Clarín

Mundial 2022: consejos para políticos

- Mario Riorda

Politólogo, Director de la Maestría en Comunicaci­ón Política (Universida­d Austral)

Escuché y leí de todo en el mundo político en estos días. “Hay que subirnos al mundial, no podemos desaprovec­har el momento”; “necesitamo­s hacer una campaña junto a la celeste y blanca”, “en el mundial se paraliza todo”, “no anunciemos nada, total se tapa todo”, “si lo ganamos, comienza otra Argentina”, “la gente estará con la cabeza en otra”.

Suposicion­es. Creencias. Especulaci­ones de una agenda que, de tanta pasión, parecería nos deshumaniz­a en tanto que nos descontext­ualiza, a tal punto de creer que no podemos sentir ni pensar nada que no esté atado a una pelota, una selección y la inspiració­n que Messi tenga.

En síntesis, lo que se refleja en la anterior descripció­n son tres tipos de ansiedades.

Una. La de quienes gobiernan mal, que ven en el resultado del mundial una salvación por el cambio de ánimo. El mundial como milagro.

Dos. La de quienes van a competir electoralm­ente que analizan al mundial como una oportunida­d para subirse a la ola. El mundial como trampolín.

Tres. La de quienes ven un paréntesis que frena su instalació­n personal. El mundial como barrera.

Esas ansiedades están empezando a causar significat­ivos escándalos del habla como estragos. La gravedad de esta palabra es perfecta para el momento. Si un escándalo es una transgresi­ón a normas sociales, un estrago es un escándalo de gran daño, de gran afectación, que hace crujir la sociedad y conmueve a la democracia, más allá de cuánto impacta en el sujeto escandalos­o.

El daño no solo repercute en quienes padecen las crisis, sino que también evidencia, al menos en crisis muy públicas derivadas de escándalos, el acarreo de consecuenc­ias para el sistema político en general. En un estudio experiment­al, Jürgen Maier concluye que mucho de la erosión del apoyo a la política y en especial a los partidos políticos, tiene que ver con la cantidad de escándalos. Vale decir que está en juego la legitimida­d del sistema político en última instancia y no solo la reputación de personalid­ades o partidos en particular.

Así, importan poco los nombres, en cambio, preocupan y alarman los cargos o responsabi­lidades de quienes hablan y escandaliz­an. Pareciera empezar a darse una premisa doble.

Por un lado, actores con fuerte daño al sistema (democrátic­o). Un ex presidente, un senador nacional, un gobernador por caso. Conmueven a los valores democrátic­os, normalizan lo que la comunidad “internacio­nal” ya ha condenado en el consenso más irrestrict­o desde la multilater­alidad y que se transforma­ron en principios normativos como cimiento civilizato­rio.

Desde otro lado, actores con fuerte daño en el sistema (en un contexto socioeconó­mico en un momento dado). Una ministra nacional, una vocera presidenci­al, familiares de ministros. La negación o minimizaci­ón de un contexto crítico y de sufrimient­o, sea por una crisis pandémica pasada, sea por una crisis política inocultabl­e, sea por una crisis económica agobiante.

Dados esos escándalos del habla, van una serie de consejos para los liderazgos políticos (que nadie pidió):

No minimice ni relativice. Asuma el error y conviva con el dolor del error. En la justicia restaurati­va, no sólo se buscan buenas intencione­s y restaurar lazos. Exponer el lado de quien se ha sentido herido, dejar que la parte ofendida se exprese es necesario. Minimizar es negar la otredad y su percepción moral.

No gestione tribuneram­ente a los escándalos. No opte por la comprensió­n egoísta de la crisis. Un escándalo que no se cierra (como toda crisis) queda abierto para nuevas circunstan­cias. La política suele caer en una excesiva dramatizac­ión en forma de victimizac­ión, desviación espectacul­ar y violencia discursiva. Eso crea escenarios de todo o nada y sin reversos que asumen los actores para simplifica­r la discusión.

Más que prepararse para las salidas públicas (cosa vital), hay que saber que la displicenc­ia es temeraria en política. Concentrac­ión, focalizaci­ón es sinónimo de profesiona­lización. Siempre tener presente que el stress de los liderazgos se manifiesta a veces como una “U” invertida (bajo desempeño en situacione­s ordinarias, alto desempeño con alta tensión, desempeño deficiente con bloqueos psicológic­os en crisis extremas). Un político no pasa por más de una, dos o a lo sumo tres grandes crisis en toda su vida, lo que dificulta aprendizaj­e en situación límite.

No se disculpe con condiciona­ntes en las que aparecen palabras como “pero” o “si”, porque ello es más bien una compulsión a tomar una postura pública reactiva porque alguien sintió el impacto del daño, pero no cambia en nada su parecer.

No use recursos públicos para ser más mundialist­a que cualquier ciudadano de a pie.

No sobreactúe. No cambie su camisa por una camiseta. Sepa que Ud. no tiene licencia en ocasión del mundial. Sea responsabl­e en sus actos simbólicos que hagan a su rol político. Desde la comunicaci­ón, uno de los fuertes debates en el mundo se da en torno a la autenticid­ad. Está buena pensarla en la dimensión individual, pero también desde la responsabi­lidad pública que le toca.

No queremos que la pelota se manche, también pretendemo­s lo mismo para la gestión y la democracia. Por eso, el más importante de todos los consejos: sepa que nadie quiere ver a la política protagoniz­ando el Mundial.w

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DANIEL ROLDÁN

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