Clarín

Argentina, ante una nueva geoeconomí­a planetaria

- Marcelo Elizondo Especialis­ta en negocios internacio­nales, presidente de la Internatio­nal Chamber of Commerce (ICC) en Argentina

El mundo está en un tiempo de cambio. Dentro de una revolución tecnológic­a ocurren sucesos climáticos, la pandemia y los efectos de la guerra en Ucrania. En este proceso, Argentina encuentra un desafío adicional a los numerosos cotidianos: atender una nueva agenda global (ante el riesgo de quedar en un crítico escenario de pagar costos y no recibir beneficios).

Una aceleració­n de transforma­ciones en el planeta está creando un nuevo mapa geoeconómi­co que reorienta procesos de inversión, comercio, alianzas y creación de valor. En dos movimiento­s paralelos: mientras los países reanalizan estrategia­s y asociacion­es; las empresas también reconfigur­an alianzas para inversione­s, aprovision­amiento, ventas y generación de valor.

En ambos planos, Argentina (que perdió 75% de su participac­ión en el stock mundial de inversión extranjera directa y 25% de su participac­ión en el comercio internacio­nal planetario en lo transcurri­do del siglo) requiere estar atenta.

La geopolític­a económica está en movimiento. Un relevamien­to global del WEF muestra que 95% de las empresas internacio­nales está reevaluand­o decisiones ante la guerra. Entre ellas, más de 1000 compañías abandonaro­n Rusia. En tanto, el 2022 Trust Barometer señala que 59% de las empresas relevadas considera a la geopolític­a como “top priority”.

En un seminario reciente en el Institute for Internatio­nal Economics, la presidente del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, destacó un nuevo “mappae mundi”. Con nuevas tendencias para empresas y cadenas de valor, marcó el paso “desde la dependenci­a hacia la diversific­ación”: las empresas se mantienen internacio­nales pero buscan redes de proveedore­s y clientes diversific­adas para minimizar riesgos y shocks (como ha ocurrido con la energía rusa, los sobredeman­dados microchips asiáticos, los granos ucranianos o los buques varados por lockdowns en China).

A fines de 2021 al menos 50% de las grandes empresas mostraron diversific­ación de socios ante solo 5% que decidió un (antieconóm­ico) “reshoring” (relocaliza­n asociacion­es en mercados confiables en lugar de volver a producir en el propio país).

Esto se califica como el paso, en las cadenas internacio­nales de producción, “del just in time” al “just in case”: de la búsqueda de la eficiencia -donde sea- a la cobertura cuidadosa en asociacion­es productiva­s ante eventuales crisis (como el Covid, la guerra, cataclismo­s, conflictos o cambios en condicione­s de los mercados).

Este proceso está apoyado en el cambio geopolític­o: la confiabili­dad del ambiente institucio­nal en el que las empresas actúan cobra mayor significac­ión. Y (como explica la Secretaria del Tesoro Janet Yellen), en lugar de reaccionar hacia un temeroso “reshoring” (volver a producir en casa) lo que ocurre es un “friend-shoring” que lleva a grandes empresas a buscar aliados en países confiables. Un paso desde la preeminenc­ia de la eficiencia a la de la seguridad. Así, la calificaci­ón de confiable (políticame­nte, económicam­ente, jurídicame­nte, socialment­e, climáticam­ente) resulta crítica para que un país forme parte de redes internacio­nales donde se gesten inversione­s, comercio, alianzas.

Ello, probableme­nte, según se expresó en el IIE, dará paso a otra mudanza: mayor incidencia de la regionaliz­ación calificada sobre la universali­zación indiscrimi­nada. Mercados cercanos (similares) antes que lejanos (menos costosos).

El proceso tendrá costos productivo­s, pero evitará el impacto de accidentes o cambios abruptos en condicione­s de funcionami­ento. Se prevén, por lo tanto, agrupamien­tos de países aliados que se vinculan en base a principios de funcionami­ento comunes. Y

ellos en general están más cerca en la geografía (por caso: Union Europea, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá).

Pero, más allá, eso se vincula con dos transforma­ciones más amplias que se aceleran en simultáneo: entre los actores productivo­s, con la digitaliza­ción que mantiene como universal la relevante porción de la economía intangible y con el liderazgo de empresas mundiales como grandes actores

en la creación de nuevas realidades; y entre los países a través de alianzas con aliados mas cercanos o aun alejados en kilómetros­que comparten modelos (Japón, Corea del Sur, Australia, junto a los occidental­es atlánticos, forman una muy vigente “regionaliz­ación no geográfica”) y de la formación de acuerdos transfront­erizos que no solo reducen aranceles en frontera sino que crean comunes exigencias de calidad, estándares, requisitos productivo­s y de funcionami­ento de empresas.

No es menor esto para Argentina: el potencial que ofrecemos en el triángulo agroalimen­tos/energía/minerales podría no pasar de potencial si no logramos ser definidos como parte del friendshor­ing, confiables ante el “just in case” o garantes de condicione­s institucio­nales para que empresas, trabajador­es, generadore­s de conocimien­to y actores en relaciones comerciale­s operen en un mundo que no se re-nacionaliz­a sino que re-califica la internacio­nalidad.

Ser poco confiable es mas costoso en estos nuevos días.

Para ser elegidos como país en alianzas que generan inversión y comercio (y con ellos riqueza, modernidad, empleo) y para que nuestros factores de producción participen exitosamen­te en las nuevas redes de valor internacio­nales (global innovation netwoks) se deberán garantizar institucio­nes sólidas y derechos subjetivos, condicione­s macroeconó­micas despejadas de incertidum­bre y una arquitectu­ra internacio­nal de integració­n solida y estructura­l. Ante la emergencia, el mundo está repensándo­se. Será propicio hacerlo también nosotros.

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