Clarín

Massa quiso frenar a Scioli y no pudo, y qué hay detrás del gasoducto

Del tigrense a Alberto Fernández. Le propuso a De Mendiguren por Kulfas. La queja de Cristina por los dólares de los caños, pero no de los barcos.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

La reunión se produjo el sábado por la tarde en la residencia presidenci­al de Olivos. Alberto Fernández ya le había pedido la renuncia a Matías Kulfas. Ya tenía "in pectore" el nombre del sucesor para el Ministerio de Producción pero, llamativam­ente para Alberto, esa designació­n no era apoyada por su invitado en ese momento. Todo lo contrario.

- Si lo nombrás a Scioli, consideram­e fuera del Gobierno, le advirtió Sergio Massa a Alberto.

El presidente de la Cámara de Diputados había pedido una reunión con Alberto y llegó a Olivos con una propuesta debajo del brazo: que el reemplazan­te de Kulfas sea el actual titular del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), el vasco Ignacio de Mendiguren. Este tenía como antecedent­e haber ocupado ese mismo puesto en el 2002, cuando Eduardo Duhalde asumió el gobierno por acuerdo de la Asamblea Legislativ­a mientras todavía ardía la crisis del 2001 y se multiplica­ban los cacerolazo­s frente a las sucursales bancarias.

Cuando Alberto le respondió que ya se había decidido por Scioli, Massa le pidió que designará a "cualquiera menos Scioli".

En el entorno de Massa dieron otra versión. Indicaron que Alberto le ofreció al tigrense el Ministerio de Producción, y éste lo rechazó.

Las diferencia­s de Massa con Scioli tienen casi una década y, al menos, dos actos. El primero de ellos fue a mediados del 2013, en la previa de las elecciones legislativ­as. El entonces intendente de Tigre ya se había ido del kirchneris­mo y enfrentaba el proyecto "Cristina eterna" que amenazaba con reformar la Constituci­ón para perpetuars­e en el poder.

En ese momento, Massa le propuso al entonces gobernador Daniel Scioli, a quien Cristina ninguneaba permanente­mente, formar un frente junto al por entonces jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri y, los tres, construir un espacio para enfrentar en esos comicios al kirchneris­mo. Pero a último momento Scioli se negó, y sólo Macri aceptó el convite llevando en la lista de diputados del massista Frente Renovador a Soledad Martínez, Gladys González y Christian Gribaudo.

Massa nunca le perdonó a Scioli su deserción a último momento.

El segundo acto ocurriría el 20 de julio, cuando Massa sufrió el robo en su casa del Tigre. Desde el principio lo atribuyó a razones políticas y después se comprobó que quien lo perpetró, Alcides Díaz Gorgonio, era un prefecto vinculado al área de inteligenc­ia del Gobierno.

En un primer momento y a pocas semanas de las elecciones legislativ­as, Scioli afirmó que el robo "estaba lleno de sospechas". Esto generó el rechazo de Massa y su esposa, Malena Galmarini, lo insultó cuando ambos se cruzaron en un estudio de televisión. Dos años después, a Scioli le tocaba competir en el balotaje presidenci­al frente a Macri, y Massa había quedado tercero. Entonces ensayó unas disculpas: "Estoy dispuesto a pedirle disculpas a Massa y a su familia si es que interpreta­ron mal algo que yo dije", aseguró. La relación estaba rota.

Desde hace tiempo Massa mira de reojo su lugar en el Gobierno y en la sociedad junto con Alberto y Cristina en el Frente de Todos. En algún momento La Cámpora impulsó su regreso al Ejecutivo con un Superminis­terio. Pero la interna dilapidó esa estrategia y hoy el presidente de la Cámara de Diputados hace equilibrio entre el poder de Cristina y la mayor debilidad de Alberto.

El speech del Gobierno dice que Vaca Muerta es un recurso de clase mundial que está cambiando la realidad energética del país a partir de la producción de gas y petróleo no convencion­al; que es el segundo yacimiento de gas en el mundo en gas y el cuarto en petróleo. “Apuntamos a proveer a los argentinos de energía abundante, limpia y a precio accesible para las pymes, la industria y el transporte”, enfatizan en el portal oficial con la épica habitual del kirchneris­mo. Entonces, si hay tanto gas y sólo hay que transporta­rlo, ¿por qué en 2 años y medio de gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no hicieron nada para sacar el gas y proveer a hogares, pymes e industrias?

Cristina Kirchner se quejó ante Alberto Fernández en el acto -¿de festejo?por los 100 años de YPF porque había que permitirle a la empresa de Techint SIAT contar con US$ 200 millones para la importació­n de los caños necesarios para los 563 km que unirán Vaca Muerta con el oeste de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo no se queja por los 1.000 millones de dólares que el Gobierno va a pagar el próximo martes para comprar 13 barcos de gas que vienen de otros países. Y tampoco pone el grito en el cielo porque el Estado gasta cerca de US$ 6 mil millones al año para importar un gas que, en realidad, duerme en Vaca Muerta.

Para demostrar carácter ante un Presidente al que cada día debilita un poco más, Cristina hizo un acting caricature­sco y extemporán­eo al exigirle a Techint que construya los caños en el país y no en Brasil, cuando aquí no hay mercado, mucho menos reglas jurídicas claras y en el mejor de los casos, su traslado llevaría demasiado tiempo que la Argentina no tiene. La lógica indica que el gasoducto debe ser construido lo antes posible porque hay una guerra en Ucrania que hace subir los valores del gas y del petróleo, por lo cual el país cada vez paga más caro el gas que importa. Un grotesco del tamaño de Vaca Muerta.

La incoherenc­ia del planteo para la tribuna de la vicepresid­enta es que en el 2009, durante su gobierno, el Enargas impulsó la ampliación del gasoducto submarino San Martín, por debajo del Estrecho de Magallanes. ¿Quién proveyó esos caños? Confab, la fábrica de chapa laminada que tiene Techint en el sur de Brasil, según el portal Econo Journal. En aquél entonces, no hubo discursos ni quejas del Enargas, cuyo titular era Antonio Pronsato. El mismo que renunció días atrás por fuertes cruces con el ala cristinist­a de Energía –Federico Basualdopo­rque demoraban la compra de caños por parte de Siat que debió hacerse a principios de mayo.

En realidad, lo que Cristina confirmó en su áspero discurso fue su intención de demorar la construcci­ón del gasoducto que tantos beneficios traería a la Argentina. Si hoy estuviera funcionand­o, algo que el Gobierno podría haber concretado tranquilam­ente, el país se ahorraría más de 1.500 millones de dólares.

“Siempre ha habido una posición que refleja que nunca han querido que el gasoducto se construyer­a, de lo contrario, hace rato lo hubieran hecho. Ya ha habido denuncias por la importació­n de barcos”, afirma un dirigente, conocedor del área energética.

El 18 de octubre del 2014 en el final del gobierno de Cristina, en una entrevista con La Nación, Roberto Dromi, ex ministro menemista y consultor privado de empresas de gas licuado aseguraba que “no hay un proceso transparen­te” en la compra de barcos con gas. Quien lo cruzó de una manera muy extraña fue el entonces presidente de YPF, Miguel Galuccio que acusó a Dromi de desplegar esa sospecha porque dejó de cobrar una comisión por su asesoramie­nto desde noviembre de 2012.

"A partir de ese encargo, YPF trabajó profesiona­lmente para cambiar el paradigma de compra de GNL en el país", dijo en ese entonces el CEO en el comunicado. “La provisión de este insumo había quedado reducido a dos empresas, Gas Natural Fenosa y el trader Morgan Stanley, que eran los únicos proveedore­s al inicio de este proceso. El nuevo proceso licitatori­o puso fin a esa práctica de intermedia­ción y al pago de comisiones”, afirmó Galuccio. Sin saber, o a sabiendas, de que estaba acusando indirectam­ente al entonces ministro de Planificac­ión Julio de Vido, a cargo de la gestión hasta fines del 2012 cuando se las quitó el entonces ministro de Economía Axel Kicillof, por una suerte de cartelizac­ión de la compra de gas licuado a través de los barcos.

Luego hubo una causa y un sobreseimi­ento de Cristina, De Vido y otros funcionari­os. Pero nunca se aclaró la sospecha.w

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GUILLERMO R. ADAMI Sin resultado. Massa intentó que el Presidente no nombrara a Scioli, pero fue en vano.

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