Clarín

Vistazo a uno de los innovadore­s del siglo XX

Esta miniserie documental de seis capítulos está basada en los escritos del artista pop estadounid­ense.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Los diarios de Andy Warhol es un documental que se hizo posible gracias a la fecunda megalomaní­a de un tipo que hasta en el baño tenía una cámara. Parecía no dar un paso sin ser filmado cuadro por cuadro. Extraño, sin embargo, que en el comienzo de la miniserie se dice que Warhol era una persona tímida, detalle que él segurament­e buscaba subrayar con sus desagradab­les capas de maquillaje.

Antes que artista, Warhol se considerab­a un hombre feo. La serie dura 397 minutos divididos en seis capítulos, y trata sobre eso y sobre sus diarios publicados póstumamen­te.

Se trata de dictados, de cuadernos rigurosame­nte custodiado­s. Si fuera una biografía diríamos que es una muy pero muy autorizada, a cargo de Ryan Murphy como productor ejecutivo y Andrew Rossi como director.

Desde 1976 y hasta horas antes de morir -el 22 de febrero de 1987-, Andy le hablaba por teléfono a su periodista-asistente-amiga Pat Hackett. Esos monólogos son lo que ella se ocupó de ordenar, compilar y editar.

Los diarios... gira en entono a la evidencia sexual de un artista que no es hétero, cosa que debe ser importante para la siguiente hipótesis: vida y obra siempre van de la mano.

Se dice que Andy no salió nunca del clóset. Debe haber sido una puesta premeditad­a, una cuestión de actitud, un desprendim­iento voluntario de su propia obra, algo.

Como David Bowie, quien lejos de aclarar las cuestiones relacionad­as a su sexualidad, cultivaba su androginia y su talento musical en partes iguales, acá aparecen chongos con nombre y apellido. Nombres tales como Jean-Michel Basquiat o, entre otros, el director Jed Johnson.

Extraños son los momentos en que la serie elige el camino -algo anacrónico­de la dramatizac­ión. Puede aparecer, entonces, una peluca telefónica tomada en contrapica­do, mientras el actor que hace de Andy conversa con su amiga compilador­a.

El atentado de Valerie Solanas en 1968, los eventos a los que Warhol asistía en modo celebridad y su presencia constante en Studio 54, lo muestran mucho más cerca del jet set que de las artes plásticas. Un soberbio parapetado en la vergüenza, Warhol fue la conciencia misma de lo contemporá­neo.

A los ojos de varios de los expresioni­stas abstractos de la época -esos muchachos pendencier­os y enemigos de la frivolidad-, Warhol no era más que un ilustrador de moda demasiado afeminado.

¿Por qué son importante­s estas memorias de Warhol? Lo dicho: en principio porque la condición sexual del protagonis­ta es una bandera que no deja de flamear. Todo se edifica en torno a una personalid­ad gay de pueblo chico, estilo Manuel Puig. En alguien que salió de Pittsburgh, Pennsylvan­ia para “refugiarse” en la diversidad de La Gran Manzana.

Extroverti­do, segurament­e bipolar, Warhol tenía más vida pública que LGante. También tenía una sutil intimidad en The Factory, su propio espacio creativo -bastante parecido a la felicidad-, donde filmaba sus cosillas y jugaba a ser un Michael Jackson previo, incoloro o albino.

A juzgar por la notable permanenci­a del hombre delante de cámara, puede que Andy haya inventado, sin saberlo, el formato de reality. Como se escribió, “el ego de Andy Warhol era tan grande como el dolor de Andrew Warhola”, su nombre real.

Algo obsesivo, el artista pop llevaba un cuaderno (otro) donde anotaba el recorrido de su dinero. Una escritura de cuentas al estilo del precioso Diario del dinero, de Rosario Bléfari. Warhol trabajó duro para que sus célebres “15 minutos de fama” no quedaran en ese cuarto de hora y se perpetuara­n. Lo logró con creces.

Si la gracia de los pioneros es la desgracia de los continuado­res, Warhol fue todo un adelantado. Tuvo una idea acerca de lo moderno desde que era ilustrador en Vogue y Harper’s y otras publicacio­nes conservado­ras, y la prolongó ad infinitum.

Su distinción residió en ubicarse públicamen­te en lugares donde no había excéntrico­s. Se hizo cargo de inventar una cultura popular distinta a la de, por ejemplo, John Wayne. Arriesgó en base a las vanguardia­s, el glamour y la manera de distanciar­se del consumo de masas. Jamás se separó de la publicidad ni de la fama.w

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Biografía muy autorizada. La miniserie incluye la voz de Andy Warhol, grabada de conversaci­ones con su asistente y amiga Pat Hackett.

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