Clarín

Noche áspera en el fútbol de amateurs

- Santiago Puddington spuddingto­n@clarin.com

Una o dos palabras hubieran alcanzado para explicar todo y que la cosa no pasara a mayores. Pero por algún motivo elegí no hacerlo. Levanté la mirada y seguí corriendo hacia el arco rival como si el tipo no se hubiera caído por mi culpa. Me tropecé, le toqué el pie de apoyo sin querer y le hice perder el equilibrio. Así que el tipo se levantó al segundo, hirviendo de la furia.

Faltaban más de 20 minutos y nos estaban peloteando. Ganábamos por uno, pero hacía rato que nuestro arquero era la figura de este partido importantí­simo, en un torneo de fútbol amateur completame­nte intrascend­ente. Fue entonces que pasó esto.

La pelota estaba en la otra punta de la cancha así que el árbitro no había visto nada. Imaginé que la cosa quedaría ahí, pero el volante del equipo rival quiso venganza. Primero fue un pechazo, que acepté como consecuenc­ia de esa explicació­n que no le di, pero mi falta de reacción lo desconcert­ó y entonces vino una patada que me llevó de cara al suelo.

La cuestión es que mientras todo esto ocurría la pelota había llegado a la mitad de cancha y el árbitro estaba viendo en primera plana la venganza del volante rival. Pitazo, tarjeta roja y escándalo. Rápidament­e se armó el clásico tumulto fútbolero en el que todos se agarran, se amenazan y se invitan a pelear.

Fue lo mejor que nos pudo haber pasado para enfriar el bombardeo sobre nuestro arco. Cuando la redonda volvió a rodar se notó el hombre de más en nuestro equipo y terminamos ganando. Pero el partido siguió una vez que el árbitro dio el silbatazo final, aunque esa será otra historia.

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