A quién le importa el resultado de esta prueba
Mientras la dupla presidencial no deja de tirarse piedras desde trincheras aplaudidoras, las Pruebas Aprender acaban de revelar que 7 de cada 10 alumnos argentinos de bajos recursos, en sexto grado, no comprenden textos adaptados a su edad.
Como en el cuento del huevo y la gallina, con los dirigentes argentinos el deterioro social no ha parado de crecer y esas expresiones políticas son, al mismo tiempo, el reflejo de la debacle.
La política educativa viene condicionando el futuro de las nuevas generaciones en un tobogán cada vez más peligroso. Al ya debilitado sistema escolar se le ha sumado la "corazonada" de un Presidente que en 2021 consideró que por la pandemia los chicos debían seguir fuera de las aulas, pese a que sus ministros clave opinaban lo contrario.
Algunas decisiones administrativas provinciales que permiten pasar de año a los alumnos casi sin exigencia alguna son parte del mismo drama. El Estado no ha podido brindar los contenidos básicos y en consecuencia parece no tener más alternativa que admitir el fracaso: que los chicos pasen al año siguiente, aunque la hipoteca educativa crezca como la deuda externa.
El Estado quebrado no deja de mostrar ineptitud, negligencia y a veces complicidad, tanto en el escenario educativo como en otros donde su obligación es dar garantías: seguridad y salud. La crónica cotidiana hace de la inseguridad una "Prueba Aprender" por día. En salud, el sistema empieza a mostrar síntomas de agotamiento tras la pandemia.
Es un Estado que no enseña ni cuida. Aquellos verbos que el caudillo radical de la primavera democrática usó como leit motiv de un horizonte próspero hoy se desintegran en la impotencia. El déficit es cada vez mayor. La única razón para celebrar es que los datos siguen estando para mostrar lo que hay que mostrar. Eso, siempre, dará una oportunidad para que alguien con una dosis de sensatez intente cambiar este rumbo hoy condenado. ■