Llevadera y desconcertante
Comedia negra -negrísima- de Santiago Mitre, impensada o inesperada luego de El estudiante, La patota y La cordillera, el director aborda temas como la paternidad y la maternidad, la crisis de pareja, la inmigración, la inclusión, la conformidad, la rutina, la pasión por el jazz y, sí, el asesinato.
Adaptación de la novela homónima de Iosi Havilio, guionada por el director y Mariano Llinás, el protagonista es José (Daniel Hendler), un dibujante rosarino que ha quedado desempleado en un pueblito francés. Padre primerizo con su pareja Lucie (Vimala Pons, de A la sombra de las mujeres, de Philippe Garrel), renuente a hablar la lengua del lugar, es ella la que sale a buscar trabajo, y lo consigue en el diario del pueblo, por lo que José se tendrá que hacer cargo del día a día de la pequeña Antonette.
Y un buen -o mal día, se verá-, José va a tocar el timbre a la casa de un vecino. Necesita una pala para trabajar en su jardín. Lo recibe Jean-Claude (Melvile Poupaud, protagonista de Por gracia de Dios, de François Ozon), un tipo que a la par que le muestra su impresionante colección de vinilos de jazz y le da a saborear costosísimos vinos, demuestra ser insoportable. Lo corrige en su pronunciación, es algo narcisista, y cuando finalmente le va a entregar lo que José había ido a buscar -la pala-, se la retacea, juega con que se la da y no se la deja agarrar, y en el forcejeo José le clava el filo de la pala en el cuello. El dueño de casa, muere desangrado.
Pequeña flor, que le debe su título al tema de Sidney Bechet, juega con la incomodidad del espectador, pero no entendida la incomodidad como fastidio o aburrimiento, sino por el misterio que generan las situaciones. Mitre juega con la narración y se nutre de jazz, y de su espíritu hasta en el ritmo del relato, que es una comedia, que es un filme de misterio y que es una película tan llevadera como desconcertante.