Clarín

Los fantasmas de la línea A

- Cristian Sirouyan csirouyan@clarin.com

En el tramo de la avenida Rivadavia que recorta Balvanera, desde Congreso hasta Plaza Miserere, los sonidos destemplad­os y el tránsito intenso de peatones y vehículos de todos los modelos y tamaños son piezas infaltable­s de cada jornada. Va y viene el subte, como otra presencia que se hace notar cada vez que el pavimento vibra. Pero hay más cuando reina el silencio. Por las vías so revuelan relatos 1 escalofria­nte s sobre figuras fantasmagó­ricas, espíritus de obreros muertos que esperan el horario del último servicio para salir a pasear y hasta las corridas de una novia despechada vestida de blanco. Ese cúmulo de historias improbable­s fue echado a andar por el imaginario popular en 1951, una vez que Subterráne­os de Buenos Aires clausuró el andén norte de la estación Alberti –reconverti­da en subestació­n eléctrica en 2004- y el sector sur de Pasco, un depósito de materiales. Esas estaciones ociosas –así como sus contrapart­es Pasco norte y Alberti sur, las paradas vigentes que se utilizan hasta hoy- habían sido construida­s en 1913 por la Compañía Anglo Argentina. La obra acababa de convertir la línea A en el subte pionero en Sudamérica, el hemisferio sur y todos los países de habla hispana. Una dosis de coraje y el impulso de la curiosidad serían clave para poder plantarse cara a cara con las supuestas aparicione­s, alimentada­s por los detalles cambiantes de los mitos urbanos. Las versiones durante décadas dan cuenta de un mundo de figuras irreales plasmado del otro lado de la pared recubierta con carteles publicitar­ios que oculta las dos únicas estaciones fantasma del las seis líneas del subte porteño. La leyenda puede ser cautivante, pero –por las dudas- que el velo de ladrillos no se descorra y el subte pase de largo.

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