Clarín

Podoroska empezó a transitar el duro camino del regreso

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En octubre de 2020, en una atípica edición de Roland Garros marcada por la pandemia, Nadia Podoroska disfrutaba del mejor momento de su carrera: alcanzó su primera semifinal en un Grand Slam (perdió en dos sets con la polaca Iga Swiatek, luego campeona) e hizo historia al transforma­rse en la primera jugadora surgida de la clasificac­ión en llegar a esa instancia sobre el polvo de ladrillo francés. Ese resultado le permitió dar un salto de 83 lugares en el ranking, pasar del 131° al 48° y meterse por primera vez en el top 50. Y le valió, a fines de esa temporada, el premio de “Revelación del año” de la WTA. La rosarina vive un presente muy diferente. Ubicada en el 177° escalón de la clasificac­ión mundial debió anotarse en la clasificac­ión de Wimbledon para buscar un lugar en el cuadro principal del torneo. Y ayer debutó con una victoria por 6-3 y 6-3 ante la estadounid­ense Asia Muhammad.

¿Qué pasó entre aquella inolvidabl­e actuación parisina y su debut en la fase previa londinense? ¿Cuál es la razón del bajón de la argentina? Una lesión que le costó identifica­r -hoy sabe que es una tendinopat­ía proximal de los isquiosura­les de la pierna derechay que la forzó a atravesar una larga y dura recuperaci­ón; pero que no logró quebrarle el espíritu.

“Ahora sí estoy lista para volver”, había contado hace unos días en una publicació­n en su cuenta de Instagram en la que se la ve muy sonriente, vestida de blando, en una cancha de césped.

La pesadilla de Podoroska comenzó en marzo de 2021 cuando disputaba un torneo en Guadalajar­a, en el que perdió en los octavos de final. Por entonces 46ª en el ranking, había arrancado su temporada sin grandes resultados (los cuartos de final en Melbourne, en la previa de Australia, había sido su mejor producción en los primeros dos meses del año) y quería volver a ser protagonis­ta en suelo mexicano. Pero allí comenzó a sentir una molestia en el isquiotibi­al que pensó, en un primer momento, era un dolor más de los que suele sentir.

“No sé si puedo identifica­r un momento exacto en el que dije: ‘Tengo una lesión grave’. Fue un dolor que empezó de una manera muy progresiva. Pensé que era una contractur­a, algo muy leve. Estaba jugando en Guadalajar­a y empecé a ir a la kinesiólog­a del torneo para tratarlo como un dolor leve, común. Después siguió empeorando cada vez más”, había contado en diciembre en un video que compartió en Twitter.

A pesar de no estar al 100 por ciento físicament­e, Podoroska decidió no parar. Así compitió, sin brillar, a veces con más y otras con menos dolor durante casi toda la temporada. Llegó, por ejemplo, a los octavos de final de Roma, quedó muy lejos de repetir su actuación en Roland Garros (perdió en el debut), alcanzó la segunda ronda de Wimbledon y los octavos de final en el torneo olímpico de Tokio 2020 y perdió también en la primera ronda de Flushing Meadows.

A pesar de no cosechar grandes resultados, igual trepó un poco más en el ranking ayudada un poco por un sistema de clasificac­ión que se aplicó por la crisis del coronaviru­s y que seguía en vigencia en ese momento. Y el 12 de julio, después de su paso por el All England, apareció 36ª en el ranking, su mejor ubicación histórica que ocupó durante una semana.

Pero después de su derrota en Flushing Meadows habló con su equipo y resolvió no volver a jugar hasta que el dolor desapareci­era.

“Fui pasando por varias etapas de diferentes dolores y molestias. Al principio era un poco el isquiotibi­al, después la cadera, luego se me iba a la espalda o al nervio ciático. Eso hacía difícil poder identifica­r la lesión, pero me permitía seguir jugando y entrenando. Aunque a la larga pude entrenar cada vez menos. Hasta que tuve que parar”, contó.

La derrota en su debut en el cuarto Grand Slam de la temporada ante la belga Greet Minnen había sido su último partido oficial. En ese momento, Podoroska era la 37ª del mundo. pasó el tiempo, cayó en el ranking. La de hoy es otra historia.

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