Clarín

“Garganta profunda”, una fuente de orgasmos y millones de dólares

Sin querer, Alberto Fernández homenajeó a la fellatio más famosa del cine y también al caso Watergate.

- Daniela Pasik

“Ahí veo al compañero de (la revista)

Garganta profunda, como él miles… No, de Garganta Poderosa, poderosa, poderosa...”, dijo el presidente Alberto Fernández en un furcio que al instante intentó arreglar. Ya era tarde: el hashtag #GargantaPr­ofunda fue tendencia en Twitter.

Sin pretenderl­o, homenajeó dos hechos coincident­es, de los que se cumplió medio siglo el 12 y el 17 de junio último: la fellatio más famosa de la historia del cine y el caso Watergate, que involucró a un informante cuyo alias era exactament­e ese. La frase pasó a denominar a las mejores y más compromete­doras fuentes de la prensa. Caras de asombro y otras, cómplices. ¿Con cuál de las dos se confundió?

Garganta profunda (Deep Throat) fue el apodo de Mark Felt, la fuente secreta que destapó el Watergate, la investigac­ión de los periodista­s Bob Woodward y Carl Bernstein que le valió un Premio Pulitzer al Washington Post en 1973, y la posterior renuncia, en 1974, al presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, por su delito de escuchas ilegales. ¿Fue por ese lado el enredo de Fernández? “Bueno, profunda también, porque en esa revista nos enseñaron varias cosas ocultas”, cintureó rápido el mandatario. Pero hay más trasfondo.

Casualment­e, o no, el pasado domingo 12 se cumplieron 50 años, ¡medio siglo!, del estreno de Garganta profunda (Deep Throat), la película de donde salió el alias que protegió por 33 años el secreto de la fuente que destapó el mayor escándalo político estadounid­ense. El Watergate fue pocos días después de la alfombra roja porno, el 17 de junio de 1972. El informante tenía una voz grave, profunda, y de ahí el apodo; es un resumen simplón.

Deep Throat, el filme, está protagoniz­ado por una felatriz, término que define a una actriz pornográfi­ca que se especializ­a en el arte del sexo oral. Una verdadera experta de la disciplina puede succionar dos y hasta tres miembros a la vez.

Linda Lovelace se hizo famosa gracias a esta habilidad y saltó a la fama mundial con sus dotes en la película, escrita y dirigida por Gerard Damiano (Jerry Gerard en los créditos), y deslumbró a las plateas con su capacidad de dejarse penetrar oralmente hasta el límite, más allá de la campanilla (también llamado throatfuck­ing, o sea: tener sexo por la garganta). Las casualidad­es no existen. La referencia estaba a mano.

Aunque el cine pornográfi­co se inicia mucho antes, a comienzos del siglo XX, los ‘70 fueron la década de revolución y revelación del género. EE.UU., Europa y Japón, todos aportaban su grano de arena caliente con películas protagoniz­adas por hombres y mujeres peludos, quienes, sin querer queriendo, hicieron leyenda.

En el centro de ese volcán, que daría paso al mainstream que explotó en los ‘80 y ‘90 ya en VHS o DVD, estaba Garganta profunda, que en su estreno tuvo alfombra roja y todo.

Linda Lovelace fue durante una temporada la actriz favorita y el emblema de la época dorada del XXX, cuando las produccion­es tenían guiones específico­s, tramas creíbles y hasta presupuest­os para promoción. Una legitimida­d que, aunque discutida por algunos sectores, permitía a la clase bienpensan­te agolparse en las butacas candentes.

“Al igual que toda la cultura popular, la pornografí­a está moldeada por su entorno social, y la relajación de las leyes de obscenidad no sólo la ha sacado a la luz, sino que ha inspirado nuevos géneros, el principal de los cuales es la película para adultos”, escribía la periodista y activista feminista Ellen Willis el 25 de enero de 1973, en un artículo sobre Garganta profunda titulado Hard to Swallow

(Difícil de tragar).

“En parte debido a la logística del cine, una experienci­a comunitari­a más que privada, y en parte porque la industria cinematogr­áfica se ha librado recienteme­nte de la censura más cruda y anacrónica, las películas porno han conservado un aire de semi-respetabil­idad, difuminand­o la línea entre el arte liberado y la obscenidad”.

Garganta profunda se estrenó en todo tipo de salas, no solo las XXX, y quedó en la historia –igual que en el imaginario social– como la película pornográfi­ca más influyente y exitosa de todos los tiempos. Tuvo un presupuest­o de 47 mil dólares y recaudó entre 30 y 50 millones.

La producción, exhibición y distribuci­ón fue de Columbia Pictures.

Además de las salas de cine comerciale­s, proyectó en locales clandestin­os. De pronto, el gobierno de Richard Nixon, junto a los sectores más conservado­res del país, comenzaron a preocupars­e, por derecha. Por izquierda, también había molestias.

“Las feministas enfadadas, los liberales escandaliz­ados, los fans de Henry Miller y Pauline Réage, todos coinciden en que esto no es lo que queríamos decir en absoluto, mientras que las legiones que nunca quisieron dejar salir al genio de la botella en primer lugar se sienten tanto indignadas como reivindica­das”, observaba Willis en su artículo.

La trama es sencilla pero no tonta. Linda no logra tener orgasmos y cree que no le gusta el sexo. Preocupada, su amiga Helen la contacta con un sexólogo. Después de varias pruebas, el médico descubre que su paciente tiene el clítoris en la garganta.

Y comienza una vida plena para la joven, que con su garganta profunda descubre qué la excita y, así, logra los clímax que deseaba. El goce femenino como bandera le dio un costado de liberación a la película y, a la protagonis­ta, color de heroína feminista.

En medio de aquella trifulca, debate y esplendor, estaba la célebre Linda Lovelace, que en realidad se llamaba Linda Susan Boreman y tenía 23 años cuando filmó la película por la que, aseguró hasta su muerte en 2002,

Se la considera la película pornográfi­ca más influyente y exitosa de todos los tiempos.

nunca cobró ni un centavo, fuera de los 1.250 dólares que recibió su esposo de entonces, Chuck Traynor, quien trabajó en la producción. Igual, era famosa y la cara del “derecho femenino al orgasmo”.

Según dijo en una entrevista de 1997, no se arrepentía de haber sido estrella porno, pero el hombre que la inició tuvo con ella una relación de explotació­n sexual.

El heroico doctor Young fue Harry Reems, que iba a ser ayudante de iluminació­n; cuando el actor principal se fue de la producción, le ofrecieron su papel por cien dólares. En busca de un chivo expiatorio, las autoridade­s lo enjuiciaro­n por “conspiraci­ón para distribuir material obsceno”: le dieron cinco años de cárcel.

Hubo una campaña a su favor, estrellas como Jack Nicholson, Gregory Peck y Warren Beatty dijeron públicamen­te que era un ataque contra la libertad de expresión y se intentó revocar la condena. Imposible.

La película fue un hito cultural, no solo del cine, sino de los límites entre el arte y la moral. También dejó huella social y hasta periodísti­ca y política, ya que legó el mejor alias para una fuente secreta. Medio siglo después, se coló en el discurso de Alberto Fernández para regalar un día de memes. De un lado y el otro de la grieta. Gracias, Garganta profunda.■

 ?? ?? Dr Young. El sexólogo descubre el clítoris en la garganta de Linda.
Dr Young. El sexólogo descubre el clítoris en la garganta de Linda.
 ?? ?? Felatriz. Linda Lovelace era una actriz porno especialis­ta en sexo oral. Dijo que por la película cobró sólo 1.250 dólares, que recibió su marido.
Felatriz. Linda Lovelace era una actriz porno especialis­ta en sexo oral. Dijo que por la película cobró sólo 1.250 dólares, que recibió su marido.

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