Hay explicación para este deterioro creciente
Las malas noticias que recibimos desde hace mucho tiempo en educación aparecen desprendidas de los procesos y actores que las originan. Las políticas públicas suponen actores, diseños, metas medibles y resultados. Era de esperar que el largo e irresponsable cierre de todo el servicio educativo durante la pandemia agregase más daño a los pobres aprendizajes que se venían registrando tanto en pruebas nacionales como internacionales.
Para colmo y como bien sabemos, todo puede ser aún peor. Las autoridades educativas de todo el país a la luz de los malos resultados y habiendo verificado que la repitencia como herramienta correctiva solo produce el abandono de los estudiantes, en los últimos años decidieron flexibilizar los criterios para la promoción. Esta medida administrativa, si no es acompañada de cambios profundos en la enseñanza, hará aún más daño a la formación de los alumnos y a la cultura escolar.
El gobierno y administración de la educación en nuestra organización federal es complejo y en él anidan serios problemas. Uno de ellos está en el diseño y desarrollo de la política de los contenidos educativos a enseñar, a mi entender la causa principal de los malos resultados de aprendizaje.
El mecanismo que permite establecer qué se debe enseñar y cómo, se elabora y actualiza periódicamente en el ministerio nacional y se acuerda en el Consejo Federal de Educación. Cada provincia luego convoca a sus especialistas y desarrolla en base a esos acuerdos el diseño curricular para sus escuelas.
Esos diseños que contienen para cada disciplina abundancia de temas y modalidades de enseñanza no pueden abordarse en las aulas si no existe un trabajo previo de expartos que los conviertan en conocimientos pasibles de ser enseñados en los tiempos escolares y en formatos centrados. La mayoría de los docentes que están hoy a cargo, salvo excepciones, carecen de los conocimientos contenidos en los nuevos currículos y son ajenos a las prácticas muy probadas ya de cómo se logran aprendizajes reales.
Falta un puente entre quienes diseñan qué enseñar y las escuelas. Esto no puede ocurrir sin una formación docente en servicio masiva y ajustada a los cambios y si no se transforman las instituciones formadoras de docentes, que deben ser evaluadas y acreditadas según las normas de calidad acordadas. Ese proceso se detuvo por influencia de actores que mantienen o crean sin control nuevas instituciones solo por necesidades políticas.