Sugestiva foto de los Macri, Massa en la cornisa y malas noticias para Cristina
Cristina no es líder, es apenas jefa
La necesidad de algún eslabón de unidad remedia la pelea de liderazgo en el peronismo. Esta fuerza acumula derrotas en batallas culturales. Se doblegó, después de una década, cuando admitió que la inflación es un problema. Hasta la palabra estaba ausente del discurso oficial. La oposición ganó esa batalla e impuso la regla fiscal de la agenda de sus adversarios.
La otra batalla que perdió es la del acuerdo con el FMI, que terminó por quebrar la débil unidad lograda en 2019. De arrastre, le significó otra batalla dialéctica: que Cristina es quien maneja al oficialismo y que el Instituto Patria le daba órdenes a Olivos. Ocurrió lo contrario: entre Alberto, Vitobello, el “Gordo” Olmos y Guzmán, se la fumaron a Cristina y gobiernan como les da la gana. Hasta lo corrieron a Maxi del bloque de Diputados, un buque hoy en el Triángulo de las Bermudas.
Las razones son simples: Cristina no es líder, es jefa de banda. El líder arbitra, contiene y concilia, detrás de un objetivo, las contradicciones entre los sectores de un partido. Un líder no rompe, construye. Cristina rompe relaciones con el resto del peronismo, azota las decisiones de Olivos, manda a renunciar a funcionarios del Ejecutivo. Lejos de ofrecer futuro, se lo niega a su fuerza. Vaticina una derrota electoral del Frente de Todos en 2023 y atribuye los motivos a la gestión de Alberto, y en particular, al acuerdo con el FMI.
Lejos de tener un objetivo y una estrategia, retira el apoyo a su gobierno. Cristina no es líder, es jefa, y necesita un líder por arriba de ella. Se entiende que admita alguna reforma del FdT según el formato que le mostró el sábado Jorge Capitanich en el Chaco: una mesa de 31 partidos locales, cada cual con un representante en un comité ejecutivo y 144 congresales. Alberto sonrió, pero se volvió del Chaco si abrir la boca sobre si admitirá que el PJ nacional, que él preside, avance en alguna reforma para horizontalizar la conducción. Él tampoco es líder, pero podría ver licuado el poco poder que tiene como otro jefe de banda.
La oposición, con estrategia frágil
Tampoco la oposición tiene un líder. Lo llora menos porque cada partido tiene su cacique. Pero la ausencia del líder posterga el debate de una estrategia que los acerque al objetivo, que es ganarle al oficialismo en 2023. La UCR tiene una orgánica formal que le permite lujos de acuerdismo como la Convención de la Plata.
El encuentro contuvo las situaciones de hecho y de derecho. La cúpula partidaria los alineó a todos, pero admitió situaciones de hecho. Mario Negri informó sobre el bloque de diputados que conduce, y Martín Lousteau, padrino de Evolución -fracción que se resiste a la unificación- tuvo que escucharlo. Lo demás es literatura.
Comparte con los socios de la coalición la discusión de un programa para mantener las adhesiones hasta 2023, y para gobernar si ganan. Ahí se entrecruzan los objetivos. Axel Kicillof no tenía la capacidad de llegar a acuerdos para designar cargos en entes públicos tradicionalmente loteados con la oposición –Tribunal
de Cuentas, Banco, Defensoría–. El costo político de esa incapacidad lo debía pagar él. ¿Cuál es la ventaja para la oposición ahora?
Con el acuerdo en el Senado le perdonaron esa incapacidad. De paso, dispararon una inquina interna con un socio caro como Joaquín de la Torre, un librepensador. ¿Valía eso a cambio de dos o tres cargos, carísimos además si le dan al peronismo un cargo ocupado por un radical desde los tiempos del “Titán” Armendáriz? Faltó estrategia de futuro, como le faltó a Cambiemos antes de 2019 para designar un Procurador, el Defensor, un camarista electoral o para una ampliación de la Corte.
Moderados que prometen revolución, ojo
Es difícil que haya estrategia sin liderazgo. Ni para la campaña parece haberla, cuando Larreta pide el voto prometiendo proyectos quiméricos como una reforma previsional y una reforma laboral. Son deseos legítimos pero irrealizables en una democracia. Y más si busca el apoyo del 70% del arco político.
Cambiemos representa a la burguesía moderada de los grandes distritos. Y no es de moderados andar vendiendo revoluciones. Los publicistas consagran el diagnóstico de la sociedad furiosa del Guasón. La historia tiene pruebas de que, ante el desánimo, el público huye de las fórmulas maximalistas.
En 2011, el peronismo ganó con el 54% de los votos porque mostraba una agenda moderada –la que quebró Cristina después de ganar, con el cepo, la estatización de las acciones de Repsol en YPF y la reforma judicial–. Se vendía como el paraguas protector en un mundo que se nos venía encima por la crisis financiera internacional.
El resto de las propuesta maximalistas de aquel entonces –Ricardo Alfonsín Alberto Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde, Elisa Carrió–, quedaron debajo del moderado Hermes Binner, que sacó el 16,8%. Sumado al 54,11% de Cristina, el segmento moderado superó el 70% de los votos. Y eso que el peronismo venía prendido fuego con el caso Schoklender, De Vido & Co.
Macri no ayuda a subir, y arrastra en la bajada
En el PRO hay agitación de follaje, pero los alineamientos se normalizan. Mauricio Macri
juguetea con lo que tiene de liderazgo, pero logra de a poco asumir el rol de referente principal de la fuerza. Botón de muestra, la reunión de los concejales y algunos intendentes de la 5a. sección electoral de la provincia de Buenos Aires.
Los había de todas las observancias: los que responden a Diego Santilli, a Cristian Ritondo, a María Eugenia Vidal, a Jorge Macri, a Néstor Grindetti. Pero cuando Hernán Lombardi lo mencionó a Macri en el discurso de cierre, aplaudieron todos de pie durante 5 minutos. ¿Tanto? Bueno, habrán sido 3 minutos... pero ninguno de los otros dirigentes del PRO generan esa adhesión. Por más que ocurriera en Dolores, sede emblemática en la petite histoire adonde Macri tuvo que ir a declarar ante la justicia.
La expansión de Macri tiene un efecto dominó en su fuerza. Y se nota. Si crece, los opaca, por decir, a Horacio Rodríguez Larreta o a Patricia Bullrich. Pero si declina, los arrastra, no los hace crecer. Macri pelea por el rol de gran elector, antes que candidato. Con ese rol tiene que darle envergadura al PRO dentro de Cambiemos en la pelea que se viene con la UCR por las candidaturas. Lo expresó Lombar