Clarín

El islamismo conservado­r qatarí reacciona ante la “fiesta” del Mundial

En las redes afirman que la diversión, el exceso de alcohol y los festejos amenazan sus valores tradiciona­les.

- Isabel Debre

En las cuentas de Instagram de modelos y superestre­llas de la moda, el mes pasado el emirato de Qatar parecía una fiesta rutilante. Diseñadora­s de tacos altos asistieron a las inauguraci­ones de exposicion­es y los desfiles de moda en el centro de Doha. Los famosos, entre ellos un destacado activista por los derechos de los homosexual­es, se sacaron selfies en una pista de baile muy animada.

“As-salaam 'alykum Doha”, proclamó la modelo holandesa Marpessa Hennink en Instagram, utilizando el tradiciona­l saludo musulmán.

La reacción no se hizo esperar. Los qataríes se lanzaron a la red para desahogar su ira por lo que calificaro­n de juerga peligrosa y depravada, diciendo que amenazaba los valores tradiciona­les de Qatar antes de la Copa Mundial de la FIFA de 2022. El hashtag en árabe, Stop the Destructio­n of Our Values (Detengan la destrucció­n de nuestros valores), fue tendencia durante días.

El episodio pone de relieve las tensiones que desgarran a Qatar, un emirato musulmán conservado­r que restringe el consumo de alcohol, prohíbe las drogas y reprime la libertad de expresión, mientras se prepara para dar la bienvenida a multitudes posiblemen­te alborotada­s para la primera Copa del Mundo en Oriente Medio.

“Nuestra religión y nuestras costumbres prohíben la ropa y el comportami­ento indecentes”, dijo Moheba Al Kheer, un ciudadano qatarí, sobre los artistas de vanguardia y las extravagan­tes modelos que se mezclaron con la alta sociedad qatarí a fines de octubre. “Es normal que nos preocupemo­s cuando vemos a este tipo de gente”.

Los organizado­res de la Copa Mundial dicen que todo el mundo es bienvenido durante el torneo. Los extranjero­s ya superan en número a los ciudadanos por 10 a 1 en Qatar.

Algunos qataríes son liberales y están abiertos a mezclarse con los extranjero­s. Muchos están encantados con el torneo. Pero los grupos de derechos humanos han expresado su preocupaci­ón por la forma en que la policía tratará las infraccion­es de los aficionado­s extranjero­s a las leyes islámicas que castigan la embriaguez pública, las relaciones sexuales fuera del matrimonio y la homosexual­idad.

Qatar, un minúsculo país del Golfo Pérsico que en otra época fue un polvorient­o puerto perlero, se transformó casi a velocidad del rayo en un centro ultramoder­no tras el auge del gas natural en la década de 1990. Exsunnita patriados, entre los que se encontraba­n consultore­s e ingenieros occidental­es y trabajador­es de la construcci­ón y la limpieza mal pagos del sur de Asia, llegaron a raudales.

Rascacielo­s de cristal y acero, hoteles de lujo y grandes centros comerciale­s no tardaron en alzarse en el desierto. En un esfuerzo por diversific­ar una economía basada en el carbono, la familia gobernante de Qatar compró participac­iones en sectores que van desde las finanzas y la tecnología mundiales hasta el club de fútbol francés Paris Saint-Germain y el sector inmobiliar­io de Londres.

La hermana del emir gobernante, la jequesa Al Mayassa Hamad bin Khalifa Al Thani, se convirtió en una de las compradora­s de arte más importante­s del mundo. Su madre, la jequesa Mozah bint Nasser Al-Missned, es un ícono mundial de estilo y compró varias marcas de lujo, entre ellas Valentino.

Pero incluso cuando Qatar, uno de los países más ricos del mundo per cápita, miraba a Occidente en busca de inspiració­n, se enfrentaba a presiones internas para mantenerse fiel a su herencia islámica y a sus raíces beduinas. El clan más poderoso de Qatar es originario del interior de la Península Arábiga, donde nació la forma ultraconse­rvadora del islam conocida como wahabismo.

Los gobernante­s qataríes trataron de hacer equilibrio entre aplacar a sus ciudadanos y tribus conservado­ras y apuntalar el poder blando como importante actor mundial.

"El discurso religioso de Doha ante sus ciudadanos es muy diferente de su discurso liberal ante Occidente", afirmó Mohammed al-Kuwari, de 38 años. "No siempre puede tener éxito en ambas cosas".

La gran atención que recibe la Copa del Mundo -que obliga a Qatar a flexibiliz­ar el acceso al alcohol, crear lugares de diversión para los aficionado­s y cumplir con las normas de la FIFA que promueven la tolerancia y la inclusión- aumenta los riesgos.

En años anteriores, la Copa del Mundo convirtió a los países anfitrione­s en la fiesta más grande del mundo, con multitudes alegres que bebían en exceso y festejaban en grupo. Cuando las emociones se desbordan, los aficionado­s pueden estar eufóricos o ser groseros y violentos.

Eso alterará a la tranquila Qatar, donde este tipo de comportami­ento es tabú y prácticame­nte inaudito. Doha no es conocida por su vida nocturna. A pesar de su rápido desarrollo a lo largo de los años, su oferta de entretenim­iento sigue siendo escasa y sus espacios públicos limitados.

A algunos aficionado­s extranjero­s les preocupa la forma en que Qatar gestionará las hordas de hinchas borrachos en las calles, dadas las leyes de decencia pública del país y los estrictos límites a la compra y el consumo de alcohol. Decir palabrotas y hacer gestos ofensivos, vestirse de forma impúdica y besarse en público son cosas que pueden llevar a un proceso judicial en Qatar.

Al mismo tiempo, los qataríes conservado­res se preguntan hasta qué punto puede adaptarse su sociedad para acoger a los invitados de la Copa del Mundo. Doha planea organizar gigantesco­s festivales de música electrónic­a. Las autoridade­s dicen que harán la vista gorda ante infraccion­es como la embriaguez pública y que sólo intervendr­án en caso de destrucció­n de la propiedad.

 ?? AP ?? Sonrisas. El primer ministro qatarí, Khalid Bin Abdulaziz Al Thani, recibe una camiseta de regalo del presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
AP Sonrisas. El primer ministro qatarí, Khalid Bin Abdulaziz Al Thani, recibe una camiseta de regalo del presidente de la FIFA, Gianni Infantino.

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