro de Roma.
Pero los ataques habían comenzado el 14 de mayo, con una autobomba que explotó poco después del pasaje de un automóvil guiado por el periodista Maurizio Costanzo, que resultó ileso. La explosión produjo 24 heridos.
El 27 de mayo un furgón lleno de explosivos explotó bajo la Torre dei Pulci, sede de la academia dei Georgofili en Florencia. Murieron cinco personajes y otras 48 resultaron heridas. La torre dei Pulci quedó destruida y en la vecina galería degli Uffici, uno de los museos de arte más importantes del mundo, hubo daños importantes a 173 cuadros, 42 bustos de mármol y a 46 estatuas que quedaron arruinadas. Hubo también una bomba que estalló en Milán.
Las investigaciones comprobaron que eran de proveniencia mafiosa todos los atentados.
A este punto el Parlamento italiano aprobó leyes restrictivas para los mafiosos encarcelados y otras medidas. Riina fue condenado a varias cadenas perpetuas por la muerte de Falcone y Borsellino, como otros capos mafiosos.
El clima con la mafia había cambiado. Ayer las celebraciones en Palermo fueron encabezadas por el presidente de la República, Sergio Mattarella, cuyo hermano mayor Piersanti fue asesinado por la Cosa Nostra en 1980 en Palermo, cuando era presidente de la región Sicilia.w
Luego de Falcone, la mafia asesinó al fiscal Borsellino. El Estado aplastó a Cosa Nostra.