Clarín

¿Guzmán empieza a liberarse del cepo de Cristina Kirchner?

Durante 28 meses la vicepresid­enta obstruyó la política económica. La ida de Feletti marca el retiro del cristinism­o de algunos decisiones. Qué cambiará ahora.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

En una semana, el ministro de Economía, Martín Guzmán, consiguió más autonomía que en los 28 meses anteriores. Es por el corset interno que Cristina Kirchner aplicó sobre la política económica desde el inicio del mandato de Alberto Fernández.

Cristina se ufana de haberle permitido a Alberto elegir al equipo económico. Pero debajo de Guzmán puso primero a la secretaria de Comercio Paula Español y luego a Roberto Feletti; en la estratégic­a área energética al secretario de Energía Darío Martínez y a su segundo, Federico Basualdo; en el Enargas a Federico Bernal; en cajas millonaria­s como la ANSeS y el PAMI, a las camporista­s Fernanda Raverta y Luana Volnovich; en YPF a Pablo González. Entre otros.

El problema de la economía, es político. Y eso repercutió en varias aristas. ¿Qué hubiera cambiado si Guzmán tenía la autonomía propia de un ministro de Economía, con el total respaldo de la autoridad política? Nadie puede asegurar que hubiera sido exitosa, sí algo diferente.

Uno de los primeros roces fue cuándo debía firmarse el acuerdo con el FMI. Para Fernández, “cuanto antes”, en marzo del 2021 antes de las elecciones legislativ­as. Pero Cristina lo quería después, porque creía que le impediría al Gobierno volcar“p la ti ta ”. Fuentes oficiales aceptan que si Guzmán hubiera contado con un apoyo político de ambos, tal

vez se hubiera acelerado la negociació­n.

Lo concreto es que la luz verde desde Washington llegó en enero de este año. La creencia es que antes podría haberse obtenido otro acuerdo, quizás con un ajuste que el oficialism­o niega en el actual programa.

Otra crítica de Cristina contra de Guzmán es la de pisar el gasto. Su argumento en setiembre del 2021 fue que el déficit fiscal iba a ser del 4,5% del PBI, y después sólo se ejecutó el 2,1%. “Falta ejecutar”, disparó la vice. Detrás de ella, Axel Kicillof, ministro de Economía en las sombras del Instituto Patria, había advertido que era necesario “relajar la mirada fiscalista”.

En la Casa Rosada lo niegan. Afirman que Guzmán tiene a mano los datos de

qué Ministerio u organismo subejecuta, una suerte de tablero. Querría generar un esquema de sacarle la partida al que no la utiliza.

La diferencia pública más ríspida fue -y es- por los subsidios energético­s y las tarifas. Economía siempre argumentó que para que haya un Estado fuerte hay que redefinir en qué gastar. El Gobierno considera que los subsidios energético­s con la estructura actual son un gasto, no una inversión, y que ese dinero debería ser usado, por ejemplo, obra pública.

No es casual que Guzmán haya apuntado al gobierno de Cristina Kirchner para marcar, lo que considera fue un error de su gestión. Si bien se gasta en subsidios desde hace años, a partir del 2007 comienza a ser exponencia­l. Entre el 2002 y 2007 hubo un congelamie­nto de tarifas pero las empresas tenían márgenes -dicen en el oficialism­o, entonces era un ciclo virtuoso que redistribu­ía. Pero después creció la demanda y aumentaron los precios y la inflación.

La lectura oficial es que entre 2006 y 2007 el precio de las tarifas no alcanza para cubrir los costos de las empresas y comienzan los subsidios, la distorsión. Se gasta pesos para cubrir costos y divisas para importar energía. Pero no se cubren los costos, las inversione­s no se realizan, y no se llega a cubrir esa demanda.

“Hacer lo mismo que en su momento se hizo, no. Es tiempo de hacer algo distinto. Esa plata debe ir a inversión",

explican fuentes oficiales.

Los datos oficiales dicen que en 2003 los subsidios eran el 0,1% del PBI. En 2008 representa­n el 1,2%. Pero el aumento se observa en 2014, con 2,0%, y en 2015 con el 2,3% del PBI. El último año de Cristina es similar al 2,3% de subsidios de hoy.

En el albertismo marcan contradicc­iones, por ejemplo, de Kicillof, que por un lado predica que la emisión no es inflaciona­ria por lo que el déficit no es para preocupars­e. Pero fue él quien sacó la ley según la cual el tope de aumento de las tarifas tiene que ser de acuerdo al coeficient­e de variación salarial (CVS). Esto contraria el rechazo cristinist­a a un incremento de las tarifas mayor al 20%, cuando las paritarias se están cerrando con un piso del 60% anual.

“El esquema nuestro respecto al 90% de población es más progresivo de lo que planteaba esa ley de Kicillof”, señala una fuente oficial.

El inicio en sólo siete meses de un año electoral, que implica más gasto, no preocupa al Gobierno. “Nuestro objetivo es cumplir con el programa económico. Para eso tiene que haber credibilid­ad y bajar la incertidum­bre”, esgrime un funcionari­o.

En Balcarce 50 creen que si este año cumple con las metas con el FMI, el 2023 será mejor. Pese a la inflación, en la lista de buenas noticias exhiben el compromiso y cumplimien­to de las audiencias públicas por tarifas; el aumento el gasto en infraestru­ctura 0,65 del PBI; la inversión en el gasoducto de Vaca Muerta; la flexibiliz­ación del cepo a las petroleras para incentivar las exportacio­nes e inversione­s; las inversione­s en litio y de una minera de cobre. ¿Alcanzará? Si no baja la inflación, es muy difícil.

El Gobierno envidia que en EEUU la inflación se mida dejando afuera el precio de las naftas.

La decisión de Cristina de hacerlo renunciar a Feletti marca la retirada

del cristinism­o de algunos lugares del Gobierno. No de aquéllos que manejan una caja importante. ¿Habrá más renuncias? No debería llamar la atención que una vez que Guzmán logre el aumento de tarifas de luz, gas y agua que pretende, Basualdo y Bernal den un paso al costado acusando al titular de Hacienda. Y por ende, a Alberto Fernández, cuyo futuro político está atado a la suerte de su ministro.

Aunque Cristina y La Cámpora, ya decidieron dejarlo solo.w

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Todo el respaldo. De Alberto Fernández a Martín Guzmán. La suerte presidenci­al, atada a la del ministro.

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