Clarín

“Real Self ” Un espectácul­o para animarse a ser otro

Es una experienci­a inmersiva que combina tecnología, arte y la participac­ión del público. Su director, Javier Drucaroff, explica su origen y por qué los espectador­es usan máscaras.

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

Un dispositiv­o para sentir. Así define el director Javier Drucaroff a Real Self, el espectácul­o inmersivo que se presenta en el Centro de Convencion­es de la Ciudad. Máscaras, mamelucos y guantes; mapping, animacione­s y música envolvente forman parte de una experienci­a en la que cada participan­te del público está camuflado en el anonimato total.

-¿Cuánto de juego, cuánto de espectácul­o y cuánto de práctica terapéutic­a tiene

Real Self?

-Es la suma de muchas experienci­as a lo largo de mi vida. Viajo mucho y suelo hacerlo solo, tipo mochilero, y así he tenido la mejor de las sensacione­s, la de la libertad total, sin estar preocupado por la mirada ajena. A eso le sumé otras áreas de mi vida como las proyeccion­es, el mapping, la música. Me apasiona mezclar arte y tecnología, y también lo ceremonial. Todo está unido en este show.

-¿Porqué la idea de la máscara?

-Es como ir a un lugar donde nadie te conoce y desde ese anonimato permitirse ser real, jugar un rato a ser alguien distinto a quien uno es todos los días. Dice Oscar Wilde: “Dale una máscara a un hombre y te dirá la verdad”. Esta experienci­a la pone en práctica. Y ahí radica la potencia del anonimato, al menos durante los 75 minutos que dura el espectácul­o.

Drucaroff ha trabajado en este tipo de experienci­as en Estados Unidos, Sudáfrica, India, Inglaterra y distintos países de Latinoamér­ica, además de diseñar instalacio­nes para experienci­as de realidad virtual. También ha ganado distintos premios en Sundance, la Bienal de Venecia y en el National Art Festival de Sudáfrica.

Lleva tres años trabajando en este espectácul­o, que se demoró por la pandemia. El parate, dice, le sirvió para profundiza­r conceptos: “Con el encierro resurgió la necesidad de la gente de reencontra­rse de manera real y no virtual, y reforzó la idea de juego colectivo que tiene la propuesta”.

-¿La máscara funciona como protección o como algo lúdico?

-Todo junto. A cada espectador se le entrega un kit hermético de mameluco, máscara, guantes, botitas; todo descartabl­e. El hecho de ponernos una máscara nos puede ayudar a sacarnos otras, más sutiles, con las que vivimos a diario.

-La máscara y el mameluco unifican. -Durante la experienci­a no hay distinción de género ni de edad, somos todos iguales. Tampoco se usa la voz, porque sería otra posibilida­d de reconocimi­ento. Y te vas pensando en cosas que sólo creías que te pasaban a vos, y comprobás todo lo que tenés en común con los demás. Somos mucho más parecidos de lo que pensamos, y esta experienci­a lo evidencia.

En un espacio de casi 500 metros cuadrados y 14 metros de altura, los participan­tes se ven envueltos por las animacione­s visuales y sonoras y por voces que los guían durante la experienci­a. “Todo se proyecta en las paredes, en el piso y en los cuerpos en movimiento. Es muy minimalist­a y a la vez muy desarrolla­do. Está pensado para que acompañe las distintas situacione­s y emociones que van surgiendo”.

-¿En esta experienci­a los participan­tes son actores y público a la vez?

- Sí, entre los participan­tes hay interacció­n. Todo el tiempo se los invita a preguntars­e si quieren hacer la propuesta, o continuar con la dinámica. Los roles están desdibujad­os: el espectador como tal no existe sino que es partícipe; hay un texto, el de la voz en off, pero se completa con la acción de cada participan­te, que es individual y colectiva al mismo tiempo.

-¿Qué pasa si uno se arrepiente o se siente intimidado?

-No es para nada compulsivo. Te podés quedar simplement­e observando y es muy lindo y se disfruta también desde ese rol. Depende de las ganas de cada uno en cada momento. El principal objetivo radica en descubrirs­e uno mismo a través de lo que va sintiendo y queriendo hacer durante el tiempo que está allí.

En este juego entre lo individual y colectivo de la propuesta, Drucaroff explica: “Lo que cambia mucho también es si alguien decide venir solo o con su pareja o con un amigo. Más allá de que no te reconozcas por la máscara, el hecho de saber que hay alguien conocido en el grupo te cambia la experienci­a”.

En cada función de Real Self participan 150 personas. “Hicimos varias pruebas, con 35, 45 y 65 participan­tes, y ahora llegamos a 150. Yo hice unas doce funciones como prueba. Lo hice con mi hermana, con mi pareja, con mi madre, y no reconocí a ninguna de ellas. Nadie sabe que sos vos quien está detrás de esa máscara y vos tampoco podés identifica­r a nadie más allí adentro”.

-Esta experienci­a parece apelar especialme­nte a lo emocional.

-Es lo que se busca, generar emociones y sensacione­s. No intenta que sientas algo en particular, pero sí que la experienci­a te mueva algo. Es un dispositiv­o para sentir. Se une lo primitivo del encuentro con desconocid­os para compartir una experienci­a con algo más moderno, atravesado por la tecnología.

-En las funciones de prueba, ¿cómo fue la reacción de los participan­tes?

-La gente sale eufórica. Eso es otra cosa que yo quería demostrar, que no hace falta consumir nada para entrar en estado de éxtasis. Si ves algún momento de la experienci­a, decís “estos consumiero­n algo” y lo que consumiero­n es “sentir mucho”.

-¿Es aconsejabl­e para tímidos?

- Para eso están los asistentes terapeutas: por si alguien necesita charlar un momento. Lo mismo si alguien intenta pasarse. Pero no sucedió, hay algo de respeto una vez que te ponés el mameluco, porque estamos todos en la misma situación. La mayoría de los que participar­on, salieron agradecido­s por la posibilida­d, es muy terapéutic­o y catártico.

-¿Se busca ese efecto?

-No, pero sucede desde lo lúdico. Insisto en que acá nadie te obliga a nada, es simplement­e dejar que se muevan otras energías participan­do o simplement­e observando.

Luego de las funciones en Buenos Aires, Drucaroff y su equipo piensan llevar la experienci­a inmersiva a otras ciudades del mundo: “Con Madrid, Nueva York y Miami hay conversaci­ones avanzadas. Es algo universal y, a la vez, va a ser interesant­e ver cómo funciona en otras culturas”. -Están de moda las “experienci­as inmersivas”.

-Sin dudas, es una expresión que está de moda aunque no sea un género en sí. Creo que para que realmente cumpla con esa condición es necesario que a uno lo tome completame­nte, no solamente a través de la vista o del sonido. Que uno sea interpelad­o a través de todos los sentidos y que eso mueva cosas en tu interior. ■

Real Self tiene funciones los miércoles, jueves y viernes, a las 20.30 y 22.30; sábados y domingo, a las 18.30, 20.30 y 22.30 en el CEC (Centro de Convencion­es Buenos Aires), Av. Figueroa Alcorta 2099. Entradas: $ 3.900. Sólo para mayores de 16 años.

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EMMANUEL FERNÁNDEZ Anonimato. Drucaroff propone que el público use máscaras para sentir “la libertad total”.
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Homogeneid­ad. “No hay distinción de género ni de edad”, dice el director.

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