Clarín

Cumbre americana: salvar la interlocuc­ión hemisféric­a

- Guadalupe González y Jean Marie Chenou Co-autores del Informe ‘Las Américas en tiempos adversos: en busca de una agenda renovada’, de la Fundación Ford

La Cumbre de las Américas (CAM) es el único foro multilater­al de encuentro entre jefes de Estado que existe a nivel hemisféric­o y, como tal, en principio convoca a todos los países americanos. Hay un enorme contraste entre los años ‘90 del consenso liberal que dieron origen a la primera Cumbre de las Américas de 1994 y el contexto mundial de incertidum­bre y conflictiv­idad en ascenso en el que tiene lugar la cita en Los Ángeles en 2022.

A pesar de los cambios y evolucione­s en el orden mundial de las dos ultimas décadas, que incluyen la participac­ión creciente de China en el escenario económico, el dialogo entre EE.UU y América Latina y el Caribe está en uno de sus niveles más bajos desde el fin de la Guerra Fría. La mayoría de los países parecen estar absortos en sus problemas internos, con poco interés y sin incentivos para buscar coordinar esfuerzos comunes. La sensación extendida que antecede a este encuentro en Los Angeles es de cierta parálisis.

Con la administra­ción de Biden existe una primacía debilitada tanto por razones internas como por motivos externos. EE.UU tiene hoy “su casa en desorden” con un franco disenso bipartidis­ta en política exterior que le impide plantear una oferta suficiente­mente atractiva para la región. Estamos en una fase de desacelera­ción de la globalizac­ión económica, con la pandemia y, más recienteme­nte, la Guerra en Ucrania.

No se puede perder la oportunida­d de la Cumbre en Los Angeles para rearmar una agenda de soluciones hacía el futuro con los problemas que compartimo­s hoy en las Américas. El Talón de Aquiles de las Américas son las crecientes desigualda­des crónicas. Cerrar estas brechas debería ser la meta y el sentido del proceso de Cumbres hacía el futuro.

Tenemos problemáti­cas entrelazad­as e interconec­tadas entre sí y que generan círculos viciosos o virtuosos. Esta Cumbre encuentra a la región y a Estados Unidos con índices de desigualda­d social entre los más altos del planeta. En varios países y subregione­s del hemisferio nos estamos acercando a crisis humanitari­as. Pobreza extrema, desigualda­d económica y social, deficienci­as alimentari­as, baja productivi­dad, informalid­ad laboral, precarieda­d de los mercados de trabajo y las consecuenc­ias del cambio climático. Los retos para lograr una recuperaci­o n econo mica y social sostenida post Covid-19 son mayúsculos y compartido­s.

La migración es una asignatura pendiente que no puede esperar. Se requiere abrir vías de regulariza­ción, refugio y asilo, además de invertir muchos más recursos para el desarrollo de las comunidade­s de origen.

Es necesario cuidar de los derechos humanos, replantear las estrategia­s de seguridad fallidas del pasado y cuidar de la democracia. La defensa y promoción de las democracia­s son temas centrales de esta cumbre.

Elevar la calidad y credibilid­ad de las democracia­s en la región es un reto mayúsculo que exige ir más allá del enfoque institucio­nal y reconocer que la exclusión, el aislamient­o y las medidas coercitiva­s no han servido para revertir las derivas autoritari­as. Hay que mejorar y ampliar las formas de representa­ción y participac­ión política. Hay una ciudadanía movilizada, dinámica y demandante que exige más y mejor participac­ión. Los pai ses de la región están a favor de la democracia como forma de gobierno. Sin embargo, en diversos casos encontramo­s gobiernos en donde los derechos humanos, políticos y sociales no son respetados a plenitud.

Las fallas en estas materias han servido para ensanchar el distanciam­iento entre gobiernos y población y reducir los incentivos para trabajar conjuntame­nte.

Resulta inquietant­e en muchos países, incluido Estados Unidos, que rupturas del orden público junto con la pandemia lleven a restriccio­nes de libertades civiles asi como a la participac­ión, ya sea eventual o regular, de las Fuerzas Armadas en a mbitos civiles de la acción pública, como en la seguridad pública. El discurso del miedo tambie n favorece la tendencia a la militariza­cio n de la seguridad pu blica por el apoyo que genera a las poli ticas de mano dura cuya efectivida­d es cuestionab­le.

Presentamo­s en la Cumbre quince rutas necesarias para una agenda renovada. Una visión latinoamer­icana, plural y no gubernamen­tal de la agenda prioritari­a en las Américas, con una perspectiv­a de mediano y largo plazo que ayude a delinear rutas de salida a la difícil coyuntura actual.

Las ideas que planteamos, como las de la migración, son los primeros resultados de consultas, diálogos y talleres organizado­s por el Colegio de México, en coordinaci­ón con la Universida­d Torcuato Di Tella y la Universida­d de los Andes, con la participac­ión de docenas de expertos del sector académico, diplomátic­o y social de distintos países de América Latina y el Caribe.

El principal reto es que los intereses de la ciudadanía no están suficiente­mente alineados con los programas de gobierno y, por tanto, tampoco lo van a estar con los programas de la cooperacio n internacio­nal. Las recetas empaquetad­as no siempre son eficientes. Es urgente reforzar los mecanismos de defensa de los derechos humanos.

La Comisión y la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos desempañan un papel central para revertir el deterioro de la situación que requieren del apoyo incondicio­nal y los recursos necesarios para funcionar. Una señal del compromiso de EE.UU seria su ratificaci­ón de los instrument­os interameri­canos en materia de derechos humanos.

Los objetivos deben ser recuperar esta relación en las Américas y con ella buscar mejorar el bienestar de nuestras sociedades. A partir del diálogo político es necesario pasar al diseño de acciones con solidez técnica. Los nuevos escenarios obligan a considerar el rol de la sociedad civil y de las organizaci­ones no gubernamen­tales en los programas de cooperació­n que impliquen prácticas democrátic­as que le den mayor legitimida­d, efectivida­d y sustentabi­lidad a las acciones emprendida­s. Los tiempos en que los Estados tenían la exclusivid­ad como factor de cambio han quedado atrás.

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