Una atípica temporada final para los Shelby
Hay preguntas resueltas, más muertes, algún nuevo personaje y la certeza de una película para 2023.
La bruma, la pistola en la sien, el grito de Thomas Shelby (Cillian Murphy) nos despedía en el final de la quinta temporada de Peaky Blinders, la serie de Netflix que el viernes estrenó su sexta y última temporada. Y ahí mismo se retoma.
¿Se sabe quién traicionó a Tommy? ¿Cómo resolvieron la desaparición de la Tía Polly, por la muerte de la actriz Helen McCroy? ¿Tommy realmente quiere suicidarse? ¿Se mató, y lo que se cuenta es un racconto?
Muchas preguntas quedaron flotando durante el encierro por la pandemia del coronavirus, que retrasó la grabación de la última temporada de Peaky Blinders, estos gángsters de sobretodo largo -para guardar pistolas o ametralladoras- y gorras con viseras escondiendo navajas.
Lo que muchos fans se preguntan o temen, es si el desenlace los va a satisfacer o defraudar. No será el extremo de Game of Thrones, tampoco el de House of Cards cuando ya no estaba el cancelado Kevin Spacey como el presidente Underwood.
Cerrar una historia cuando se anuncia que habrá una película por realizar después del final de la serie… Y, da pie a todo tipo de conjeturas.
Cualquiera puede imaginar que lo que vaya a contar ese filme, a estrenarse presuntamente a fines de 2023, va a estar íntimamente relacionado con las últimas imágenes del episodio 6 de la sexta temporada.
Como sucedió en cada una de las cinco temporadas que la precedieron, la teoría de la conspiración, el deseo de venganza y la necesidad imperiosa que siente el protagonista por acaparar más poder -aunque más de una vez diga que “es el último negocio”están allí, en primer plano, martillándole el cerebro. Ser el líder de la familia nunca ha sido fácil, pero ahora no tiene quién lo balancee.
La desaparición de la Tía Polly dejó sin muletas a Thomas. Polly era la única capaz de hacerlo cambiar de opinión, de enfrentarlo. Y como buena ascendencia gitana que tenía, podía prever muchas cosas. Si no su muerte, sí que iba a haber una guerra entre dos miembros de la familia, y uno moriría. Esto lo sabíamos ya desde la temporada pasada.
Otra constante, y algo que empezaba a inquietar, era que todas las temporadas iban pareciéndose. Aparecía alguna amenaza exterior, fueran italianos, irlandeses o judíos, que ponían en peligro la hegemonía de la familia Shelby. Y siempre atentaban contra la vida de alguno de ellos.
Esta sexta temporada, si bien mantiene ese rumbo, es la más atípica de todas. Porque si ansiábamos un cambio, lo hay. Pero la cohesión en el armado de la trama empieza a resquebrajarse cuando, en el episodio 4 Tommy, que ya no bebía alcohol (¡!) y comentaba que era una persona nueva, bueno, ya se imaginan lo que pasa.
Que su conciencia y su espíritu estaban algo baqueteados lo sabemos desde la temporada 1. Pero aquí hay alucinaciones, mareos y pesadillas, una razón física, alguna desmentida, alguna traición -cómo no-, y un personaje que aparece relacionado con el pasado de Thomas, que parece un manotazo del creador Steven Knight para romper el bloqueo de escritura.
¿Arthur otra vez cayendo en una adicción? Arthur otra vez cayendo en una adicción. ¿Gina -“nuestra” Anya Taylor-Joy- escondiendo más de lo que dice? Gina escondiendo más de lo que dice. Y así.
Lo que no hay en estos seis episodios es un despliegue visual, el que nos tenía tan bien acostumbrados. Sin tantos extras, ni balanceo de cámara, todo se ha (con)centrado en Thomas, en su cabeza.
La música sí se ha mantenido. Y si los primeros episodios de la temporada 6 deben ser los más flojos de toda la serie, repunta en la segunda mitad. La violencia jugando con lo épico, mezclándose con lo místico… A Peaky Blinders la vamos a extrañar hasta que llegue la película. ■