Clarín

Ricardito fue Julia Roberts

- Diego Bomparola dbomparola@clarin.com

Una estudiante me pidió que leyera su crítica de la película La boda de mi mejor amigo. Era buena, así que no tuve que salir de los carriles cómodos del elogio. Sin embargo, me recordó una historia, la de Ricardito. En aquella comedia, ante el inminente casamiento de su amigo de siempre, el personaje de Julia Roberts intenta de muchas maneras quedarse con el galán que estaba pronto a intercambi­ar anillos. No lo hace desde la maldad, sino alimentada por un sentimient­o que ambos comparten, tan intenso que todo el tiempo queda al borde de poner en jaque la ceremonia.

“Me siento como Julia Roberts”, dijo Ricardito, contemplan­do el vaso de whisky en aquella madrugada fría.

Varias veces había tenido que distanciar­se de su mejor amiga. Cada vez que se juntaban, el aire se tornaba denso, caliente. A la tercera risa ya estaban lo suficiente­mente pegados como para amenazar las vidas que llevaban con sus respectiva­s parejas. Siempre al filo, siempre frenando a tiempo.

Ricardito la ayudó a elegir la ropa que usó en el registro civil. Cuando el futuro marido tuvo su despedida de soltero, ellos cenaron y fueron a bailar. Ardían. El ruido los alentaba a hablar cada vez más de cerca, con sus alientos acariciand­o lo que las lenguas tenían prohibido.

No cambiaron la historia, no se rebelaron. Se concretó el matrimonio destinado a ser. Ya en la fiesta, resignado como Julia en el film, rodeado de caras desconocid­as, Ricardito miró a su amiga y, en un instante en que todo se detuvo, notó que ella tenía un brillo inédito en los ojos. Comprendió que era feliz.

Estaba lejos de su casa. Así que me llamó, me pidió que lo pasara a buscar y, ya en el bar, Julia Roberts volvió a ser Ricardito contando sus penas.

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