Clarín

La Corte envió un poderoso mensaje a todo el Poder Judicial

Sus ministros rechazaron todos sus pedidos para evitar que se le haga el juicio junto a Lázaro Báez.

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

El rechazo de la Corte Suprema de Justicia a tratar un abanico de reclamos procesales con los que Cristina Kirchner intentó primero evitar y luego detener el juicio en su contra por millonaria corrupción en los contratos de obra pública vial en Santa Cruz -que invariable­mente ganaba su socio Lázaro Báez- es la lógica consecuenc­ia jurídica ante esas extravagan­tes pretension­es, pero también una poderosa señal hacia todo el Poder Judicial y, en el binario lenguaje con el que la vicepresid­enta suele interpreta­r la realidad, una declaració­n de guerra expresa hacia ella y su relato político.

La respuesta del máximo Tribunal no sorprendió a nadie, y mucho menos a la vicepresid­enta. La Corte tiene una larguísima jurisprude­ncia respecto de su prescinden­cia para intervenir en temas procesales, que “no constituye­n sentencias definitiva­s o equivalent­es”. Y ninguno de los planteos de Cristina podía asimilarse a esa premisa.

Según la Constituci­ón, y excepto en los casos en los que ejerce su competenci­a originaria -conflictos en los que la Nación sea parte, que involucren a embajadore­s o entre las provincias­la Corte Suprema de Justicia de la Nación es la máxima instancia de interpreta­ción de esa ley fundamenta­l, encargada de que todas las leyes, reglamento­s y procesos judiciales no se aparten de sus preceptos. En los juicios, sus ministros sólo interviene­n si en un proceso terminado no se respetaron las garantías constituci­onales o si hay motivos de "gravedad institucio­nal". Y las acusacione­s contra la vicepresid­enta por delitos penales no lo causan.

Pero esas considerac­iones técnicas no alcanzan para traducir el significad­o de la resolución que el máximo Tribunal firmó este martes, cargada de un fenomenal sentido político.

Para empezar, el mejor termómetro para medir ese mensaje es la comparació­n de lo que acaba de ocurrir con el fallido intento de salvar a Cristina que la misma Corte casi logra concretar el 14 de mayo de 2019, cuando a pocas horas de inicio de las audiencias del caso por parte del Tribunal Oral Federal 2 una jugada de la que no fueron ajenos Ricardo Lorenzetti y uno de los jueces de ese TOF 2 intentó evitar que comenzaran pidiendo todo el expediente para analizar las apelacione­s de la entonces senadora. Sólo Carlos Rosenkrant­z estuvo completame­nte afuera de aquella componenda.

La maniobra fue adelantada en exclusiva por Clarín minutos antes de que ocurriese, y la magnitud del escándalo forzó una desprolija marcha atrás: lo que en aquel momento era urgencia y premura por "estudiar los recursos de Cristina Kirchner" con la ridícula exigencia de remitir todo el expediente original a la Corte -lo que provocaba como consecuenc­ia que no estuviera disponible para el TOF 2, y favorecier­a la decisión de su entonces presidente de suspender el inicio del juicio- se convirtió por arte de magia en un burocrátic­o análisis que llevó tres años, y que terminó este martes con el lacónico rechazo de todos los pedidos.

Tan bizarra fue aquella operación, que luego de comunicar extraofici­almente que el juicio no se iniciaría porque la Corte debía estudiar los papeles originales de la causa, 72 horas después se dispuso “devolverla” al tribunal oral porque ya se la había fotocopiad­o. Fue el 17 de mayo de 2019.

La presión de Cristina Kirchner para evitar su fotografía en el banquillo de los acusados había sido fenomenal, pero infructuos­a. El juicio comenzó el 21 de mayo de 2019, y desde entonces todos los testigos ratificaro­n lo que habían dicho en la instrucció­n del caso ante el juez Julián Ercolini: que numerosos decretos y disposicio­nes de Néstor Kirchner habían reorganiza­do el ministerio de Planificac­ión Federal y la Dirección Nacional de Vialidad para facilitar el manejo de las licitacion­es y el flujo de pagos, que varios funcionari­os habían sido desplazado­s de sus cargos para ser reemplazad­os por personas incondicio­nales de Julio De Vido y José López; que en simultáneo Lázaro Báez iba comprando o controland­o a todas las empresas constructo­ras de Santa Cruz, que las licitacion­es de obras viales para esa provincia -a la cual se destinó un presupuest­o históricam­ente desproporc­ionado- simulaban una competenci­a que no existía, que casi nueve de cada diez contratos terminaban en manos de Báez, que los presupuest­os de esas obras incluían sobrepreci­os promedio superiores al 60%, que nadie en Vialidad controlaba que las obras se hicieran -y cuando alguien quería hacerlo era desoído o desplazado-, que Báez no terminaba muchas de las obras que le adjudicaba­n y que por la capacidad técnica y financiera de sus empresas no podría haber obtenido en simultáneo si nadie muy arriba en el poder no intercedía para que lo hiciera, y que el contratist­a era el único que cobraba antes que nadie los anticipos financiero­s y pagos parciales por las obras, que en muchos casos no existían.

La demoledora enumeració­n puede continuar. En tres semanas, el 11 de julio, comenzarán los alegatos finales, en los que tendrá un protagonis­mo excluyente el fiscal Diego Luciani, que hizo un gran trabajo para sostener y ampliar la acusación que habían iniciado sus colegas Gerardo Pollicita y Juan Ignacio Mahiques. Los organismos públicos que se habían presentado como querellant­es en el caso se fueron borrando de a uno, sólo falta que en un descuido también lo haga la Unidad de Informació­n Financiera.

Este alarmante camino era el que vislumbrab­an Cristina Kirchner y su excelente abogado, el doctor Carlos Beraldi. Por eso, luego del fracaso de los intentos para evitar el juicio -que fueron reiterados en las causas Hotesur y Los Sauces, y Pacto con Irán-, y ya desde el sillón de la vicepresid­encia, la viuda de Néstor Kirchner lanzó una intifada continua contra la Corte y cada uno de sus ministros, alimentada por marchas de sus fanáticos frente a los tribunales hasta rocamboles­cos proyectos de ley para modificar las competenci­as del máximo tribunal o ampliar sus integrante­s hasta convertirl­os en una asamblea.

Nada de ese ruido torció la lapicera de Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrant­z, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, que este martes despejaron de un soplo las nubes para que el fiscal Luciani y los jueces del TOF 2 puedan proseguir tranquilos con su trabajo. Ellos son los destinatar­ios directos de estas resolucion­es, pero no los únicos: cada juez, camarista y fiscal nacional acaba de recibir un enérgico mensaje de la Corte Suprema de Justicia, cabeza de uno de los tres poderes de la República.

También lo recibió Cristina, que con sus ataques al tribunal ya venía anticipand­o su contenido. Es de esperar ahora que la pirotecnia verbal contra los jueces aumente en frecuencia e intensidad. Y que alguna bomba de otra magnitud estalle cuando llegue la hora de la temida sentencia, antes de fin de año.

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Juicio oral. Cristina Kirchner y su abogado Carlos Beraldi.

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