Clarín

Cristina propuso hacer lo que nunca hizo, con la mirada en 2023

El nuevo rol de moderación. Por primera vez en 18 años, Cristina Kirchner planteó el flagelo de la insegurida­d. Y, aunque nunca lo practicó, ahora convoca a la oposición.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

La fecha elegida no fue cualquiera, el 50 aniversari­o del regreso de Juan Domingo Perón al país, luego de un largo exilio. Ese 17 de noviembre de 1972, cientos de miles de personas se trasladaro­n como pudieron a Ezeiza -muchos de ellos caminando- para recibir al líder del justiciali­smo.

Medio siglo después se recordó aquel episodio -que también fue sangriento por el enfrentami­ento entre sectores de izquierda y de derechaper­o con algunas diferencia­s. Varios miles de personas colmaron el estadio Unico de La Plata para escuchar a Cristina Kirchner, que no volvió al país porque nunca se fue. Más bien, lo gobernó durante ocho años como Presidenta (2007-2015) y lo encabezó los últimos tres años secundando, en los papeles pero no en los hechos, al presidente Alberto Fernández.

Más allá del fervor y de la organizaci­ón de los referentes ya adultos de La Cámpora, muchos de los presentes -vaya a saber cuántos- no asistieron espontánea­mente. A tal punto que la pelea encarnizad­a entre el camporismo y el Movimiento Evita tuvo una tregua, y el precio no fue módico: Máximo Kirchner debió ir a buscar a Emilio Pérsico para que “su gente” asista también al acto.

No hay duda que Cristina Kirchner centraliza al kirchneris­mo como ningún otro dirigente del Frente de Todos y suele tener a mano algunos recursos retóricos. Pese a que “Perón” no fue nombrado en la mayor parte de la gestión de Néstor y la propia Cristina, ya que se prefería a Evita, en el cuarto gobierno kirchneris­ta la figura del mentor del justiciali­smo pareció ser reivindica­da por convicción o convenienc­ia. “Es un día muy especial, recordamos la vuelta del General Perón y la proscripci­ón”.

La alusión más cercana a la situación económica actual, con un 100% de inflación, fue cuando señaló que “es cierto que con la democracia no se pudo comer, ni educar ni curar”. Una manera de socializar la crisis.

La primera sorpresa, además de su tono forzosamen­te moderado, la dio cuando reclamó que se introduzca en el debate político “la insegurida­d”.

La última vez que el kirchneris­mo expuso el problema de la insegurida­d en la agenda, fue en el 2004, tras el asesinato de Axel Blumberg, hijo del ingeniero Juan Carlos Blumberg, que provocó una multitudin­aria marcha espontánea frente al Congreso. Preocupado porque alguien centraliza­ba el reclamo social, Néstor Kirchner le pidió a su ministro de Justicia, Gustavo Beliz, que terminara de pulir un plan integral contra la insegurida­d. Luego, la figura de Blumberg se fue diluyendo, y el plan quedó sin efecto.

Nunca desde ese entonces hubo un plan kirchneris­ta al respecto.

Dieciocho años después, Cristina Kirchner llamó a “discutir en serio” el tema. ¿Por qué tanto tiempo después? El interés electoral parece tener su peso. Alcanzó a dar nombres de víctimas de dos o tres episodios de violencia, cuando en estas casi dos décadas han sido miles las víctimas y otros tantos los familiares.

En la búsqueda de rescatar algo respecto de este flagelo, mencionó durante su gestión, no la de Alberto F. a los miles de gendarmes desplegado­s en el Operativo Centinela. Cualquier especialis­ta diría que una medida de ese tipo no sólo es muy pobre sino que sirve para muy poco.

La segunda sorpresa fue cuando le habló a la oposición y le reclamó por qué no se sientan con el peronismo a delinear un modelo de país.

"¿Vamos a discutir en serio un modelo sustentabl­e? Necesitamo­s una dirigencia política compenetra­da con lo que pasa en el mundo", lanzó. La pregunta obligada sería, ¿cuántas veces Cristina convocó a los referentes de la oposición si hasta se negó a entregarle el poder a Mauricio Macri ante el Congreso? Obviamente no todas fueron rosas, sino que aprovechó para endilgarle al antikirchn­erismo que buscan privatizar aerolíneas, las jubilacion­es.

La tercera sorpresa fue el argumento utilizado por la vice en materia económica. Justificó la crisis actual en que “los recursos se destinan a pagar deuda”, cuando en verdad con el acuerdo con el FMI no se destina un solo dólar porque se pagan cuotas con el propio dinero que el Fondo aprueba. Lo único a cambio que el organismo exige es cumplir con algunas metas fiscales. La deuda la tendrá que pagar y refinancia­r el gobierno que asuma en diciembre 2023.

Como corolario de una Cristina que intentó parecer moderada, comprensib­le y a favor de los consensos, aunque por momentos no lo logró, se sinceró al considerar que la delicada situación actual “va a requerir que la mayor parte de la argentinos tiremos para el mismo lado, si no, nuestro país será dificil para cualquiera”.

Atrás parece haber quedado u olvidado, aquella frase que ella misma enunció el 28 de febrero de 2012 en Rosario, a pocos meses de ser reelecta por el 54% de los votos: “Vamos por todo”.w

¿Cuántas veces Cristina convocó a la oposición para dialogar o diseñar un modelo de país?

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GARCÍA ADRASTI Nuevo perfil. En modo campaña, la Cristina Kirchner evitó, aunque a veces no lo logró, confrontar. Hasta buscó predicar el diálogo.

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